Viernes, 1/11/2024   Paso de los libres -  Corrientes - República Argentina
 
EN EL NOMBRE DEL PADRE
Dos cancilleres, un mismo penal
Héctor Timerman reemplazó a Jorge Taiana como ministro de Relaciones Exteriores de Cristina Kirchner. Pero se conocían de los años ’60, cuando el segundo influyó en la peronización del primero. Lo recuerdan en esta nota generada por la entrega, a cargo del Ministerio de Defensa, de los papeles relacionados con la prisión de los padres de ambos, Jacobo Timerman y Jorge Taiana, en el penal de Magdalena.
El canciller no duda de su recuerdo. “Jorge fue la primera persona joven de las que traté y hablaba del peronismo siendo peronista y joven.” El ex canciller sonríe ante el recuerdo de su reemplazante. “En esa casa era difícil discutir con Jacobo. Un tipo muy inteligente. Y un tipo que, discutiendo, sabía cómo correrte.”

Héctor Timerman y Jorge Taiana compartieron el último jueves una ceremonia en el Edificio Libertador. El Ministerio de Defensa les dio acceso al papeleo burocrático del penal militar de Magdalena, donde sus padres estuvieron detenidos en la dictadura. Sus legajos y los de Julio César Urien y Mario Galli fueron cuatro de los siete mil relacionados con Magdalena hallados en Campo de Mayo, donde fueron llevados cuando el penal se convirtió en cárcel común. “Encontrar más documentación alienta nuestra esperanza de llegar a la verdad”, dijo el ministro de Defensa Agustín Rossi.


Dos historias


Jacobo Timerman era director del diario La Opinión y venía de dos centros clandestinos de secuestro, Puesto Vasco, en Bernal, y Comando de Operaciones Tácticas I de Martínez.

Jorge Taiana padre había sido ministro de Educación de Héctor Cámpora, Raúl Lastiri y el propio Juan Perón hasta la muerte del líder justicialista, el 1º de julio de 1974. En su caso, Magdalena fue la continuidad de la cárcel en los buques Ciudad de La Plata y Treinta y Tres Orientales.

Taiana y Timerman, Jorge y Héctor, tendrían después una historia en común de las que no suelen imaginarse nunca con tantos años de anticipación. Fueron miembros de los mismos gobiernos, primero el de Néstor Kirchner y luego del de Cristina. Ambos trabajaron en el mundo de la política exterior. En 2003 Taiana fue designado por Kirchner vicecanciller de su primer ministro de Relaciones Exteriores, Rafael Bielsa. En 2004 Timerman fue nombrado cónsul en Nueva York luego de que el puesto quedara vacante por cesantía del diplomático Juan Carlos Vignaud, un antiguo simpatizante de la agrupación fascista Propaganda Dos que cometió la torpeza de permitir que su mujer matara el tedio ofreciendo servicios de plomería con la dirección de la residencia.

En las elecciones legislativas de octubre de 2005, Bielsa fue candidato a diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tanto Taiana como Timerman sabían que la candidatura no era testimonial. Las versiones que circulaban dentro y fuera del Gobierno daban a los dos a la cabeza de los nombres para la sucesión. Pero los rumores no generaron ninguna pelea entre ellos. Un testigo de aquel momento relató a Página/12 que incluso resolvieron tomárselo en broma. En septiembre de 2005, con la campaña electoral y las versiones ya encima, aprovecharon su presencia en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para una cena. Fue en un restaurante de comida judía de Nueva York y participaron también un diplomático de carrera y dos funcionarios del gobierno de Kirchner. Tanto Timerman como Taiana sabían que, más allá de los deseos de cada uno, a Kirchner le disgustaban las operaciones internas para ganar un cargo. Solo cabía esperar. Eso dijeron en la cena.

Muy pronto hubo una señal de Kirchner. Taiana fue nombrado coordinador de la Cumbre de Mar del Plata que le pondría bolilla negra al proyecto de formar un Area de Libre Comercio de las Américas. Al final, cuando llegó el momento de la asunción de los diputados electos, Taiana fue nombrado canciller y Timerman siguió de cónsul. José Octavio Bordón, de buena relación con Roberto Lavagna, siguió al frente de la embajada en Washington con Kirchner. Cristina designó allí a Timerman en su primer gobierno, en 2007, y otra vez, sin serruchos ni operaciones, el embajador se convirtió en canciller recién cuando Taiana renunció en 2010.


