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POR GUARINO
No llores por mí, Argentina
Lo indignante no es Macri. Ni siquiera el llanto de emoción que el Presidente exhibió en el cierre del espectáculo Argentum, con el que obsequiaron a los líderes del G20 en el Teatro Colón. Lo indignante es la utilización política permanente que el círculo rojo está siempre atento a realizar de Macri. Eso a pesar de la utilización política de Macri ejercida por el propio Macri y su entorno más próximo.


Para dejarlo en claro. Macri es Macri, incluso en medio de crisis emocional de llanto. Fue el dramaturgo francés Jean Anouilh quien señaló que “uno no puede llorar por todo el mundo, está más allá de la fuerza humana; uno debe elegir por quién llorar”.

No es que el Presidente no pueda emocionarse. Pero en una Argentina con hambre y desempleo donde lo peor de la crisis no ha pasado y donde la deuda externa será una carga que limitará la recuperación, hubiese sido preferible registrar algún gesto presidencial que tuviese en cuenta esta realidad. Y que ese gesto, en lugar de ser simbólico, hubiese sido real a través de la negociación del presupuesto, las condiciones en las cuales se tomó el préstamo del FMI, las políticas domésticas en materia de salud, educación, actividad económica, tarifas, combustibles, vivienda, desarrollo social, etc. Los problemas que atraviesa la Argentina en materia social y económica son producto de las políticas que Cambiemos implementó cuando llegó al poder. A nadie escapa que algunas de estas cuestiones, sobre todo financieras, no eran nuevas. Pero habrá que aceptar que se han profundizado, con un agravante: la desigualdad y la pobreza crecen como consecuencia de esas decisiones.

Pero la indignación puede llegar por otra vía. La moderna gala en el Colón se basó en una sucesión de números de baile que alternaron el folklore con música moderna. La nota de color la dio Macri, que al finalizar el show no pudo evitar romper en llanto de la emoción mientras los músicos festejaban al grito de “Argentina”. El momento ocurrió ante mil invitados, entre comitivas oficiales, funcionarios, personalidades y periodistas argentinos. Macri y Juliana Awada estaban en el Palco Presidencial, rodeados de los líderes del foro. De pie, mientras aplaudía, las lágrimas de Macri llamaron la atención de su esposa y del mandatario porteño, Horacio Rodríguez Larreta. En un gesto inédito, la canciller alemana Angela Merkel lo consoló.

Lo sorprendente es la forma en la cual el mecanismo electoral, que es el andamiaje que forjaron hace años los principales sectores del poder económico en la Argentina, se puso nuevamente en marcha. Las lágrimas de Macri hicieron de puntapié instantáneo. El titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, afirmó que “Macri se emociona, pero hoy estaba realmente emocionado, por esa sensación de que los argentinos podemos”, sostuvo, y dijo que a la canciller alemana Angela Merkel también le brillaban los ojos al finalizar la función. Lombardi añadió que “cuando toda la platea comenzó a cantar, ‘Argentina, Argentina’ fue un momento muy emocionante para todos (…) Había mucha emoción contenida”.

La televisión pública se encargó de difundirlo. Pronto otras señales lo hicieron también. Las radios se subieron a la ola. Las imágenes —y su correspondiente interpretación— circularon por las redes sociales. Se sumaron las palabras de otros funcionarios. Los equipos de comunicación de Marcos Peña empezaron a viralizar las imágenes y el propio Macri tuiteó un breve corto con su emoción. Los trolls de las redes sociales bajaban interpretaciones, todas fundadas en la sensiblería. Aquí y allá varios editorialistas se molestaron en hacer columnas para subrayar el gesto. Hubo directivos de los principales medios que se decidieron a expresar lo que habían vivido. Empresarios que elogiaron el gesto. Y otros que leyeron en esa emoción a un Macri “más humano”. Algunos hablaron de “liberar las tensiones del poder”, otros del “renacimiento del gobierno” o de la “redención” que significó, “después de un año durísimo”.

El llanto fue un salvoconducto, una especie de señal de largada, materia prima para una maquinaria ansiosa por salir a rodar con la campaña electoral cuando la economía no da señales que justifiquen ese consumo de energía, dinero y tiempo. Hay sectores de la economía que han ganado millones de dólares en los últimos años y no quieren que Macri se vaya del poder. Ni siquiera están dispuestos a aceptar que alguien como María Eugenia Vidal asuma esas responsabilidades. Lo quieren a Macri. El mismo Macri que llegó al poder a fines de 2015 y que con gestos de ilusionismo y algo que roza el fraude electoral fundado en promesas, llegó a la presidencia. Más viejos, más experimentados, e incluso más permeables que nunca a los dictados del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los intereses económicos que financiaron la campaña de Macri vuelven a sacar las cuentas y parecen estar dispuestos a solventar la nueva aventura. Sobre todo, si a ese Macri se le puede sumar algo nuevo, inspirador y nuevamente ambiguo: por ejemplo, algo de humanidad y emoción.



Domingo, 2 de diciembre de 2018

   

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