Guerra comercial Desglobalizar para desoxidar  La decisión de imponer aranceles dejó entrever que EEUU perdió la carrera por la globalización. Cuáles son sus principales consecuencias en el mercado mundial y en la geopolítica.
El orden global del capital, alguna vez nominado imperialismo, se manifiesta por la dominación económica. Sin embargo, las relaciones de poder siempre conviven con el influjo cultural, eso que la sociología denomina “aparatos ideológicos de legitimación”. Por eso, lector, aunque usted no sea un asiduo visitante de Estados Unidos, es muy probable que sepa que el paisaje de Nuevo México, donde se filmó Breaking Bad, no se parece en nada al del Estado de Washington, en el extremo noroeste. Que en California hay playas donde se surfea, que en Boston y Nueva York los inviernos son muy fríos y que los jubilados yanquis comparten con las clases medias argentinas el amor por Florida.
Podríamos seguir con Texas, con el Misisipi, hay una serie o una película para cada locación. Luego, si usted da un paso más, si por ejemplo consume cine con mirada antropológica, seguramente habrá detectado que las elites intelectuales “woke” están en las costas, este y oeste, y que en el medio oeste, donde abunda lo que despectivamente sus connacionales llaman “basura blanca”, la población es más conservadora. Y en particular, rodeando hacia el oeste la región de los grandes lagos, se encuentra el estereotipo que aquí más nos interesa, el cinturón del óxido.
El “Rust Belt”, lo que quedó del cinturón de acero de las grandes industrias que rodeaban a la zona de los grandes lagos, es también la región de la cual surgió J.D.Vance, el actual vicepresidente de Donald Trump. Como usted es consumidor de Netflix –recién terminamos de hablar de “aparatos ideológicos”– es probable que haya visto una película que cuenta épicamente su historia, “Hillbilly, una elegía rural” (si no la vio, corra a verla), que no solo muestra la épica de un american self made man contemporáneo que, nacido en una familia pobre, se convertiría en vicepresidente a fuerza de tenacidad e inteligencia, sino la crisis del modo de vida de una sociedad producto de la decadencia económica, derivada a su vez de lo que en nuestras tierras llamamos “desindustrialización”. En pocas palabras, el óxido como metáfora impensada.
Esta decadencia es el punto verdaderamente en debate de lo que en la superficie se ve como la imposición trumpista de aranceles para todo el mundo. La visión del gobierno de Trump, brillantemente sintetizada culturalmente en el best seller autobiográfico de su vicepresidente, “Hillbilly Elegy”, después película, es que la decadencia de Estados Unidos es el resultado de su desindustrialización, que al expulsar sistemáticamente trabajadores puso en crisis el modo de vida americano. Luego, por extensión, ello puso en cuestión su hegemonía en favor de los nuevos estados industriales del resto del planeta, empezando por China y todo el sudeste asiático. Los aranceles, calculados en proporcionalidad directa con los déficits comerciales que Estados Unidos mantiene con las distintas regiones del planeta, aparecen entonces como la herramienta económica con la que el trumpismo apuesta a la reindustrialización que hará a América grande otra vez. MAGA no es solo economía, es sobre todo ideología y es, también, una forma de asumir el óxido.
El objetivo de los aranceles, entonces, es desglobalizar, porque fue globalizar lo que trajo el óxido. El capitalismo globalizado es conducido por las multinacionales, que a su vez son la expresión organizativa superestructural de las Cadenas Globales de Valor (CGV). Como su nombre lo indica, una CGV es una forma de producción desterritorializada o, mejor dicho, una en la que las distintas etapas del proceso productivo de un determinado bien, e incluso servicio, se distribuyen en distintas regiones del planeta en función de los menores costos, incluido el del trabajo, y de las estructuras impositivas y arancelarias. Un ejemplo común que se utiliza para graficar es el de la producción automotriz. Los materiales básicos se obtienen en una región, las autopartes en otra y el ensamble finalmente en otra. Lo mismo sucede con la electrónica. Piense el lector en Tierra del Fuego. Normalmente la multinacional centraliza la conducción estratégica, el diseño, la I&D, la logística y el know how, pero el resto de las etapas se distribuyen por todo el orbe. Si el lector está vinculado a cualquier gran empresa puede imaginarlo como si cada uno de los departamentos de la firma estuviese localizado en países diferentes de acuerdo a minimizar costos de todo tipo. Esta forma de funcionamiento del capital tiene muchísimos efectos. Uno de los principales es el aumento de las escalas productivas de entrada. Al aumentar las escalas se reducen los costos, lo que reduce la competitividad sistémica de las escalas más pequeñas, que tienden a desaparecer. El capital se concentra.