La casa de los debates


En los años ’60 Taiana era amigo de Daniel, el hermano mayor de Héctor. “Iba seguido a mi casa. Era muy militante y hablaba mucho del peronismo”, contó el actual canciller a este diario. Cuando dijo que era el peronista más joven que había conocido hasta ese entonces, Timerman excluyó a quienes visitaban su casa no en tren de amistad sino como parte de las relaciones de poder entre un editor importante y dirigentes como los gremialistas Juan José Taccone y José Rucci o el delegado de Juan Perón en la Argentina, Jorge Daniel Paladino.

“Jorge no quiso influir sobre mí, o al menos ésa es mi percepción, pero era muy carismático y mi viejo decía que de los que conocía, Taiana era el tipo más brillante de esa generación”, respondió Timerman ante la pregunta de si en parte su decisión de hacerse peronista respondió a las charlas de Taiana. También citó otro hecho. “Uno nunca sabe exactamente por qué toma un camino pero sí recuerda cosas de su vida. Las charlas de Taiana en las cenas son una. Otra, vaya a saber por qué, es la impresión que me produjo escuchar al boxeador Goyo Peralta cuando ganó una pelea y, en la entrevista posterior en la tele, le dedicó la victoria a Perón. Me acuerdo de su motivo: porque Evita le había dado una máquina de coser a su madre y él nunca se olvidaría de ese gesto.”

Jacobo, a quien le gustaba regalar libros a sus redactores, también lo hacía con su hijo. Un día le llevó a Héctor El caso Satanowsky y Quién mató a Rosendo, los dos de Rodolfo Walsh. “Leélos porque es parte de la historia de nuestro país”, le dijo según recuerda hoy el ministro.

Esa casa de Heredia y Avenida de los Incas adonde iba Jorge Taiana era, también, escenario de grandes debates. Una vez Jacobo convocó a Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, el sacerdote Carlos Mugica y Diego Muniz Barreto, de un lado, y del otro a varios intelectuales judíos, para discutir sobre el sionismo. “Ellos decían que el sionismo era racista y mi padre quería que entendieran al sionismo como un movimiento de liberación del pueblo judío.” Naturalmente no se pusieron de acuerdo. Héctor Timerman dijo que una vez tocó el tema con Duhalde, cuando éste ya era secretario de Derechos Humanos. Contó que Duhalde, divertido, le hizo este relato: “En un momento dado tu viejo se hinchó las pelotas de todos nosotros y pidió que lo acompañáramos arriba, a una habitación llena de posters peronistas. Nos dijo: ‘Miren, muchachos, la historia yo ya la perdí. No me pidan que encima les firme la rendición’.” El cuarto lleno de posters era el de Héctor. Después del debate y la resignación de Timerman padre, lo máximo que consiguió fue que uno de los polemistas invitados lo acompañara a Israel. Fueron juntos él y Diego Muniz Barreto. Los llevaron incluso lo más cerca posible del canal de Suez en helicóptero, para que observaran cuán próximas estaban las fuerzas unas de otras. El oficial de enlace que los guió en la nave era Ariel Sharon.


Viajar a Magdalena


Cuando Jacobo fue blanqueado por la dictadura y pasó de secuestrado a preso, los jefes militares lo internaron en el penal de Magdalena. Todos los sábados Héctor manejaba para que él y su madre, Risha, pudieran ver al prisionero. Los domingos iba su tío José y otra vez su madre, que así podía tomar contacto con su esposo dos días seguidos.

