Jueves, 28/11/2024   Paso de los libres -  Corrientes - República Argentina
 
AQUÍ ES DONDE MÁS ME PREGUNTAN POR CUBA
Por Guillermo E. Pintos
El autor de El hombre que amaba a los perros elude la polémica pero le responde a Atilio Boron, habla de su obra, la vida cotidiana en La Habana, el misterio del asesino de Trotsky y claro, de la compleja realidad social de su país.

El escritor cubano más famoso del mundo, aquí y ahora, invita a salir a la calle. Sucede en pleno barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires. Leonardo Padura, de él se trata, viene postergando la ansiedad y ahora quiere salir a fumar. Y en el coqueto edificio en que concede varias entrevistas en una tarde típicamente otoñal y porteña (con alto porcentaje de humedad, sobre todo), no se puede.

Con el cigarrillo en la mano, Padura cuenta distintas desventuras y situaciones vividas en sus viajes como best seller global (“más que miedo, me parece que esa afirmación es bastante mentirosa”, dice con una sonrisa) cuando se trata de salir a fumar. Un rato después, la conversación se dispara hacia el uso de internet en su país. Él dice: “Tengo internet en mi casa pero es tan lento que para abrir una página tardo 15 minutos y para abrir una nota, otros tantos… Así que no uso mucho, apenas para contestar algunos correos”. Allí, en la vereda también, comenta con diplomacia (“para no entrar en ninguna polémica”, dice) el texto que Atilio Boron le dedicó luego de una entrevista publicada el domingo pasado en el diario La Nación. Luego de leerla, el sociólogo argentino escribió que Padura “ofrece un balance muy negativo sobre la Revolución Cubana. Obviamente, cualquier proceso histórico tiene aciertos y errores, logros y fracasos. El problema con Padura es que los primeros no aparecen en su diagnóstico sobre aquellos años, durísimos sin duda, del período especial. ¿Pero será que no hubo ninguno en la Cuba revolucionaria, que todo estuvo mal? ¿Es posible olvidarse de conquistas históricas tales como la alfabetización universal y la enorme expansión del sistema educacional, los avances en materia de salud, la tasa de mortalidad infantil más reducida de las Américas, el acceso universal a la cultura en todas sus expresiones, la seguridad social, el internacionalismo como expresión de la solidaridad a escala mundial, para no citar sino las más evidentes?”.

Responde el aludido: “Al momento en que no hay papel higiénico o yogur en toda la isla, uno se olvida de las conquistas históricas y se queja casi diría de forma instintiva”. Y no dice más. Todo esto sucede al final de su charla con Miradas al Sur, en dónde habló de su obra, la vida cotidiana que lleva en La Habana, los perros, su experiencia como periodista enviado a Angola (“al llegar, me sacaron el pasaporte y me dieron un fusil y dos cargadores. Tuve miedo”, recuerda), Ramón Mercader y… por supuesto, de la realidad cubana. Un tema central y necesario en la agenda de la mayoría de los medios argentinos cuando de entrevistarlo se trata. No resulta ésta la excepción, por cierto.

–¿Es aquí donde más le preguntan por Cuba, buscando que hable mal del gobierno?
–Sí. En Argentina es donde más insisten en que hable de la política interna de Cuba, y sobre todo quieren que lo haga en términos maniqueos o fundamentalistas. Creo que existen muchos matices a la hora de hablar de la realidad de cualquier país del mundo.

–Pero su país, convendrá conmigo, es bastante particular por varios motivos...
–Cuba es muy peculiar. Entender a Cuba es muy complicado, y explicarla es más complicado todavía. Me suele pasar cuando hablo en público, en mis textos periodísticos o en una entrevista, que necesito contextualizar determinadas cosas para que se entienda que con códigos preestablecidos o prejuicios a favor o en contra, es muy difícil analizar la realidad cubana. Porque muchas veces esos códigos o esos prejuicios no encajan en esa realidad que tiene características muy específicas. No se puede comparar el socialismo cubano con el socialismo soviético, ni tampoco la evolución política que en estos momentos hay en Cuba con el modelo chino. Ni se pueden entender la relación entre las personas como se pueden entender en un país como Argentina, México o inclusive Estados Unidos. Todo en Cuba tiene un carácter muy específico. Fundamentalmente a partir de la economía. Yo creo que en la economía, y además lo dice muy claramente, se supone que Cuba pone en práctica una filosofía marxista en cada acto y decisión.

