POR MARIO WAINFELD Campañas permanentes Ruckauf, Blumberg y Massa, un hilo conductor. La mano dura como recurso político. Tácticas del Frente Renovador, cambios de perfil y leves historias personales. Scioli y Massa, dos rivales con coincidencias. Policías municipales, ventanillas y políticas sociales. Unen, movimientista. Aguad, un ejemplo de franqueza. La Cárcova, un ejemplo de inseguridad cotidiana. En agosto de 1999, en plena campaña electoral, Carlos Ruckauf vociferó que “hay que meter bala a los delincuentes”. Era candidato del PJ, ganó y llegó a gobernador de la provincia de Buenos Aires. En abril de 2004, Juan Carlos Blumberg se convirtió en pasión de multitudes reclamando, entre otras lindezas, generosos e incoherentes aumentos de las penas. Ruckauf fue pre kirchnerista. Blumberg asomó (cosas de la vida) cuando el mandato de Néstor Kirchner no cumplía un año, pocos días después de la reapertura de la ESMA y la bajada del cuadro de Videla. Como se ve, el enfoque facho de “la seguridad” es añejo, tanto como la popularidad de las recetas brutales. Ruckauf fugó de la gobernación en el año 2002, buscando asilo político en la Cancillería. Blumberg se desinfló y desprestigió. Sus recetas siguen teniendo adeptos.
A Rucucu lo obsesionaba el crecimiento de la Alianza, que alegaba ser progresista. Blumberg era un ciudadano común, transido de dolor por el asesinato de su hijo Axel, un facho visceral y un convencido de que había descubierto la panacea contra el crimen. El diputado Sergio Massa se enrola en su tradición, con menos urgencia política y menos justificativos personales. Su batida busca conmover la sensibilidad de “la gente”, azuzando reflejos antidemocráticos que pueden ser masivos.
Alberto Fernández era jefe de Gabinete de Kirchner en 2004, cuando Blumberg irrumpió como un vendaval. Felipe Solá era gobernador bonaerense y León Arslanian su ministro de Seguridad. Todos tuvieron que vérselas con el falso ingeniero, lo enfrentaron con diferente vigor. Hoy, por decirlo con ternura, atienden en mostradores diferentes. Arslanian del mismo lado que siempre, Alberto y Felipe cruzaron de vereda.
No son cuestionables los cambios de alineamientos partidarios una contingencia de la democracia, sí el encolumnarse en una cruzada irresponsable. “Sergio escucha a la gente y dice lo que ellos quieren oír”, dicen algunos de sus seguidores vip. El problema es que el dirigente cabal debe combinar la búsqueda de popularidad con el acatamiento de la Constitución y de los derechos humanos. La cruzada contra “los delincuentes” orilla la discriminación. Las críticas al narcotráfico lindan con el chauvinismo, a menudo. ¿Qué haría Massa si “la gente” pidiera deportaciones a ciudadanos de países hermanos a los que cierto imaginario asocia con determinados delitos? La pregunta, de momento, es virtual. Quien la hace insinúa una posible respuesta, hipotética desde ya. Los cofrades de Massa dicen que el tigrense tiene límites. Habrá que ver.
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Salir de gajo: el Frente Renovador (FR) es un desgajamiento del Frente para la Victoria (FpV). Tonificado por un rotundo éxito electoral, busca su destino y aspira a ligas mayores. Massa también fue jefe de Gabinete, en su caso de la presidenta Cristina Kirchner. Solá fue aliado, también Raúl Otacehé, uno de los torvos intendentes conurbanos que acompañaron al FpV y ahora cruzaron el Rubicón. Se suponía que Darío Giustozzi (hoy diputado) formaba parte de la camada de nuevos alcaldes que relevarían a aquellos “barones”. El diputado corporativo José Ignacio de Mendiguren tuvo amores y de-samores con el Gobierno: hace poco más de un año atravesaba un idilio. Compañeros afines a los dirigentes citados siguen revistando en el kirchnerismo.
Massa se valió de la ambigüedad de haber sido y ya no ser en la campaña del año pasado, lo que le valió especialmente en las Primarias cosechar votos afines al kirchnerismo. En las elecciones generales creció su caudal general, aunque bajó en parte el de prosapia K. La tendencia, comentan operadores del FR y del gobernador Daniel Scioli, parece haberse acentuado según revelarían los sondeos. Es poco coqueto reconocer que se está en campaña, sería suicida “confesar” que se está encuestando a lo pavote... Ninguna de las dos conductas es perversa pero sincerarse es “gentísticamente incorrecto”.
