Martes, 5/11/2024   Paso de los libres -  Corrientes - República Argentina
 
DE SANDINO AL SANDINISMO
La experiencia nicaragüense en la lucha por la liberación nacional
Por Dionela Guidi.

Tras la huella de Morazán

“… Resucitar de la Tumba de Morazán a Centroamérica”
José Martí

A lo largo de su historia, Centroamérica fue una codiciada tierra de disputa imperial. Su importancia geopolítica radicaba (y radica) en su posición Intercontinental e Interoceánica, vital para la circulación de mercancías. Con la decadencia colonial de España en América y la expansión capitalista mundial producida
a partir de siglo XIX, Inglaterra como potencia de ultramar, fija su mira en el Caribe como vía marítima para el transporte rápido y económico de materias primas, en el que Nicaragua sería el territorio para la construcción de un canal interoceánico.

En 1821, los países que conformaban el Reino de Guatemala, declaran su independencia y casi de
inmediato comienza el enfrentamiento por estas tierras entre Inglaterra y el naciente poderío de Estados
Unidos, afectando desde el inicio el curso de la vida política interna de sus provincias, devenidas mas tarde
en países1.

Luego de una breve anexión al Imperio de Iturbide en México, las Provincias Unidas de Centroamérica,
conformadas por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, proclaman en Asamblea
General la primera constitución de la República Federal de Centroamérica. Se concretó el 22 de noviembre
de 1824, y se instituyeron entre otras medidas, la independencia de España, México o cualquier otra Nación,
la eliminación de los títulos nobiliarios y la abolición de la esclavitud. Es en este momento cuando se
definen con claridad los grupos políticos en Centroamérica delineándose dos partidos antagónicos: los
Liberales y los Conservadores. Los primeros abogaban por el desarrollo de un Estado Capitalista, basado
en un sistema político federal en dónde las distintas provincias contaran con igualdad de derechos. Los
Conservadores, encarnados en caudillos regionales, defendían los privilegios provenientes de la época de
la colonia y tendieron a fracturar la unidad en América Central.2

En 1825, Manuel José Arce es elegido como el primer presidente de la Republica Federal. De tendencia
liberal, intentó aplicar un programa de reformas fuertemente resistidas por los conservadores, quienes
impidieron a través de su poder político, económico y de control del Congreso la concreción de las mismas,
lo que llevó a la claudicación del presidente y su posterior alianza con su otrora oposición.

Arce decidió disolver el Congreso federal, decisión que desató una guerra civil y condujo a una ola de
levantamientos en todo el territorio centroamericano. En este convulsionado momento ingresa la figura de
Francisco Morazán.

Este político y militar, olvidado por la historiografía del continente, protagonizó desde Honduras la rebelión
contra las medidas de Arce, y resistió la destitución del jefe de Estado hondureño y tío político de Morazán,
Dionisio de Herrera. En 1827, tras fugarse de la prisión, organiza una fuerza militar a lo largo y ancho del
Istmo con el objetivo de reconstruir la Federación Centroamericana. Desde aquí protagoniza una serie de
victorias militares que lo posicionarán como líder de los liberales y que lo conducirán a la presidencia de
Honduras primero y más tarde, en 1830, a la presidencia de la República Federal de Centroamérica
derrotando en las elecciones al conservador José Cecilio del Valle.3

Morazán encabezó una serie de transformaciones que buscaban romper con los antiguos vestigios del
colonialismo y construir un Estado Nacional soberano e independiente, intentando avanzar contra el
latifundio en manos de la oligarquía terrateniente y la Iglesia Católica. Dirigió esfuerzos en la creación de
una clase burguesa nacional para el desarrollo un modelo autónomo, y protegió la incipiente industria
impidiendo la apertura indiscriminada a los productos extranjeros. Promovió la producción local exportable
fomentando a su vez el mercado interno.

En materia educativa, entendió a la misma como piedra angular para la conformación de una Nación, la que
se constituyó como responsabilidad del Estado, gratuita y obligatoria.

Sabiendo que se erguían sobre Centroamérica los colmillos imperiales ingleses y norteamericanos, luchó
constantemente por la soberanía de Belice, Islas de la Bahía y demás territorios del Caribe en manos de la
corona británica, quien como conocemos ampliamente en nuestras tierras del sur, no perdió el tiempo,
cosechando permanentemente la división de la Unión Federal.

