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NARCOTRAFICO
La sombra del “Chapo” Guzmán en la Argentina
México y EE.UU. advirtieron en el 2008 de la entrada del cartel de Sinaloa. El Gobierno los desoyó.Las iglesias del Chaco como tapadera. Sospechas sobre una entidad judía y la venta de jugadores.

“No dejen que entren. Una vez que están adentro, no se los sacan más”, fue la advertencia a los argentinos en septiembre de 2008 del gobierno mexicano que ya soportaba treinta años de narcoguerra. Ni en la Casa Rosada ni en la Cancillería ni en los ministerios de Interior y Justicia escucharon nada. “¡Es una descortesía y total falta de interés, vamos a presentar una protesta formal!”, lanzó firme del otro lado del teléfono el vicecanciller mexicano Gerónimo Gutiérrez al entonces embajador argentino en el DF, Jorge Yoma. El Procurador General de la República (equivalente a ministro de Justicia) Eduardo Medina Mora Icaza, actual embajador mexicano en Estados Unidos, había estado en Buenos Aires para tratar el tema de la entrada de los carteles de la droga de su país en Argentina y no había conseguido ninguna reacción. Desde Washington presionaban para que se tomaran acciones firmes contra el comercio de químicos que estaba abasteciendo a los narcos mexicanos para elaborar drogas sintéticas. Y ya estaba prevista la visita del presidente Felipe Calderón a Buenos Aires para dos meses más tarde. Un hecho fortuito hizo que todo se calmara por unos días. El esposo de la canciller mexicana es un correntino que hizo de mediador informal.

Posteriormente, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Carlos Stornelli, recibió a una delegación mexicana y mostró interés en el combate contra las drogas. Pero el entonces ministro de Justicia, Aníbal Fernández, insistía: “No es cierto, acá no hay ningún cartel mexicano”. Yoma está ahora sentado en un cómodo sillón del Club Vilas de Palermo y confirma lo sucedido: “No había voluntad política de hacer nada. Creo que nadie en la clase política argentina tiene idea clara de la dimensión de lo que estamos hablando”.

Con la visita de Calderón en noviembre del 2008 y ante la insistencia de los mexicanos, se firmó un tratado bilateral de extradición. Cristina puso la firma a pesar de la oposición de algunos de sus ministros. Pero el acuerdo quedó dormido en los cajones del Congreso por cinco años. Terminó siendo aprobado de apuro en diciembre del 2013 sin que muchos diputados y senadores supieran la historia diplomática del documento. Para entonces, los mexicanos ya tenían 70.000 muertos de su narcoguerra y el cartel de Sinaloa que lideraba Joaquín el “Chapo” Guzmán, atrapado la semana pasada por la Marina mexicana gracias a la inteligencia aportada por la DEA estadounidense, ya operaba desde hacía mucho en la Argentina.

Entre los millones de cables diplomáticos revelados por la organización Wikileaks aparecen varios con la sospecha de que el propio Chapo Guzmán estaba en el norte del país. En el mensaje de un espía mexicano que reportaba a sus jefes en Stratfor, la agencia de inteligencia privada estadounidense, decía el 24 de noviembre del 2008 que el gobierno mexicano estaba convencido de que el Cartel de Sinaloa preparaba una importante playa de operaciones en la Argentina y que el tema era “top 5-7” en su lista de prioridades. El analista Marko Papic confirmaba todo esto a su jefe Fred Burton en Washington.

Aquí se había detectado a una ex amante y operadora del Chapo Guzmán, María Alejandra López Madrid, después conocida como “la reina de la efedrina”. El 2 de mayo del 2008 se le había retenido el equipaje en el aeropuerto de Ezeiza junto al de su amiga Petra Torres cuando se embarcaban hacia México. Encontraron unas latas con una sustancia sospechosa pero como no había equipos especiales para analizarla se les retuvo el cargamento y las pasajeras pudieron salir del país sin problemas.

Llevaban 20 kilos de efedrina, una sustancia que se utiliza en la elaboración de aspirinas y broncodilatadores y que los narcos necesitan para elaborar las redituables drogas sintéticas que se consumen como caramelos en las “fiestas” estadounidenses. Para entonces, esta mexicana alta, delgada, atractiva, de 47 años, ya había comenzado la expansión del cartel de Sinaloa en la Argentina a través de iglesias evangélicas. López Madrid se contactó con el argentino Gilberto Monzón, que custodiaba un templo denominado “La Roca” que estaba casi abandonado en la ciudad de Resistencia. Lo rebautizaron como “Iglesia Evangélica del Nuevo Milenio” y trajeron a un supuesto predicador mexicano llamado Jerónimo López Valdez que decía ser un profeta. Un día desaparecieron diciéndole a Monzón que irían a Paraguay y traerían “importantes fondos” para construir otras dos iglesias cerca de la frontera. De acuerdo con el periodista mexicano José Reveles, autor de El cartel incómodo, la orden de levantar las iglesias provino directamente del Chapo Guzmán que se había tomado muy a pecho esa tarea desde que le había construido un templo para su devota madre en su pueblo natal de La Tuna, en Sinaloa.