Massa, discurren en su torno, va eligiendo un sesgo opositor, lo que lo inscribe de lleno en la interna con otras vertientes anti kirchneristas. En las tiendas del FR cunde algo así como euforia tras el embate contra el Anteproyecto de Código Penal. Fue una carambola a dos bandas, puso al Gobierno a la defensiva y al resto de la oposición a su zaga.
Massa y Scioli estuvieron a un tris de pactar en 2013, sus caminos se escindieron y ahora compiten por el territorio, por el espacio, por dirigentes pesos pesados o minimosca.
En ambas trincheras suponen que se verán las caras pujando por la presidencia. El alineamiento es su mayor diferencia. Hay otras, no tan extremas ni tan abundantes. Ambos están en el radar del otro y de sus operadores, todo el tiempo.
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El favorito: las lecturas obsesivas pueden derrapar hacia el delirio o a lo incorroborable. La obsesión suele distorsionar las proporciones, aun en el caso de observadores agudos y pragmáticos. El lenguaje de época avanza e inficiona mentes que uno creería preservadas. Uno de “los hombres de Sergio” le explica al cronista que “Daniel es el candidato de Clarín”. Sépalo o no, dista de ser original: también piensan así kirchneristas-kirchneristas, de aquellos que postulan “no podemos terminar detrás de Daniel”.
El cronista replica que Massa es tratado a cuerpo de rey por el Grupo, que se hizo adalid del neo blumberguismo, que fue vanguardia en su campaña electoral. “Es que Daniel no participaba en las elecciones”, sella el contertulio, demostrando que todo está pensado. De nuevo, habrá que ver.
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Entramados: Massa se rodeó de un conjunto de peronistas enfrentados desde siempre, desde hace mucho o desde hace nada con el FpV. Uno de sus alfiles comparte un relevamiento con este diario. Alberto Fernández está por despecho, no encuentra un lugar preciso ni tiene un lugar donde sería buen candidato. Hay varios que quieren ser gobernadores de la provincia, Darío Giustozzi ya no es el primus inter pares. El senador Carlos Reutemann sí puede aportar un caudal de votos. Su compañero de ruta calcula que Lole limita sus pretensiones a ser reelecto: los años pasan y pesan, la gobernación quizá ya no lo apasione... y está esquiva. “(El ex ministro) Roberto Lavagna pide un tratamiento especial. No acepta ser tomado como un par de otros economistas. Por ahí quiere probar suerte para jefe de Gobierno en la Capital o ser canciller, si Massa gana.”
Las relaciones con el ex presidente Eduardo Duhalde son frías. Massa, justifican amigos comunes, lo ve como piantavotos. Con el gobernador José Manuel de la Sota también hay distancia. “Sergio tiene más interés en juntarse con (el intendente radical de Córdoba) Ramón Mestre que con el Gallego.” Con el senador Luis Juez no podrá hacerlo: el hombre fue uno de los contados integrantes del Frente Amplio Progresista (FAP) que se puso de punta contra el manodurismo de Massa. Un toque de coherencia, minoritario desde el vamos.
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No los une el amor sino el móvil: Scioli convoca y recibe con asiduidad a los intendentes y, de vez en cuando, les pide que lo acompañen. Algunos le prodigan algún gesto, la mayoría prefiere cultivar la reticencia, a la espera de señales desde la Casa Rosada. Julio De Vido es su interlocutor más habitual, como es regla. La obra pública es un gran recurso para “contener adhesiones”, cualquiera lo sabe. Lo que no saben muchos republicanos a la violeta es que “hablar de política” también contiene o suma. “Julio es peronista” pintan los intendentes, elogiando.
Massa y Scioli activan a su modo a los medios. Amén de los avales políticos está lo que en jerga se llama “publicidad no tradicional” y el vulgo apoda “chivos”. Supuesta información, en verdad propaganda mal maquillada. Los intendentes también lo hacen, aunque en magnitud menor.
El proyecto de crear una policía municipal sostenida por el erario provincial aúna a los dos sectores. El cronista recorre el espinel del variopinto peronismo bonaerense, hay un consenso amplio cuanto menos de la boca para afuera. Más móviles en la calle, “policía de proximidad”, se supone que prevención... los vecinos lo reclaman. En partidos grandes calculan que, cuando esté en pleno funcionamiento, sumará tantos agentes municipales como provinciales hoy. A ojo de buen Poroto cubero, claro. Los números, en la Argentina real, son referencias genéricas.