Allí estaba, en otro pabellón, Jorge Taiana padre. También recibía visitas de su mujer y del resto de su familia. Uno de sus hijos no podía ir por razones elementales: Taiana, el tipo joven que antes hablaba de peronismo, había militado primero en la organización Descamisados y luego en la Tendencia Revolucionaria y estaba preso desde antes del golpe del 24 de marzo de 1976. Entre 1975 y 1982 pasó por distintas cárceles, sobre todo por la de Rawson. Su padre estuvo en dos de los barcos usados como presidio junto con ex dirigentes y ex funcionarios como Julio González, Diego Ibáñez, Raúl Lastiri, Lorenzo Miguel, Carlos Menem y Jorge Vázquez. Con algunos había estado de acuerdo en el gobierno peronista. Con otros no. La dictadura no hizo diferencias entre ellos ni con la cárcel ni con el congelamiento de sus bienes por parte de la Comisión Nacional de Recuperación Patrimonial, la Conarepa. El abogado defensor de Taiana ante la Conarepa fue un radical, Jorge Vanossi. “No estaban de acuerdo políticamente pero debe haber pensado que papá era un tipo honorable”, es hoy la reflexión de su hijo.

“Estuvo privado de su libertad desde pocos días después del golpe hasta fines del ’81 en Magdalena y más tarde cumplió un año de arresto domiciliario”, dijo ayer Taiana a Página/12. “Pero no era libertad vigilada. Cuando digo arresto es porque era arresto. En el departamento del segundo piso de Schiaffino y Libertador tenía hasta un policía en el palier. Recién después de esta etapa fue autorizado a salir y me pudo ir a visitar a Rawson.”

Los dos habían recibido algunas visitas comunes. No solo parientes. También de las comitivas de la Cruz Roja y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. “Esas fueron visitas realizadas con cierta preparación y coordinación, claro”, dijo Taiana, que entre 1996 y 2001 terminaría siendo secretario ejecutivo de la CIDH, el mismo organismo del sistema interamericano de derechos humanos que se había interesado por él y por su padre en 1979.

Timerman y Taiana estaban en pabellones distintos dentro del penal. Pero sus mujeres se encontraban en la cola de la visita. “Hablaban mucho hasta que la burocracia las dejaba pasar, y la mujer de Taiana le contaba a mi mamá que su marido estaba muy mal no tanto por él sino por la situación de su hijo en Rawson”.

Cada entrada era una ficha. Cada salida, otra ficha. Con datos. Nombre, dirección, parentesco. Fecha. También tenían ficha los presos. “Miré mucho la de mi viejo estos últimos días. Me di cuenta de que tenía algo raro en el cuello: un pañuelo. Pero atado como el de los gauchos. Parecía un campesino aunque con cara de tipo asustado”, contó Héctor sobre Jacobo.

Jorge recordó a este diario que, aunque obviamente no los vivió, los viajes a Magdalena eran peligrosos. “Se tardaba más tiempo que ahora en auto, y en un camino desierto el que viajaba era un regalo para la dictadura. Podía hacer cualquier cosa con él en la ruta. Como mínimo, que experimentara esa horrible sensación de estar a merced de cualquiera en el peor momento de la Argentina.”

También Taiana tiene relatos de las colas y del resto de los presos. “Estaban en el Pabellón 10 alto y las madres, las hermanas, los padres o los hijos que iban de visita o los mismos presos conservaron un recuerdo común, porque se habían ayudado y se habían alentado unos a otros.”

El libro de Jacobo sobre sus prisiones ilegales, las clandestinas y la de Magdalena, antes de la domiciliaria, Preso sin nombre, celda sin número, tiene una dedicatoria: “A Marshall Meyer, un rabino que llevó consuelo a los presos judíos, cristianos y ateos en las cárceles argentinas”.

Su hijo contó que una vez uno de los presos le dijo al padre: “Jacobo, yo lo envidio. Usted no cree en Dios, y viene un rabino a visitarlo. Yo soy cristiano y creo en Dios, pero mi confesor tiene miedo y no viene. ¿Le molesta si la próxima vez hablo con Marshall Meyer? Necesito hablar de Dios con alguien”. En la visita siguiente, el ex director de La Opinión los dejó hablar. No fue la única vez que Dios cruzó por Magdalena. Allí estaban alojados también los Testigos de Jehová, que eran objetores de conciencia y eran castigados por negarse a cumplir con el servicio militar. “Les gustaba trabajar. Se ocupaban de la limpieza y de la cocina. Mi viejo me contaba que eran gente de una gran bondad y que él pensaba que sentían estar cumpliendo una misión.”


