SOLIDARIDAD SIN FRONTERAS De Corrientes a África, una odisea para ayudar a los más necesitados ![](../galeria/affri.jpg) Un joven enfermero de la Cruz Roja local atravesó el Atlántico para llevar ayuda humanitaria a un grupo de refugiados de la guerra civil. Fue el sueño de su vida y junto a voluntarios soportó todo tipo de dificultades para cumplirlo. Ahora planea ir por más. Cristian Almirón es un joven enfermero recibido hace poco más de un año en la Cruz Roja. En noviembre cumplió el sueño de su vida al hacer pie en África para llevar ayuda humanitaria a un grupo de chicos huérfanos de la guerra civil. En diálogo con EL LIBERTADOR, contó los pormenores de su experiencia en uno de los lugares más pobres del planeta y recordó la fortaleza de la fe que le ayudó a llevar adelante su labor. "Hay que estar en esa clase de situaciones para que uno se dé cuenta del valor que tienen las cosas de todos los días", remarcó.
Su aventura comenzó a mediados de octubre pasado, al enterarse de que un grupo de cuatro personas iba a viajar hasta la República Democrática del Congo. Tenían por objetivo el realizar un trabajo espiritual y humanitario en el Ministerio de la Gracia, un refugio para los "niños de la guerra", como se conoce a los pequeños que perdieron a su familia durante la guerra civil que le costó la vida a más de seis millones de africanos desde el '98 hasta finales de 2013.
"La movida comenzó en la iglesia evangélica y la verdad es que se hizo todo muy rápido. Me enteré que el grupo iba, me interesó porque fue lo que siempre quise. Nos pusimos en contacto, comencé a trabajar y en 45 días, con ayuda de muchas personas, pude juntar la plata que necesitaba para los pasajes y una cantidad impresionante de donaciones", recordó.
El refugio se encuentra en una provincia de nombre Uvira y funciona desde 2006, cuando lo fundaron dos pastores, quienes también perdieron a sus familias en la guerra. "Estas dos personas tuvieron la suerte de que cuando quedaron solas, las adoptó un misionero y las ayudó a salir adelante. Hasta pudieron ir a la escuela, y uno de ellos tiene un título universitario. El hogar fue creado con mucho esfuerzo y se mantiene gracias a la solidaridad de personas de otros países. Hoy tiene de 32 a 40 chicos, de entre 5 y 14 años, a los que cuidan, alimentan y mandan a estudiar. Realmente lo que hacen es muy sacrificado porque en ese lugar, así como son extremadamente pobres, la vida es muy costosa y todo se paga casi a precio dólar", contó Cristian.
OTRA REALIDAD
El joven correntino viajó con una mujer de Rosario, otra de Buenos Aires y un matrimonio de Venado Tuerto. "Les llevamos más de 250 kilos de donaciones, entre ropa nueva, juguetes, medicamentos y alimentos. Fue mucho para que se haya juntado en tan poco tiempo, pero sus necesidades son tan extremas que es como si nunca fuera suficiente. Por sólo dar un ejemplo, en el hogar se come dos veces al día, cuando tienen alimentos suficientes, sino sólo una vez y listo; son cosas que acá, al otro lado del mundo, muchas veces ni las podemos imaginar", agregó.
"Nuestro trabajo fue más bien humanitario y espiritual, fuimos a predicar, a llevarles lo que pudimos y evaluar la situación en la que se encuentran. Ahora trabajamos en un nuevo viaje, pensamos ir más tiempo y hacer más cosas.
Por un lado, fue el sueño cumplido. Cuando pisé Africa, no podía creer que estaba haciendo lo que me propuse desde que tengo siete años. Pero, por el otro, es muy fuerte ver cómo están viviendo esas personas con tanta pobreza y violencia a su alrededor", expresó.
"Son chicos alegres, a pesar de que crecieron en un ambiente marcado por la violencia" El trabajo del joven enfermero correntino y las cuatro personas que viajaron con él hasta la República Democrática del Congo duró casi tres semanas. "En esos días hicimos muchas cosas, aunque nuestra tarea principal era estar con los chicos del refugio, enseñarles, ayudarlos con sus tareas, prepararles sus comidas, sacarlos a pasear, jugar con ellos y acompañarlos a la escuela", contó.