El permiso para operar fue otorgado rápidamente por el entonces subsecretario de Culto y Gobierno provincial, José Mongeló, quien a fines del 2011 asumió como diputado nacional del Frente para la Victoria.

El amor terminó traicionando a López Madrid. En mayo del 2009 volvió a Asunción para encontrarse con su novio, Leobardo Gaxiola, que estaba preso allí por tráfico de efedrina, y la policía paraguaya la detuvo en el aeropuerto Pettirosi por orden de Interpol. Tres meses después la extraditaron a la Argentina. El 8 de octubre de 2010 fue condenada a cinco años de prisión por tráfico de efedrina para el cartel de Sinaloa Para ese entonces, la industria farmacéutica argentina necesitaba entre 0,8 y 1,2 toneladas de efedrina para la producción de medicamentos. Pero de acuerdo con la consultora internacional DataMyne que sigue las cifras de importación y exportación de químicos en el mundo, la Argentina importó 22,5 toneladas de esa sustancia en el 2008. Al año siguiente bajó a 14 toneladas que entraron en 39 envíos y un año más tarde se llegó al número más bajo de 11,8 toneladas cuando el tema ya era tapa de los diarios.

Pero en el 2011 volvió a subir a 18,6 toneladas y una cifra parecida fue la del año siguiente, es decir 18 veces más de lo que se necesita para la industria legal. El kilo de efedrina llega a la Argentina a un precio aproximado de mil dólares. Los carteles mexicanos pagan hasta veinte veces más.

La periodista mexicana Cecilia González, autora de Narcosur, que acaba de ser publicado por la editorial Marea, consigna que de la agencia Notimex, donde trabaja, le pidieron que siga muy de cerca el tráfico de precursores químicos para los carteles de su país y que en apenas 50 días en la ruta Buenos Aires-Ciudad de México se secuestraron 171 kilos de efedrina. En agosto de 2009 la Policía Federal y agentes de la DEA realizaron la operación “El Mariachi”, en la que se descubrió un laboratorio de metanfetaminas con depósitos de 4.150 kilos de efedrina por un valor aproximado de 40 millones de dólares.

Entonces ya había estallado el escándalo del Triple Crimen. El 13 de agosto de 2008 encontraron en una zanja al costado de la ruta 6, en General Rodríguez, los cuerpos de tres jóvenes empresarios: Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. Los habían asesinado dos días antes. Forza y Ferrón se dedicaban a la compra y venta de medicamentos. Bina era un publicista amigo de la infancia que tenía una conexión con Jesús Martínez Espinosa, otro “rey de la efedrina”, que se encargaba de comprar la sustancia para venderla al cartel de Sinaloa y otros clientes que tenía en su nómina mexicana. El negocio era muy lucrativo para todos hasta que apareció un competidor, el argentino Ibar Pérez Corradi, quien contrató a dos pares de hermanos, Martín y Cristian Lanatta y Víctor y Marcelo Schillaci, para que se deshicieran de sus adversarios. Todos fueron condenados a prisión perpetua por los asesinatos en diciembre de 2012. Pérez Corradi, que ya era buscado por un caso de narcotráfico en el estado de Maine, espera el pedido de extradición de la justicia estadounidense. Martín Lanatta era hasta entonces un puntero político de Quilmes que se presentaba como instructor de tiro y agente de seguridad.

Tenía muy buenos contactos con Andrés Meiszner, el director del RENAR, la agencia que controla el tráfico de armas, y su secretario Alejandro Giancristóforo. Los tres, de acuerdo con una denuncia de la diputada Elisa Carrió, responderían políticamente al senador Aníbal Fernández.

En Ingeniero Maschwitz, para esa época se descubrió una casa- quinta con nueve mexicanos y un argentino elaborando metanfetaminas. Las enviaban a México en botellas de vino Viñas de Alvear. En el momento del allanamiento había allí suficientes materiales químicos como para elaborar 200.000 tabletas de “ácido azul”. El que estaba a cargo del laboratorio era Mario Segovia, considerado entonces como el contacto del “Chapo” Guzmán en la Argentina. En el 2012 fue sentenciado a 14 años de prisión.