Cartas


Escribir de una cárcel a otra estaba prohibido, pero a los Taiana los dejaron. El ex canciller todavía tiene patente su asombro cuando recibió la primera carta de su padre a una hora fuera de lo común para los reglamentos de la prisión: las cinco de la tarde. “Yo estaba detenido en La Plata. Fines de 1976, comienzos de 1977. Le escribí en respuesta y empezó un intercambio. Evidentemente ellos querían saber qué pensábamos. Si no, no hubieran permitido las cartas, que por supuesto salían y llegaban abiertas. Hay decenas. Las tengo que leer tranquilo, en detalle. No podíamos escribir muchas cosas pero habíamos llegado a tener algunos códigos comunes. En parte los fuimos inventando y en parte contábamos con la ayuda de quienes participaban de las visitas a uno y a otro. De todos modos, siempre eran cartas que trasuntaban cierta esperanza.”

Taiana hijo está revisando los papeles para corroborar si al padre lo fue a visitar Pilar Franco. “Se conocían porque un yerno de Franco, el marqués de Villaverde, era un gran cirujano. Papá estuvo en la primera lista de condenados por la Triple A y después de ser ministro de Educación se fue a España. Estuvo casi un año y realizó investigación médica en el instituto del marqués, con quien tenía una relación histórica.”

Jacobo, que era periodista y editor, no escribió un libro en la cárcel. Preso sin nombre, celda sin número es posterior, del exilio.

Taiana, que era médico, se interesó por la historia. Escribió un libro, La gran aventura del Atlántico Sur, con el subtítulo Navegantes, descubridores y aventureros entre los siglos XVI y XVIII. Le acercaron papeles y, según su hijo, “aprovechó sus características de hombre disciplinado y su gusto por la historia, a la que había tocado hasta ese momento más bien por intereses específicos relacionados con su profesión como la historia de la medicina entre los incas y en el antiguo Egipto”.

La medicina y la cirugía eran una vocación muy fuerte en Taiana padre. “Eran lo que más lo definía”, según su hijo. Aunque no lo único: “Lo otro era convertirse en el André Malraux de Perón”.

–Malraux fue ministro de Cultura de Charles de Gaulle en Francia. ¿Cuál sería el parecido?

–Malraux quiso evitar un enfrentamiento juvenil temprano con De Gaulle. Papá había sido decano de Medicina y rector de la Universidad de Buenos Aires en los dos primeros gobiernos peronistas.

–¿Y qué quería?

–Evitar, como ministro de Educación, que la juventud volviera a enfrentarse al peronismo como en los primeros tiempos. Para eso él estaba convencido de que había que realizar una apertura del peronismo en el gobierno hacia un sector ubicado a la izquierda, en una posición más crítica, y contenerlo.

–O sea que en buena medida la dictadura lo castigó por eso.

–No sé por qué, porque además nunca le formuló un cargo, pero sospecho que dejarlo tanto tiempo preso a la edad que tenía, entre los 65 y los 70, fue una maldad adicional. Para un cirujano, privarlo de esos años de ejercicio es como condenarlo a no operar más, al menos en intervenciones complejas, porque raramente un médico las practica después de los 70. Fue algo muy duro para una persona que había dedicado parte importante de su vida a formarse en cirugía, en la Argentina y en el exterior.

Ya en democracia, Jorge Taiana padre fue nombrado por Raúl Alfonsín embajador en Yugoslavia y en Austria. A veces, de paso por la Argentina, se cruzaba con Jacobo por Recoleta, donde el ex ministro vivía y el periodista se sacaba el gusto de almorzar en la Munich. Sus hijos recuerdan que los padres tenían una relación cordial.

Jacobo murió el 11 de noviembre de 1999 a los 76 años. Taiana a los 90, el 26 de junio de 2001.

Después de la cenas en su casa, Héctor Timerman reencontró a Jorge Taiana hijo recién en 1984, cuando se lo topó en un bar de Libertador. Volvió a verlo en el cementerio de la Recoleta, para el entierro de su padre.

“Las complicidades de la prisión son como las de la colimba”, fue la explicación de Taiana a este diario. “Quedan gestos en común de los presos en las celdas y de sus familiares en la visita, pero en el caso de ellos y de muchos otros quedó también otro elemento en común: la visión de la democracia como algo muy importante.”


Por Martín Granovsky.


Domingo, 16 de marzo de 2014

   

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