Sin embargo, las fuerzas de la reacción (la vieja oligarquía y los diferentes imperios) socavaron las bases
de este proyecto emancipador, que por otro lado no pudo consolidar fuerzas económico –sociales que
sostuvieran dicho proyecto. Se presentaron profundas dificultades a nivel organizacional, esto es, qué grado
de soberanía le correspondía a cada estado, tendiendo a reproducir los viejos recelos entre cada uno, así
como los gastos que la defensa requería para mantener la integridad eran elevadamente costosos y se
hicieron insostenibles a lo largo del tiempo.

Al término de su segundo mandato la Federación se encontraba colapsada y las fuerzas oligárquicas se
encontraban en plena ofensiva, asentada ya en Guatemala, Nicaragua, Honduras. A pesar de apostar el
proyecto ista reorganizando fuerzas desde su presidencia en El Salvador, no pudo contra la feroz
oposición de sus contrincantes y partió al exilio primero a Costa Rica y luego al Perú. Retornó en 1841, con
la idea de refundar la federación, desembarcando en territorio costarricense obteniendo una rápida victoria
política sin enfrentamiento armado, convirtiéndose en Jefe de Estado. Este acontecimiento convulsionó a las
oligarquías regionales y por sobre todo al consulado inglés. La contrarrevolución se hizo sentir de
inmediato, con una invasión de tropas nicaragüenses a Costa Rica con el fin del derrocamiento político y
físico del Presidente y patriota centroamericano. El 15 de septiembre de 1842 es fusilado este hombre de la
patria grande, sin juicio ni posibilidad de defensa alguna. Con él muere también el proyecto confederal.
¿Por qué empezamos a hablar de Francisco Morazán para hablar de Sandino y del pueblo sandinista?
Porque entendemos que los sueños de unidad, soberanía y libertad de nuestros libertadores se reflejan en
todas las luchas populares nuestroamericanas y porque también se unen y se enhebran en la historia en la
medida en que esos proyectos inconclusos retornan como asignaturas pendientes a la vida de los pueblos.
Las unen además similares adversarios, encarnados en las élites terratenientes o propietarias de los
principales recursos, y el imperialismo ya sea europeo o estadounidense, que operó siempre como factor
disgregante y deformador de las economías y las instituciones latinoamericanas (y de toda la periferia).
Morazán y Sandino, fueron, son, líderes y mártires de la misma causa, en distinto momento.

Nicaragua: de patriotas, gerentes y filibusteros.

¿Verdad que da escalofrío? ¿Dónde comienza y dónde termina el “Gobierno” del Estado Yanqui?
Juan José Arévalo

Nicaragua sufrió particularmente las guerras civiles luego de desmembrada la Federación. Tenía dos
ciudades relativamente desarrolladas y enfrentadas entre sí: Granada y León. Organizaban su vida
económica y política de forma independiente, mientras el resto del país era una extensión territorial en
dónde se asentaba la población mestiza pobre, mano de obra de las haciendas de añil y cacao4.Granada
era una rica ciudad de comerciantes conservadores, que se opusieron a la independencia y a las reformas
liberales, y León era una ciudad conformada por agricultores, cuna del partido liberal. Rota la Federación,
ambas ciudades reclamaban para sí la capitalidad del Estado Nacional. Los campesinos eran arrastrados a
la guerra civil que enfrentaba a estas ciudades antagónicas.

Inglaterra pronto comenzó a competir con el reciente poderío norteamericano por la hegemonía continental, y
en Nicaragua por la construcción del canal interoceánico. A través de un tratado denominado Clayton-Bulwer,
Inglaterra le reconoce a Estados Unidos el derecho canalero sobre Nicaragua, dónde, por supuesto, las
autoridades nicaragüenses ni siquiera fueron consultadas.

El hecho de que en 1848 se descubra oro en California, despierta ávidamente la sed de la piratería, que
obliga a innovar las rutas de acceso y es Nicaragua un punto neurálgico por dónde pasaran los filibusteros.
Se fagocitan a su vez, las internas entre granadinos y leoneses, en dónde los segundos deciden contratar
mercenarios norteamericanos para derribar el gobierno conservador de Chamorro. William Walker,
esclavista del sur estadounidense, arrebatador de tierra mexicana para su anexión al país del norte, será la
cabeza del ejército mercenario.