El massismo y el sciolismo hacen cálculos y concuerdan: la ley será aprobada en ambas cámaras provinciales, con más confort en el Senado.
Un intendente K, que también banca la movida, le planteó una duda interesante al gobernador. Es la madre de todas las dudas: “¿De qué ventanilla saldrá la plata?”. La paritaria docente está atrancada, los estatales reclaman. Varios programas sociales registran atrasos importantes en los pagos. Entre ellos el Programa de Reparación social compartida Envión. Es un plan para “chicos vulnerables de 12 a 20 años” que busca integrarlos al sistema educativo y ayudarlos a conseguir un oficio. Incluye becas y atención profesional. Es de alcance limitado (casi todo lo es comparado con la magnitud de la provincia), pero cubre a miles de chicos y jóvenes. Parte de los beneficiarios podrían pasar, con ventaja, al programa nacional Progresar, pero éste sólo concierne a mayores de 18 años. En la coyuntura, el Envión registra mora en los pagos al personal, los chicos se dispersan. Scioli prometió ponerse al día, con esfuerzo y trabajo.
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PASO a PASO: Scioli está inscripto en las PASO por gravitación propia. En sus tiendas celebran cuando se suma otro competidor hipotético a los varios que hay en danza. El cálculo, con las coordenadas de hoy, es certero. Si hubiera muchos antagonistas, crecerían las perspectivas del gobernador.
En la opositora Unen también cunde el movimientismo, confiando en que las PASO lo ordenen y reparen. ¿Cuál es el límite del Frente Amplio Progresista? Las traducciones varían, el caso testigo es el PRO de Mauricio Macri. La unidad, se supone, se logrará después de la competencia. Es una apuesta riesgosa, sobre la que pende el recuerdo de la Alianza, que también se decía progresista. La diputada Elisa Carrió ahora dice que el macrismo podría integrar la coalición.
El diputado cordobés Oscar Aguad atravesó ayer una raya, trazada en la historia. Apostrofó al “Congreso de Avellaneda” en un reportaje publicado en La Nación. El Programa de Avellaneda es una bandera del radicalismo progresista como el artículo 14 bis de la Constitución. Se puede discutir su sinceridad, pero es un signo de identidad, que abarca al alfonsinismo. Aguad también guiñó para el lado del macrismo. No hace tanto, “el milico” Aguad fue comensal de Luciano Benjamín Menéndez: así vista, su transición ideológica es un progreso.
De cualquier forma, las movidas y las declaraciones del “progresismo” anti K fueron batidas por la inescrupulosa audacia de Massa. La gran apuesta de Unen que (¿cómo no?) nutre encuestas amables es que llegue un hastío general respecto del peronismo, no sólo del kirchnerismo. Hay más fichas en el fin de ciclo justicialista que en la construcción propia, lo que explica muchas tácticas, incluyendo el patético (y perdedor) seguidismo a Massa.
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El otoño en cierne: en las democracias contemporáneas, todos los competidores están en campaña permanente. En algunas de sus variantes, por ejemplo la local, queda bien disimularlo. Pero todo el tiempo “se mide”. Seguramente las mediciones de opinión consultando a ciudadanos que tienen otras urgencias dan una visión estrecha: es más que nada, con gusto a poco.
Los que gobiernan la Nación, las provincias o las municipalidades están “condenados” a ser juzgados por sus logros. El verano fue difícil para el oficialismo nacional, que respondió con dos medidas interesantes: el acuerdo con Repsol y el Progresar.
Mañana se anunciará la inflación en base al nuevo índice oficial. Será elevada, creíble y signará la Paritaria Nacional Docente y las Convenciones Colectivas por venir.
En marzo hubo más violencia cotidiana y anómica que conflicto social estricto. En la Casa Rosada y zonas de influencia se espera que el otoño traiga equilibrios económicos, acopio de divisas y merma de la inflación.
Los viajes de la Presidenta (el ya realizado a Chile, los que vendrán a la Santa Sede y a París) la muestran activa, presente y en el centro del ring. Hace dos meses se especulaba sobre su silencio y su inactividad. Un dato más que alerta respecto de la posibilidad de imaginar escenarios a largo plazo o hacer profecías tajantes, que tanto entretienen a “formadores de opinión” y economistas corporativos.
Domingo, 16 de marzo de 2014
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