"Pero a pesar de todo los que les tocó vivir, son personitas muy alegres. No los entendíamos cuando hablaban, porque su idioma es el suajili y nosotros hablábamos en inglés, pero como querían jugar todo el tiempo, nos tomaron confianza muy rápido. A mí, por ser el más grande (Cristian mide cerca de dos metros de estatura), me llevaban al lago Tanganika, que atraviesa la ciudad, para nadar, subirse a mi espalda y saltar al agua", recordó entre risas.
Sin embargo, recordó que el ambiente que los rodea está marcado por la violencia y destacó que es ese uno de los mayores inconvenientes a la hora de intentar ayudarlos. "Llegamos dos meses después de que se firmó la paz entre el Gobierno y la guerrilla. Dentro del hogar, con los chicos, todo era muy lindo. Pero afuera había soldados de las Naciones Unidas por todos lados. A los pastores lo que más los preocupaba era que salgamos solos, porque el clima era bastante tenso y era chocante ver que todos andaban armados", comentó.
El joven quiso resaltar finalmente la capacidad de superación de cada uno de los niños, pese a las circunstancias que les tocó vivir. "Ellos estaban contentos todo el tiempo y como nunca reciben visitas, querían jugar en todo momento. Era muy lindo ver cómo festejaban cuando recibían las cosas que les llevamos. Son chicos que crecieron en un ambiente marcado por la violencia extrema y aún así siguen adelante y con toda la inocencia. Ellos y las personas que los ayudan son un verdadero mensaje de esperanza".
Navidad y Año Nuevo, el próximo objetivo Cristian y el grupo que compartió su aventura solidaria tienen previsto un nuevo paso para finales de este año. Según comentó, esta vez quieren regresar al hogar para pasar la Navidad y el Año Nuevo con los chicos y los pastores. "Si la primera vez estuvimos tres semanas, ahora pretendemos ir por más tiempo, llevar más donaciones y preparar actividades que los ayuden a mejorar sus condiciones", resaltó.
En este punto describió que el principal problema es la mala nutrición de la población en general. "A los que les alcanza, comen todos los días lo mismo, un plato de arroz hervido con pescaditos fritos, porotos colorados y una masa de harina y agua. El resto sobrevive como puede.
Pero vemos que es una cuestión cultural, porque nadie les enseña a ocupar las tierras fértiles que tienen", destacó. Sobre la última aclaración, adelantó que una de las ideas para el próximo viaje es llevar semillas y ayudarles a plantarlas durante el tiempo que estén. "Queremos que aprendan a producir sus propios alimentos, así mejoran su alimentación y al mismo tiempo dejan de depender tanto de las donaciones que les llegan de vez en cuando".
Respecto a las donaciones, Cristian dijo que ya comenzaron con la colecta y que cualquier persona, sea cristiana o no, que quiera ayudar a la causa, puede hacerlo sin ningún problema. "Mientras más seamos, mejor. Para sumarse a esta campaña todos tienen las puertas abiertas, porque lo importante es ayudar al otro", finalizó.
Sortear el abismo cultural, la prueba más dura para llevar el mensaje de esperanza
A pesar de que se trató de algo que quiso hacer desde muy pequeño, para Cristian cumplir su sueño no fue nada fácil. "Desde juntar la plata y las donaciones, empaquetarlas y llevarlas, hasta quedarnos allá, hay que tener mucha fuerza de voluntad, porque las condiciones son extremas. Es un esfuerzo solidario pleno, porque hay que ir pensando en que nada, absolutamente nada, es parecido a lo que uno está acostumbrado", indicó.
Así recordó que uno de los mayores problemas, después del idioma y la tensión en el ambiente, fue la falta de agua potable y la escasez de alimentos. "Nosotros modificamos nuestra dieta para adaptarla a la de ellos. Dejamos de comer carne durante el tiempo que estuvimos ahí, porque directamente no se consigue o es muy cara. Y el agua que teníamos, había que hervirla y después pasarla por el purificador para poder tomarla. Yo me sentía mal porque no podía evitar extrañar la carne y ellos consideraban eso un verdadero lujo".
El enfermero recordó además que los últimos días se llegó a enfermar porque su estómago no estaba preparado para el cambio abrupto al que se sometió. "Fueron cosas que podían pasar. Lo importante es que a pesar de todo pudimos cumplir lo que nos propusimos. Es una muestra de que con voluntad y fe las cosas salen bien".
Fuente: Ellibertador.
Martes, 25 de febrero de 2014
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