Es recibido con júbilo por los leoneses, toma la Ciudad de Granada, fusila a sus dirigentes políticos, y tal
fue el impulso de su victoria, que termina proclamándose Presidente de la República. Decreta el idioma
inglés como lengua oficial, restituye la esclavitud, los Estados Unidos reconoce su mandato y establece
relaciones diplomáticas.

Sin embargo, la aventura del pirata será breve, y los ejércitos centroamericanos lo derrotaran y expulsaran
del país. A pesar de ser derrotado, perseveró en su empresa, e intentó conquistar nuevamente el territorio
en varias oportunidades, hasta que en 1860 es arrestado y fusilado en Honduras.

Granadinos y Leoneses firmaron un acuerdo de paz que permite a los conservadores gobernar 30 años el
país en un clima relativamente apacible.5

Llegando a los últimos años del Siglo XIX, el capitalismo mundial dio un nuevo salto expansivo, y
Centroamérica, como todo el continente fue insertada en el mercado mundial como proveedora de materias
primas para los centros manufactureros. Café y Bananos son los nombres de las cadenas
centroamericanas.

El nuevo orden agrario ligado a las necesidades del mercado mundial, es la veta que encuentran los
liberales para llevar a cabo revoluciones contra los conservadores, estableciendo en el poder un gobierno
militar liberal presidido por José Santos Zelaya en 1893. En paralelo son ocupadas enormes extensiones de
tierras por parte de compañías norteamericanas como la United Fruit para la producción del banano.

Zelaya llevó a cabo reformas liberales que no fueron vistas con buenos ojos por el vecino del Norte, quien
no le perdonó el intento de la construcción del canal en asociación con otras potencias extranjeras como
Alemania y Japón. Esta “desobediencia” le costó el gobierno al militar en 1909 y a Nicaragua la ocupación
del territorio por parte de la Marina de Guerra estadounidense.

De aquí en más, las fuerzas de ocupación vigilarán los gobiernos conservadores que se suceden en una
calesita entre parientes, que de los rangos gerenciales de las empresas yanquis pasan a la Presidencia de
la República.

El colmo de la infamia se vería retratado en el tratado que Emiliano Chamorro firma con el secretario de
estado norteamericano en 1914 en torno a la construcción del canal. En su triste letra dice: “El gobierno de
los Estados Unidos tendrá la opción de renovar por otro lapso de noventa y nueve años, el arriendo y
concesiones referidos, a la expiración de los respectivos plazos; siendo expresamente convenido que el
territorio que por el presente se arrienda y la base naval que pueda ser establecida en virtud de la
concesión ya mencionada, estarán sujetos a las leyes y soberana autoridad de los Estados Unidos”6. En
este tratado se manifiesta la absoluta venta de la soberanía en el que Estados Unidos consiguió que
ninguna otra potencia conserve y explote un canal en Nicaragua, al que por otra parte no le interesa
construir porque ya concretó el de Panamá.

Los liberales, que permanecían en segundo plano en esta relación simbiótica entre el imperio y los
conservadores, volvieron al ruedo bajo la accidental presidencia de Bartolomé Martínez, quien asume por la
muerte del jefe de Estado. Martínez mantenía cierta independencia de criterio por no provenir directamente
de una familia de la oligarquía granadina. Fue así como buscó la confluencia con el partido Liberal y dirigió
una alianza para las siguientes elecciones entre un conservador (Solórzano) y un liberal (Sacasa). Entre
revueltas y contrarrevueltas, son puestos y depuestos, promulgados y derrocados presidentes liberales y
conservadores en el lapso de meses, hasta que la bendición norteamericana nombra a un antiguo amigo
suyo, ex contador de una empresa minera: Adolfo Díaz. Los liberales, expresados en Sacasa, desconocen
esta decisión y establecen un gobierno en Puerto Cabezas, lo que trae aparejada una crisis militar que
desemboca en un nuevo desembarco de marines de guerra y también de la diplomacia estadounidense
dispuesta a negociar con los liberales el precio de su rendición. El Ministro de Guerra, General Moncada, se
sintió tocado por la varita mágica y creyó ver en los acuerdos de rendición con Estados Unidos su salto a la
presidencia. Reparto de cargos para los insurgentes y la Presidencia para su General era el punto culmine
del alegre pacto.

