Viernes, 26/4/2024   Paso de los libres -  Corrientes - República Argentina
 
LA FORTALEZA
Crónica de la presentación de «Sinceramente», el libro de CFK, en Cuba
Cuba es un territorio que el cliché asocia al tabaco, las playas y el ron, pero su capital más notable son los mitos.


La imagen del Che brilla en la Plaza de la Revolución, pero también en el poster desteñido por el sol que ocluye la luneta trasera del bus. Como si quisiera darme la razón, el chofer que me lleva del aeropuerto Martí al hotel confiesa que se llama Adonis. El Nacional es un edificio magnífico, pero nada lo embellece más que sus fantasmas. Este es el hotel donde Sinatra y Ava Gardner pasaron su luna de miel. Marlon Brando se hospedó en el sexto piso. Cuando creo que nada podrá empardar ese brillo, un cuadro perdido en un pasillo me informa que pasó por aquí Muhammad Ali. En la puerta del restaurant hay un cuadro que consigna el plato favorito de sus comensales distinguidos. Winston Churchill cenó pollo asado con salsa cazadora y langosta Thermidor. Walt Disney pidió frijoles negros con chiles picantes. Jean-Paul Sartre coronó la velada con un cheesecake. Sobre la margen izquierda, apenas por encima de Gary Cooper, está el pedido («Filete de pescado de lomo de atún») y la foto de Cristina Fernández de Kirchner.

Mi recuerdo de la Cuba que visité a comienzos de los ’90, cubriendo el festival de cine para el diario Sur, es difuso: el descubrimiento de Spike Lee en el cine Yara a través de Haz lo correcto, el helado de Coppelia, Ricardo Espalter confundiendo a las robustas azafatas de Aeroflot con sus demandas en ruso trucho. Lo más persistente es la memoria de la angustia que el ciudadano común sentía, a causa de la llave al cuello que supuso la combinación del bloqueo y la caída de la Unión Soviética. (El documental de Netflix Cuba and the cameraman retrata ese período con precisión.) Pero eso importa poco, porque aquí todos dicen que «este es otro país». Puede ser. Aunque algunas cosas siguen inalterables. La Habana todavía es la ciudad donde circulan más autos rosas por kilómetro cuadrado. Cuando hay tormenta, como la hubo el viernes, las olas rompen contra el malecón y producen gigantes de espuma. El chofer que me lleva a la Feria del Libro dice que los ciclones meten el agua en la ciudad, siete cuadras adentro. Aunque este conductor no tiene un nombre altisonante, también es sensible a los mitos. Explica que el hombre ganó esos metros de costa a base de prepotencia, y agrega: «Pero el mar no deja de reclamar lo que siempre fue suyo».

Todos los países tenemos nuestros mitos. En la Argentina, por ejemplo, la baraja está más mezclada. Compartimos la tenencia del Che, tenemos a Eva y a Maradona —que también cenó en el Nacional y figura en el mismo cuadro, con una pizza en su haber—, pero al mismo tiempo cargamos con mitos horrendos, dignos de la etapa negra de Goya, que explican algunos de nuestros padecimientos. Lo cual me recuerda que algunos de los argentinos que vinieron a Cuba para esta Feria del Libro compartieron vuelo con González Fraga y López Murphy. Estos dos no vinieron a Cuba, no se asusten. Se apearon del avión en la primera escala — o sea, Panamá.

Pero en Cuba, y en particular en esta ciudad que está cumpliendo 500 años, los mitos tienden a ser luminosos. (El slogan de una de las empresas de autos viejos que abundan en La Habana, Grancar, revela que son conscientes de la demanda a la cual responden: Rentar una fantasía.) Y así como ocurre con las luciérnagas, una luminaria tiende a atraer a otra semejante. En este sentido, se podría decir que la relación entre Cuba y Cristina estaba llamada a suceder. La veo por primera vez el viernes en la casa que ocupa Florencia, para ultimar detalles de la presentación. Acaba de caminar un rato por los alrededores, en talante deportivo, y explica por qué se la ve radiante aunque la razón sea evidente: está bien porque Florencia —que en pocos días más cumplirá un año de permanencia en Cuba— está mejor.

Pero hace un año casi todo, en nuestro país, era oscuridad.

Del warfare al debtfare

La Feria Internacional del Libro de la Habana tiene lugar dentro de San Carlos de la Cabaña, una fortaleza colonial española que no se priva de las torretas, los cañones ni el foso reglamentario. La sala Nicolás Guillén es la más grande del predio y está llena a tope. Esperar la llegada de Cristina genera ocasiones excepcionales, como la de conversar tras bambalinas con el Presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, sobre sus músicos argentinos favoritos —Charly y Fito—, mientras de la sala llegan voces coreando la versión aggiornada del cantito militante. Ya no es más Vamos a volver.
Ahora es: Oh… ¡ya volvió!

Ella llega encaramada a un par de tacones olímpicos. Pide un mínimo respiro, un trago de agua y arrancamos con la primera presentación internacional —y la primera desde que asumió como Vicepresidenta— del libro Sinceramente.

Puede sonar caprichoso hablar de un libro tan argentino aquí en La Habana. Y sin embargo Cuba tiene mucho que ver con su escritura. Para empezar, el capítulo que abre el libro terminó de escribirlo acá. Pero no estaba en La Habana de vacaciones, precisamente. Había terminado aquí a consecuencia de su desempeño como Presidenta durante dos términos, que determinó la persecución político-jurídica que la tuvo como blanco pero no sólo a ella, sino también a su familia. Y que se ensañó particularmente con el único miembro de la familia que no había optado por una vida política: su hija Florencia.

«En materia del lawfare, la Argentina significó un capítulo especial», dijo. «Porque en el contexto de Latinoamérica todos vimos lo que hicieron con Lula, con Correa y recientemente con Evo. Pero el lawfare en la Argentina tuvo una característica adicional. Un componente mafioso, porque sólo las mafias apuntan también contra las familias. Y por eso persiguieron a mis hijos y en particular a Florencia, porque advirtieron —por mi vida cotidiana— que ella significaba un lugar especial para mí. Yo iba permanentemente a verla a ella y a su hija, mi nieta Elena. Hablo de una madre sola, con su hija… Vieron un lugar donde podían doblegarme, horadarme — hacer esas cosas que ellos saben hacer tan bien. Pero Florencia hoy está aquí, y por eso quiero agradecer muy especialmente a las autoridades de Cuba y a sus profesionales médicos. La fama de los médicos cubanos está muy bien ganada. La diagnosticaron adecuadamente y hoy —confirma— ella está muchísimo mejor».

Lawfare es un término en inglés que juega con la palabra compuesta warfare. War significa guerra y fare viene de la expresión del inglés arcaico faer, que significa camino, modo o forma de ser. Un neologismo perfecto: porque al remplazar «guerra» por law, ley, indica que la idea es precisamente esa, seguir por el camino de la guerra pero apelando al sistema judicial. Para ponerlo en nuestro idioma: lo que hicieron fue combatir a les dirigentes polítiques del campo popular, eludiendo la violencia explícita de los ’70 pero recurriendo a cambio a fiscales y jueces corruptos.


POR FIGUERAS


Miércoles, 12 de febrero de 2020

   

Tel: 03772 - 422647 | contacto@elpasodeloslibres.com.ar
| San Martín 1135 - Paso de los Libres - Corrientes
| Director: Juan Sebastián Fiori
Copyright ©2013 | www.ElPasoDeLosLibres.com.ar Todos los derechos reservados.