Trayendo estos procesos de desarrollo de las CGV a la Argentina, son los que explican el agotamiento de la ISI a partir de mediados de los años ’70 del siglo pasado. Pensar en volver a la ISI en mercados de pequeña escala relativa, como el local, aparece como una imposibilidad fáctica, en tanto se requerirían niveles permanentes y crecientes de protección arancelaria para no perder competitividad con los productos importados, los producidos por las CGV. Comprender estos procesos resulta esencial para pensar y diseñar el desarrollo productivo del futuro, pero no derivemos.
Recapitulando, aunque suele enfatizarse en su dimensión financiera, la globalización fue básicamente productiva, su expresión fue la desterritorialización expresada por el desarrollo de las CGV y el cambio en las escalas de producción. Los países donde el trabajo era caro sufrieron la desterritorialización del trabajo. Cuando un trabajador estadounidense compra, por ejemplo, un auto chino, está comprando también trabajo chino y, lo que es todavía más significativo, no está comprando trabajo en su propio país. Su país pierde trabajo, sus fábricas cierran, el óxido se expande y el american way of life se corroe hasta las epidemias de fentanilo. Esta es la lectura del trumpismo, para nada alejada de la realidad.
El debate del presente es cómo decidió Estados Unidos, Trump, combatir el problema. El razonamiento fue que, si la dificultad de origen era la desterritorialización de la producción, la solución era la “reterritorialización”, pasar del “off shore” al “in shore”. Si la desterritorialización se produjo por diferencia de costos, la “solución” es alterar esos costos por la vía arancelaria. El problema es que interferir en los costos de las CGV significa, literalmente, cambiar las reglas de juego del orden económico global tal cual funciona al menos desde los acuerdos de Bretton Woods.
Los efectos serán multidimensionales. El primero será el cambio en los precios de los productos para los consumidores estadounidenses. Argentina, que protege fuertemente muchos de sus mercados, un país donde los consumidores pagan la ropa, los autos y los electrónicos más caros que en el resto del mundo, puede servir de ejemplo.
En segundo lugar, como los aranceles subirán los precios y aumentará la inflación, aunque es probable que el salto sea de una sola vez antes que continuo, es altamente probable una suba de la tasa de interés estadounidense, lo cual tiene dos efectos, encarece los servicios de deuda e impulsa a la baja el precio de las commodities, una pésima noticia para la economía local, altamente endeudada y que tiene todas sus expectativas de éxito futuro concentradas en el aumento de las exportaciones energéticas y mineras.
En tercer lugar, el resto del mundo buscará colocar sus ventas a Estados Unidos en terceros mercados, pero lo mismo sucederá con las compras. La economía local es competitiva con la estadounidense, podría ocurrir, por ejemplo, que China le compre a Argentina la soja que antes le compraba a Estados Unidos. Pero lo mismo sucederá con las ventas de manufacturas. El balance preliminar es que puede ser bueno y malo para el país en distintas proporciones. Si bien el resultado es relativamente previsible, todavía es necesario observar el desarrollo de los acontecimientos.
Por último, en términos geopolíticos, el reordenamiento es menos previsible. Que Estados Unidos se cierre es una invitación a nuevas alianzas en el resto del planeta. Seguramente se observarán cambios en la dirección de los flujos del comercio y también el ocaso de organizaciones que fueron centrales en la globalización, como la OMC. Pero, en el límite, el “resto del mundo” puede funcionar sin Estados Unidos. Para China puede ser una gran noticia que acelere tendencias. Al fin y al cabo, la nueva batalla arancelaria es un reconocimiento de hecho de que Estados Unidos perdió la carrera de la globalización y, por ello, decidió cambiar radicalmente su estrategia. Es probable que estemos frente al nacimiento de un nuevo orden. Lo mejor está por venir. Para quien solo observa es tiempo de comprar pochoclos, aunque nadie saldrá indemne.
Domingo, 6 de abril de 2025
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