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OTRO 17 DE OCTUBRE
Recordar el origen para reafirmar nuestra esperanza
Hace 75 años irrumpieron el afán de justicia, la humildad y la solidaridad encarnadas en una multitud pacífica y alegre en su determinación, y por ello insoslayable de allí en más. Esta lectura del peronismo nacido aquél 17 de octubre no impide reconocer los desafíos coyunturales del gobierno de Alberto y Cristina, de cuyo entramado dramático somos testigos y actores en nuestra vida cotidiana. Sólo intenta recordar el origen, para reafirmar nuestra esperanza.


«El peronismo que nace el 17 de Octubre es la primera victoria real del espíritu del pueblo sobre la oligarquía.»
Eva Perón, cuarta clase del Curso de la Escuela Superior Peronista, 12 de abril de 1951.

Durante 75 años el peronismo ha sido objeto de estudio, análisis y polémica desde las más variadas disciplinas. Entre la academia y el saber popular. Entre el escarnio más despiadado de sus enemigos – que lo invocan como la encarnación del Mal Absoluto – y la lealtad de les compañeres. Las sucesivas generaciones van tomando la posta y reeditan, reformulan, reencarnan una batalla que parece ya inmanente a nuestra identidad argentina.

Depuesto su primer gobierno, luego proscripto (en nombre de la libertad, claro), perseguido, fusilado, mutilado, torturado y desaparecido, el peronismo vuelve, para insistir.

No parece discutible su vigencia esencial, por más ocasiones en que lo hayan dado por muerto.

Compadezco tanto al viejo antiperonismo como al nuevo: imagino que somos para ellos una pesadilla que no tiene fin.

Somos, en efecto, persistentemente incorregibles.

No es mi intención aquí proponer abordajes conceptuales novedosos en las vísperas de un nuevo 17 de octubre. Hay ya muchos que lo hacen con solvencia suficiente.

Me interesa señalar que la historia del peronismo reconoce la alternancia entre dos momentos: 1) el de la preparación para gobernar; 2) el de gobernar.

Las «etapas preparatorias» incluyeron frecuentemente todas las consecuencias de la negación de nuestra existencia.

Se nos prohibió Ser.

Les salió mal: aunque miles de los nuestros hayan entregado su vida para ello.

Como complemento simpático – a veces empático – hay quienes durante las dos instancias se dedican a comentar qué es el peronismo, qué debería hacer la próxima vez que gobierne y qué no debe seguir haciendo cuando gobierna.

Sin querer agregar un comentario más, quiero compartir una nota personal: la sentencia de Eva que encabeza esta nota siempre fue para mí la más profunda y completa descripción de aquella jornada fundacional.

No por casualidad, también la más sencilla y la más bella, aún al lado de la prosa épica de Scalabrini o de la poética de Marechal.

Al decir que es «la primera victoria real» presupone que el conflicto es antiguo, dejando flotar que tanto el principio como el final del enfrentamiento trascienden el tiempo que nos toca, pero además que hubo otras victorias anteriores que no fueron tan «completas».

Eva explica a los compañeros en la misma exposición, que la Revolución Francesa no la hizo el «pueblo» sino la burguesía.

El Partido Justicialista de General Pueyrredón recuerda a Eva Perón a 101 años de su nacimiento – El retrato de Hoy

Vaya una definición: el peronismo convocó y se nutrió de los sectores sociales más postergados de la sociedad argentina del 45: no había «más abajo». De aquí la categoría de «pueblo» y más precisamente la de «pueblo peronista», en construcción permanente – campo de batalla tan cotidiano como el lenguaje – y con límites flexibles en cuanto a su composición sociológica, pero siempre empezando por «los últimos».

De ahí el carácter plebeyo del movimiento, carácter que constituiría su identidad medular a lo largo de décadas, y el punto de partida de su desafío político permanente: rescatar a los sectores medios embelesados por el modelo del oligarca feliz que «ostenta su dinero».

Carácter «plebeyo» que pasó a constituir el argumento y objeto principal del odio de «los de arriba», pero no solamente.

Cuando fue gobierno, el peronismo fue un formidable generador de ascenso social. Sin embargo, una buena parte de la clase media hija del peronismo desarrolla la creencia de que merece redimirse de su pecado original: haber nacido en la clase trabajadora. Para lograr esa redención intenta emular el modo oligarca de estar en el mundo. Una fantasía tan vana como patética, como patético es ignorar el propio origen, o despreciarlo.

En la misma frase que estamos recordando, Eva menciona, configura y constituye para siempre al enemigo en esta lucha trascendente, y vale la pena citar otros párrafos de la misma conferencia en los que se explica:

«Yo le tengo miedo al espíritu oligarca, por una simple razón. El espíritu oligarca se opone completamente al espíritu del pueblo… la causa de todos los males de la historia de los pueblos es, precisamente, el predominio del espíritu oligarca sobre el predominio del espíritu del pueblo. ¿Cuál es el espíritu oligarca? Para mí, es el afán de privilegio, es la soberbia, es el orgullo, es la vanidad y es la ambición…»

En otros momentos de la historia Eva señalará que le teme «más al oligarca que hay dentro de algunos peronistas que a los oligarcas de afuera del movimiento»

La acepción del término «oligarca» ya se distanció de los inicios aristotélicos y guarda parentesco pero no identidad con las definiciones de la sociología moderna: la condición de oligarca según Eva es una disposición del ánimo, es un temperamento en el orden de lo moral que excluye al otro, es la ausencia de una Ética que pueda culminar en la Política.

Hace 75 años irrumpieron el afán de justicia, la humildad y la solidaridad encarnadas en una multitud pacífica y alegre en su determinación, y por ello insoslayable de allí en más.

Los dueños del privilegio comprendieron inmediatamente que nunca más gozarían de la misma seguridad, y empezaron a acumular ese odio visceral que crecería con el decurso de la historia.

Desde la perspectiva historicista de Eva en sus clases, la condición humana viene debatiéndose a lo largo de miles de años en un enfrentamiento sin tregua entre dos «espíritus» que encarnan sucesivamente en hombres y mujeres diversos.

Pero del lado del espíritu del pueblo siempre están los últimos.

Esta lectura del peronismo nacido aquél 17 de octubre no impide reconocer los desafíos coyunturales del gobierno de Alberto y Cristina, de cuyo entramado dramático somos testigos y actores en nuestra vida cotidiana.

Sólo intenta recordar el origen, para reafirmar nuestra esperanza.

Después de todo, El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista, en virtud de la cual la Patria seguirá siendo el Otro.

POR ADOLFO ADORNO


Lunes, 19 de octubre de 2020

   

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