VIVIR DESPUES DE ONCE Testimonios de sobrevivientes, a dos años de la tragedia El relato de Leonardo Sarmiento, Norma Barrientos y Esther Luna, en un nuevo aniversario del accidente ferroviario que causó 51 muertos y 700 heridos Repetida cientos de veces en televisión y en los diarios, su imagen es tal vez una de las más recordadas de la tragedia de Once , que dejó 51 muertos y 700 heridos. Leonardo Sarmiento tiene 32 años y es uno de los 700 que vivió para contarlo. Su fanatismo por Boca quedó inmortalizado en esa imagen del momento de su rescate que él atesora en su celular, como si se tratara de un trofeo de guerra.
Cuatro horas estuvo en el primer vagón del tren hasta que lograron sacarlo. Luego pasó dos meses y medio internado en el Hospital Santojanni. El diagnóstico era aterrador: aplastamiento del ciático, fractura de pelvis, rotura de ligamentos, fractura de tobillo, y un corte en la oreja. La morfina lo mantenía vivo y aplacaba el dolor agudo y permanente.
Los primeros días parecía que iban a tenerle que amputar una pierna, pero gracias a los médicos eso no sucedió. En cambio, después de meses de una cirugía tras otra y de trabajo de rehabilitación, volvió a caminar.
A d os años de la tragedia que cambió su vida en un instante, Leonardo abandonó las changas de plomería y albañilería que hacía antes del siniestro y consiguió un trabajo como administrativo en la legislatura porteña gracias a su agrupación Solano Lima, en la que milita. El joven sueña algún día llegar a legislar "para ayudar a la gente".
Leonardo está casado con Mónica, pero hace más de una semana que viven en casas separadas, de amigos que los hospedan, porque desde el accidente no les alcanza el sueldo para pagar un alquiler. Decidieron abandonar el hogar en la que vivían con su madre y cuatro de sus seis hermanos en el barrio Carlos Gardel, en Palomar, y esperan encontrar algún lugar para vivir juntos.
Distinta es la historia de Norma Barrientos, de 47 años, que en la fatídica mañana de la tragedia perdió a su hija Karina Altamirano, de 15 años, que ese día le había rogado a su mamá que la dejara acompañarla al trabajo.
Tras el accidente, Norma estaba internada en el Ramos Mejía cuando recibió la terrible noticia: su hija había fallecido en el choque. Al instante abandonó el hospital en la misma silla de ruedas que la acompañaría durante seis meses.
La mujer fue recibida por la presidenta Cristina Kirchner en la Casa Rosada. Norma recuerda con angustia e indignación el encuentro: "Nos habló del corralito, y que ahí había quedado la plata destinada a los trenes", cuenta. Tras ese breve encuentro recibieron una tarjeta de crédito con 20 mil pesos para que cubrieran los gastos relacionados al accidente. Les exigieron que rindan tickets de los gastos.
Norma volvió hace unos meses a la casa de familia donde trabajaba antes del accidente. Ahora toma el colectivo de Moreno a Once que puso el Gobierno tras el choque pero nunca volvió a viajar en tren.
Esther Luna tiene 54 años. El 22 de febrero del 2012 subió al Sarmiento en la estación de Merlo, rumbo a su trabajo en Floresta. Tomó el tren anterior al de la tragedia junto con Carlos, su hijo menor, que trabajaba en un local de Once. En el andén se encontró con su otro hijo Federico Bustamante, de 19 años. Él y sus amigos retrocedían hasta Moreno para viajar sentados hasta Once, donde trabajaban en un local de ropa. Pasadas las 8.30 la nuera de Esther la llamó para avisarle del accidente. Preocupada, se comunicó con su hijo Carlitos que le avisó que Federico no había llegado al trabajo. Esther corrió a Once y vio junto a Carlitos cómo sacaban con vida a Florencia y a Alan, los amigos de Fede. Su hijo no aparecía. Recorrió desesperada todos los hospitales de la zona. Federico había perdido el DNI y por eso no figuraba en ninguna lista.
Sus hijos mayores, Pablo y Gustavo, se sumaron a la búsqueda en moto y en auto. Esther recuerda que siempre se preocupaba por la seguridad de sus hijos, pero nunca creyó que la tragedia viajaría en tren. Volvió a la casa alrededor de las 23, porque no tenía batería en el celular y temía que no pudieran comunicarse con ella. Sus hijos llegaron pasada la 1 de la mañana, con lágrimas en los ojos. No hizo falta que le explicaran porqué.
Esther también fue a la Casa Rosada y habló con la Presidenta. Le mostró entre lágrimas la foto de su hijo y le pidió ayuda. Ella tampoco tiene un buen recuerdo de ese encuentro: "Nos dijo que son los jueces los que dictan las leyes. Y nada más". Recibió los 20 mil pesos y rindió todos los tickets que le pidieron. Hoy se los siguen reclamando.
En la actualidad Esther sigue viajando al trabajo en el Sarmiento. Todavía le parece ver a su hijo Fede en el andén. Ella reclama justicia, al igual que Leonardo, Norma y todos los familiares y sobrevivientes de una de las peores tragedias ferroviarias del país..
Fuente: Lanacion.
Sábado, 22 de febrero de 2014
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