El negocio de los precursores químicos comenzó en la Argentina en el 2006, cuando el presidente mexicano Felipe Calderón cerró por completo las importaciones de efedrina y seudoefedrina. Fue a raíz de un caso extraordinario en el que se descubrió que un empresario mexicano de origen chino, Zhenli Ye Gon, tenía camuflados en cada rincón de su residencia de Las Lomas de Chapultepec, el barrio más elegante del DF, fajos de billetes. La fabulosa suma total fue de 205,6 millones de dólares, 200.000 euros y 157.500 pesos mexicanos. La fortuna la había hecho el chino importando efedrina y acetato para los narcos. Uno de los últimos cargamentos que recibió su compañía Unimed Pharm Chem, en el puerto mexicano de Manzanillo, contenía 35.000 kilos de la sustancia N-Acetyl Pseudoefedrina que supuestamente había traído la importadora Emerald de un laboratorio de Hong Kong. Pero en realidad era todo una pantalla. Las empresas no existían y el cargamento había llegado en un barco de la compañía naviera argentina Maruba, que es manejada directamente por el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU). En junio del 2011, y en el mismo puerto dominado por los sicarios de Sinaloa, en otro barco de Maruba, el Simmons, fueron decomisadas 60 toneladas de precursores químicos que supuestamente venían de contrabando desde Buenos Aires. Un año más tarde, la policía española encontró al Maruba Europa atracando en el puerto de Valencia con un cargamento de cocaína que habría sido embarcado en Rosario.

El profesor Edgardo Buscaglia del Instituto Tecnológico Autónomo de México y Columbia University, que estuvo haciendo un estudio sobre la penetración de los carteles mexicanos en la Argentina hace tres años, asegura en una charla por Skype que “se veía claramente una cabeza de playa del cartel de Sinaloa en Santa Fe, Chaco, Formosa y hasta San Martín, en el Gran Buenos Aires.

Compraron muchas tierras; en el sector agropecuario y el de la construcción tienen mucha influencia”.

Y junto al narcotráfico viene el lavado de dinero. Las organizaciones criminales necesitan “blanquear” sus ganancias a través de negocios lícitos. En este terreno hubo un caso extraño que involucra a un rabino ultraortodoxo argentino y otros cuatro hombres de negocios de la comunidad que formaron parte de la comisión que conduce la AMIA desde 2008. Guillermo Zamarripa Escamila, titular de la Unidad de Banca de la Secretaría de Hacienda mexicana, denunció en su momento que “existieron más de 26 agencias ilegales del cartel de Sinaloa donde se realizaron 46.169 operaciones de dinero en triangulaciones con organizaciones religiosas de Argentina, Chile y Uruguay”. En los tribunales de Miami también se ventilaron tres causas similares que involucran a la organización judía ultraortodoxa Lubavitch. Algunos de sus miembros están acusados de “lavar dinero del narcotráfico a través de donaciones”. Entre los que recibían estos fondos habría centros de la Argentina, que utilizan para financiar sus escuelas. “Es muy común que se reciba una donación y no se mire de dónde viene, no me extrañaría que se haya colado algún cheque no muy santo”, asegura un prominente miembro de la comunidad judía argentina. El rabino Samuel León Levín del instituto Jafetz Jaim de la calle Ecuador, en el barrio del Once, asegura que “todo es una mentira”. “Es parte de una interna de la comunidad que nos quería desprestigiar cuando ganamos las elecciones en la AMIA”, dice, y admite que él mismo le pidió al banco Safra que hiciera una investigación sobre lo sucedido que tuvo resultado negativo.

Y como con cualquier cosa que ocurra en la Argentina, siempre está el fútbol. “Hay decenas de casos de transferencias ‘truchas’ de jugadores argentinos de todas las categorías al fútbol mexicano que sólo se hicieron para lavar dinero”, cuenta una alta fuente diplomática. También se inflan los sueldos de los jugadores a niveles extraordinarios (300.000 dólares por mes) de los que sólo reciben la mitad y la otra regresa “limpia” a Sinaloa. Y hay transacciones inexplicables como una que involucró al Tecla Farías, que fue adquirido a través de un intermediario argentino por el Toluca mexicano y el Porto de Lisboa al mismo tiempo. Fue cuando Valentín Diez Morado, dueño del Toluca y presidente del poderoso Consejo Empresarial Mexicano, pidió la colaboración diplomática de ambos países para resolver el asunto.

Todo terminó meses más tarde con un amistoso entre River y el Toluca. “Pero lo cierto es que no se pudo seguir claramente el tránsito de varios millones de dólares ”, comenta la fuente que siguió el caso de cerca. Una maniobra “muy habitual”, que utilizan intermediarios y representantes para lavar las enormes cantidades de dinero que los carteles invierten en el fútbol mexicano y en centenares de habilidosos chicos argentinos que van a jugar a ese país.


Por Gustavo Sierra.


Domingo, 2 de marzo de 2014

   

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