–¿Todavía hoy?
–En Argentina está claro. Existen los muy ricos, una clase media que se fue deteriorando en los últimos tiempos y una clase pobre, subproletaria y sub sub proletaria. Ese código se repite en México, en Bolivia, en Chile, en España, hasta en los Estados Unidos: allá se habla que el 1% son los que tienen la plata y el 99% los que están jodidos… Eso en Cuba es imposible de aplicar. Allá puede haber una persona, por razones puramente económicas, que esté sentada en una esquina, en un parque, fumándose un cigarrillo, oyendo MP3 o que tenga una grabadora al lado, a todo volumen, sin hacer nada todo el día. Todo eso porque tiene un hermano en Estados Unidos que le manda 100 dólares todos los meses. Y con 100 dólares esta persona vive como un príncipe. Entonces, si ya algo tan elemental como 100 dólares cambia la vida de una persona, cambia su actitud ante la sociedad, cambia su forma de vida, es de imaginar qué deformación económica existe. El gobierno cubano reconoce que los salarios que paga son insuficientes y que no puede aumentarlos, entonces, ¿de qué vive la gente y no se muere de hambre? Es un milagro, es la providencia, ¿qué cosa es? Son códigos muy propios de la realidad cubana, una realidad que se fundamenta en el sustantivo “invento” y el verbo “resolver”… La gente vive del invento y para lograr ese invento, hay que resolver. Con estas dos estrategias de supervivencia, la gente sobrevive.

–Llegan desde la isla las noticias de apertura económica, del nacimiento de una nueva clase cuentapropistas. ¿Eso está pasando, efectivamente?
–Está pasando. En este momento, la sociedad homogénea que existió en los ’80 e incluso en los ’90 –en los ’80 fuimos homogéneos en la posibilidad de acceder a determinados bienes y servicios, en los ’90 lo fuimos en la posibilidad– se está dilatando: hay gente que se está empobreciendo y personas que están acumulando una cierta capacidad de bienestar. No hablo de acumulación de capital: tener 20, 30 mil dólares no significa eso prácticamente en ninguna parte del mundo.

–¿Qué significa el cambio de mentalidad al que convocó Raúl Castro desde que asumió?
–Ése es uno de los temas más complicados que existen en este proceso que se está viviendo en Cuba: los cambios de mentalidades y la necesidad de que se produzcan esos cambios. Muchos de los que sustentaron la otra mentalidad son los que están promoviendo el cambio ahora y eso es muy difícil. Ese proceso tan complejo tiene que ver con el subconsciente del individuo, con sus principios, con lo que ha creído durante mucho tiempo, con la forma en la que ha actuado, por lo cual no estoy seguro de que muchas de esas personas puedan cambiar. No estoy seguro porque están acostumbradas a formas de dirección, de relación con los otros individuos, típicas de un modelo que se está tratando de modificar, y creo que es la parte más complicada de esta historia. Aceptar que no todos los que piensan de manera diferente a ti no son el enemigo, sino al contrario, que pueden ser aliados y protagonistas de una renovación de la sociedad cubana, es algo complicado. Es necesario admitir a los que disienten, y espero que se lea la palabra en su justo sentido. Y no estoy hablando ya de personas con una posición abiertamente hostil contra el gobierno cubano. Cuando digo Gobierno, Estado y Partido, hay otro de los problemas grandes en Cuba, es que los tres aquí son prácticamente lo mismo, y en ese sentido debe surgir una de las modificaciones que creo necesaria: la separación de funciones. El cambio de mentalidad es una gran necesidad, no se puede pensar igual que hace 15 años porque el mundo es totalmente diferente. La caída del socialismo en Europa del Este coincide y casi marca un momento en el que se está produciendo un cambio de era: termina la Era Moderna-Industrial y comienza la Era Digital. Esta era tiene sus propias exigencias, condiciones y regulaciones que son diferentes a las que existían en los años 1980. Todas las relaciones han cambiado con la Era Digital, los periódicos han tenido que cambiar su perspectiva, la noticia es diferente a como era hace 20 años, por lo tanto, el cambio de mentalidad es absolutamente imprescindible si se pretende una real actualización de una sociedad y un modelo económico o reforma.

