Jueves, 25/4/2024   Paso de los libres -  Corrientes - República Argentina
 
POR CLAUDIO SCALETTA
El bobismo
Uno de los tópicos más transitados del nuevo discurso dominante es que el gobierno que asumió en diciembre de 2015 salvó a la patria del populismo; de “no ser Venezuela”.

En términos generales el razonamiento no es original y tiene poco de local. Es el discurso de las derechas latinoamericanas contra los gobiernos nacional–populares, a su vez una derivación de los discursos pro globalización de los países centrales, donde la idea de populismo se asocia con los rezagos de los estados benefactores y, en particular, con el proteccionismo; con las trabas a la libre circulación de mercancías y de capitales que demandan las multinacionales que gobiernan de facto la economía mundial.

Lo que importa aquí es una de las derivaciones locales de este discurso, la que históricamente asocia a los gobiernos nacional–populares con una fuerza política específica, el peronismo, la fuente de todo mal. En particular, interesa explicitar el verdadero contenido de este discurso, el por qué el peronismo sería el causante del supuesto estancamiento de la economía. Lo primero que puede decirse es lo más conocido; esta ensoñación ideologizada no se condice con la realidad. Los números de variables fundamentales como el ingreso per cápita, la industrialización, el empleo o la satisfacción de las necesidades básicas, muestran que la decadencia comenzó a partir de 1975 y se sostuvo, casi sin variaciones, hasta 2001–2002. En estos 27 años solo 11, 1975 y los diez del menemismo, fueron de gobiernos sedicentes peronistas, aunque claramente no nacional–populares. En cambio, en términos de crecimiento del PIB, reducción de la pobreza y del desempleo el balance general de los 13 años largos de gobiernos nacional-populares que sucedieron a la crisis de 2001, el gobierno de transición de Eduardo Duhalde y el período 2003-2015, es abrumadoramente positivo. La decadencia que habría inducido “el peronismo”, entonces, no está en los números. No hay datos ocultos en esto, ni polémica con las tendencias generales de los indicadores. Pueden debatirse los límites del proceso, pero no hay dudas sobre su dirección.

¿Dónde se manifiesta, entonces, la bestia negra del populismo y la presunta decadencia inducida por la “corrupción peronista”? La respuesta –que los enemigos de los gobiernos nacional–populares no hacen explícita– se encuentra en la aparición de un conflicto social de nuevo tipo que, efectivamente, se vuelve evidente a partir del primer peronismo, en la década del ‘40 del siglo pasado. Sobre este punto, la economía política tiene mucho más para decir que el pensamiento reaccionario

Argentina, como todos los países capitalistas periféricos, se acopló a la economía mundial como proveedor de materias primas. Sus experiencias de industrialización se produjeron en los momentos de “desacople”, como por ejemplo durante las grandes guerras mundiales o, en el lenguaje de la primera Cepal, en los momentos de “crisis en el Centro”, en los que se limitaron o cortaron importaciones y apareció el imperativo de sustituir lo que antes se compraba al exterior. Desde la perspectiva de la falsa armonía del país agroexportador el gran problema fue que durante estas experiencias de desacople, la estructura productiva se diversificó, diversificando con ella la estructura de clases asociada. Se abrió así una dimensión política de no retorno. Mientras las nuevas clases emergentes no estaban dispuestas a resignar sus reivindicaciones y desaparecer, las viejas oligarquías se sumergían en la añoranza perpetua por los tiempos calmos y ubérrimos del granero del mundo. La misma nostalgia que, transmutada, el régimen actual intenta remozar bajo el rótulo de “supermercado del mundo”. Debe recordarse de paso, que no se salió del modelo agroexportador por mera decisión política, sino por su propio agotamiento estructural; la expansión de la frontera agrícola había dejado de alcanzar para satisfacer las necesidades de una población creciente.

Estimados cultores del bobismo político y económico: no fue “el peronismo” el causante de todos los presuntos males, fue la inevitable diversificación de la estructura de clases asociada a la transformación de la estructura productiva. A más desarrollo, más diversificación y menores posibilidades de regresar al mítico pasado armónico. De hecho los países que menos generalizaron su industrialización, es decir, que menos diversificaron su estructura productiva, son aquellos en los cuales la dominación social presenta menos resistencia y problemas de legitimación, como es el caso paradigmático del neoliberalmente admirado Chile.

La proyección, entonces, es que en estructuras económicas como la argentina, resulta difícil imaginar la continuidad temporal de las bajas salariales y la pérdida de derechos sociales y conseguirlo, al mismo tiempo, en un marco de estabilidad política. Dicho en los términos del bobismo: “el populismo siempre estará al acecho”.


Lunes, 5 de junio de 2017

   

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