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EDUCACION EN CARCELES
Un derecho sometido a premios y castigos con pocos resultados
Con una amplia oferta, la Unidad Penal N° 1 se ubica en una situación privilegiada en nivel educativo en contexto de encierro, pero la calidad y los pocos resultados siguen siendo una tarea por resolver. La referente de la Red de Derechos Humanos e integrante del Colectivo Yahá Porá afirma en la necesidad de crear espacios que funcionen como nexo con el afuera para que los presos correntinos tengan una reinserción inmediata.


Hace unas semanas, la Unidad Penal 1 celebró el lanzamiento de la primera carrera terciaria que se iniciaría el próximo año. Se trata de la Tecnicatura en Gestión Informática que hasta el momento cuenta con 34 preinscritos y pasa a ser una oferta más de inclusión a la educación en contexto de encierro.

Al respecto, Hilda Presman expresa que “éste fue un camino que se empezó a transitar y que aún quedan muchas cuestiones por resolver” a su vez remarcó con énfasis la importancia de que se debe “contemplar el contexto y procurar que no decaiga la calidad educativa por el hecho de estar en la cárcel”.

La referente de la Red de Derechos Humanos e integrante del Colectivo Yahá Porá en una entrevista con ellitoral.com.ar sobre la educación en cárceles abordados por los programas formales como también del trabajo que se lleva acabo desde la Red y el Colectivo con sus respectivas bajadas a la realidad carcelaria correntina.

Sin dar vueltas, Presman afirma que la UP N°1 posee “una gran población con escolaridad muy baja e inclusive analfabeta” pero a su vez aclara que “es una unidad privilegiada” ya que posee todos los niveles formales planteados en la instancia de educación para adultos y hasta un Centro de Formación Profesional que presenta un abanicos de propuestas para estudiar oficios durante los años de condena.

Auxiliar de panadería, herrería, electricidad, reparación de PC, mecánica de motos son algunas de las propuestas a la que pueden concurrir alumnos varones del Penal 1 y de la Granja de la Unidad Penal 4, pero así también existe una gran parte de los aproximadamente 400 presos que no puede hacerlo por cuestiones de seguridad.

Aunque las propuestas sean variadas, otra realidad es que de los entre 20 a 30 hombres que se inscriben para realizar algún ciclo escolar, cerca de seis lo culminan. Presman supone que la razón de la deserción puede deberse a que “la primaria en el penal es muy pobre” situación que desfavorece la calidad del aprendizaje del preso que pasa de nivel con “una base muy endeble y sin la incorporación de elementos necesarios” .

Esta situación pone en escena diversas críticas al sistema carcelario vigente, que van desde la calidad de la educación, el sistema de premios y castigos, instituciones y organismos ausentes, la poca vinculación que se les ofrece a los presos con el afuera, y el estar sometido a un constante control que “los infantiliza”.


Un derecho enmarcado bajo “premios y castigos”

La educación en las cárceles es un derecho pero ¿son realmente estos tan efectivos como se los presenta? La brecha entre las formalidades y la realidad parece estar cada vez más marcadas en estas áreas y la desigualdad cada vez más latente.

Hilda Presman afirma que la educación dentro del sistema penitenciario, desde la manera en la que está planteada, pasa a ser un deber más que un derecho ya que si no participan, los presos tendrán “rebajas en las calificaciones” impidiendo el progreso penitenciario y las salidas anticipadas ya que como tantas otras instancias está atravesada por la lógica de “premios y castigos”.

Según comenta, el régimen posee un sistema de progresividad propuesta en diferentes períodos, por lo que el preso avanza en función de las calificaciones de conducta y concepto. En esta última, el 90% es medido por su asistencia a la escuela: “podés trabajar, cumplir con las normas disciplinarias de higiene, respeto de convivencia, pero si no vas a la escuela tenes concepto tres”, asegura.

De esta manera, la educación es planteada en términos de hasta obligatoriedad, reproduciendo el sistema de normas por encima del deseo de aprender, motivos que refuerzan la deserción escolar deslizado en los pocos presos que finalizan el ciclo.


El certificado de buena conducta: motivo de desigualdad laboral para los presos

“El certificado de buena conducta no existe, no es más que un certificado de antecedentes penales”, afirma con énfasis Hilda. En ese sentido expresa la desigualdad a la que son sometidos una vez en libertad: "va un ex preso con su título de auxiliar de panadería y le piden el certificado de antecedentes y por mas que reúna todas las condiciones entre una persona que estuvo presa y otra que no, van a elegir la que no”.

Los antecedentes que arrojan ese certificado tiene una validez de 10 años y “hay que vivir esos diez años” expresa. Entonces ¿cuanto sirve todas las capacitaciones si las cosas están planteadas de otra manera?, se pregunta.

En este planteamiento que se hace la entrevistada entra en juego el Patronato de Liberados, que, se atreve a definir como “una institución ausente” porque debería ser el nexo con el afuera y poseer un rol de asistencia social, situación que no ocurre y se segmenta únicamente al control.

Situación que lleva a la referente a la necesidad de “crear el vínculo con el afuera no con miras a futuro sino ahora mismo” ya que de lo contrario el preso “se aísla de la sociedad y queda anclado en el tiempo”.

Las condenas dentro de la UP Nº1 no bajan de los diez años, lo que en algún punto termina desamparando al preso que perdió contacto con su entorno familiar, laboral y al salir en libertad se encuentra solo. Esta estigmatización que sufre muchas veces es motivo de la reinserción.


Yahá Pora y la Red de DDHH apuestan a la revalorización del individuo

El eje que motoriza cada actividad coordinada por Yahá Porá y la Red tiene que ver con “una idea liberadora” sin el estímulo de que por su cumplimiento se adelantará la pena o tendrán algún beneficio.

“Lo que hacemos desde educación no formal, tiene que ver con instancias de superación personal, pero partimos de la base de que los que se acerquen lo hagan porque visualizan una manera diferente de relacionarnos y relacionarlos con el afuera, encontrándose con un espacio de libertad”.

Desde ambos organismos se intenta que la vinculación con el afuera se dé de manera fluida, a través de salidas a actividades culturales o ferias. Presman tiene la certeza de que si se acompaña la externación, la salida, se contiene y se generan vínculos para generar trabajos genuinos la gente no reincide: “no se puede aprender a volar dentro de una burbuja” finaliza.


Por Melisa Vega



Viernes, 17 de junio de 2016

   

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