–¿Cuánto ha cambiado la prensa cubana desde que usted trabajó en Juventud Rebelde y otras publicaciones?
–Nada, apenas ha cambiado, sólo que junto a la firma aparece un correo electrónico del periodista, pero no ha cambiado nada. El otro día, un comentarista en la televisión se refirió a la ocurrencia de un incidente desagradable en un juego de pelota y no decía cuál había sido el incidente desagradable. ¿Y de qué estamos hablando? Ese incidente fue público, lo vieron muchas personas. Todo ha cambiado muy poco porque el Período Especial fue un mazazo para el periodismo en Cuba. Si esa época provocó que los espacios de libertad para la creación artística crecieran, la literatura, el teatro, las artes plásticas, el cine, etc., para el periodismo fue una entrada en la caverna y de la caverna no ha salido.

–¿Cómo influyó su experiencia como periodista en su carrera de escritor?
–Muchísimo. Yo creo que los seis años que estuve en Juventud Rebelde marcan la distancia entre un escritor muy aprendiz, a un escritor mucho más dotado de instrumentos profesionales de escritura. Así pude escribir Pasado Perfecto y toda la saga de Mario Conde.

El escritor que también ama a los perros

Dice Padura que el título de su novela no alude a su propio amor por los perros. Que lo tuvo y tiene, aunque su última mascota haya muerto en brazos de su esposa hace poco tiempo y, desde ese momento, no hayan querido adoptar otra para no “encariñarse”. La anécdota sirve para revelar un poco de su vida cotidiana en su la casa del barrio de Mantilla, la que construyó su padre y en la que el escritor vivió toda su vida. “Cuando estoy en La Habana salgo a caminar pero ése es un problema, porque con cada persona que te cruzas, casi es una obligación pararte a charlar. Y eso dificulta el ejercicio… Pero no hay más remedio, porque si ves al plomero te parás a hablar con él sobre cómo resolver un problema de la cocina o el baño. Y en La Habana no hay muchas posibilidades de cambiar algo que se rompió, más bien hay que intentar repararlo…”, cuenta. Volviendo a los perros, pero los de la novela más famosa de su autoría, el escritor cubano afirma que Ramón Mercader –el catalán que mató a Trotsky, a la sazón uno de los personajes de su novela más famosa– sigue siendo un misterio. Lo dice quien investigó arduamente sobre este hombre y a cuyos hijos adoptivos Arturo y Laura nunca llegó a poder entrevistar o siquiera conocer. “Arturo suele volver a La Habana, allí tienen una casa. Laura, según supe, vive en México y no ha vuelto a Cuba.” El punto de partida para escribir la extensa, documentada y apasionante novela --donde realidad y ficción no tienen límite establecido y he ahí tal vez su mayor encanto--, ocurrió en 1989. “Viajé por primera vez a México y visité la casa de Trotsky en Coyoacán. Estando allí, me conmoví y a partir de entonces sentí una gran curiosidad por conocer a ese personaje, del cual no se hablaba en Cuba. Años después, me enteré de que el asesino de Trotsky, Ramón Mercader, había vivido y había muerto en La Habana. ¡Ese hombre había sido alguien con quien yo me hubiera podido cruzar en la calle sin saber quién era! Empecé, entonces, a interesarme por escribir algo.” El proceso de su “gran” investigación, afirma, fue largo y se inició en 2005. “Digo ‘gran’ porque la información que existe sobre Ramón Mercader es escasísima. Cada vez que iba a España regresaba con una maleta llena de libros, y además creé una red de agentes en España, Francia, México, Uruguay y Estados Unidos que buscaban información y me la enviaban.”


Domingo, 11 de mayo de 2014

   

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