Sandino: Una Pedagogía de la Dignidad

“En Nicaragua, señores,
Le pega el ratón al gato.”
Cántico guerrillero sandinista

Augusto César Sandino emergió a la escena pública en el marco de esta rebelión de los liberales contra los
conservadores y su alianza imperial. Sandino había trabajado en plantaciones y haciendas, había sido
guardalmacén en la United Fruit de Honduras y minero en Nicaragua. Comenzó su prédica entre los mineros
en 1926, enfatizando en la causa nacional, a tal punto que conformó una pequeña columna de soldados al
norte de Nicaragua, que se plegó al combate de los liberales de insurrectos. Entendía que en esa rebelión
se estaba combatiendo la intervención extranjera y fue así como se incorporaron a su ejército además de
los obreros de las minas, los campesinos desharrapados de las selvas nicaragüenses. Con armas viejas e
insuficientes, con equipamiento rudimentario pelearon enarbolando la bandera de Libertad o Muerte.

Como la insurrección de los liberales no era otra cosa que una disputa oligárquica, el pacto con Estados
Unidos era motivo suficiente para aceptar la rendición. Pero para las huestes sandinistas, se estaba
librando una lucha por la liberación nacional que empezaba a ser plenamente tal y que terminaría con la
expulsión del Imperio: “transformarían una guerra de soldados reclutados a la fuerza y de generales
oportunistas, en una guerra en que generales serían todos pobres y soldados serían todos pobres e hijos de
pueblo, que andarían en harapos (…) y aquella guerra convencional de montoneras, se transformaría en la
primera guerra de guerrillas librada en el continente americano” 7.

Entre 1927 y 1933 este ejército del pueblo libra a brazo partido la guerra contra el invasor ocupante
obligando su retirada el 1 de enero 1933, día en que el último contingente de marines se embarca y
abandona Nicaragua.

El pensamiento de Sandino

Sandino entendió desde siempre su lucha como una lucha por la nacionalidad, por la necesidad de dejar de
ser colonos de una potencia extranjera. Desde sus columnas en la selva, los soldados aprendían a combatir
y también a leer y escribir para poder emitir sus propios telegramas, cartas y comunicados. El ejército del
pueblo pobre también era una escuela. Dice Sandino: “Los yanquis solo pueden venir a nuestra América
Latina como huéspedes; pero nunca como amos y señores, como pretenden hacerlo. No será extraño que a
mí y a mi ejército se nos encuentre en cualquier país de la América latina donde el invasor asesino fije sus
plantas en actitud de conquista”8.

Sandino convirtió la causa nicaragüense en una causa latinoamericana. En todo momento enlazó la defensa
de la soberanía con la defensa de los oprimidos, los indígenas, los campesinos, los obreros explotados en
las plantaciones y haciendas. Proclamó a viva voz que lo que en Nicaragua se estaba librando no era solo
incumbencia de los nicaragüenses, sino de todo el mundo latinoamericano, y se vinculaba a los proyectos
que nuestros libertadores habían concebido en el siglo anterior: “Los Hombres dignos de América latina
debemos imitar a Bolívar, Hidalgo, San Martín, y a los niños mexicanos que el 13 de septiembre de 1847
cayeron acribillados por las balas yanquis en Chapultepec, y sucumbieron en defensa de la patria y de la
raza, antes que aceptar sumisos una vida llena de oprobio y de vergüenza, en que nos quiere sumir el
imperialismo”9.

En la senda de Simón Bolívar, enarbola el proyecto de unidad continental como una necesidad histórica. En
su manifiesto Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar sostiene: “Variadas y Diversas son las
teorías concebidas para lograr, ya sea un acercamiento, ya una Alianza, o ya una Federación que
comprendiendo a las veintiún fracciones de Nuestra América, integren una sola Nacionalidad. Pero nunca
como antes se había hecho tan imperativa y necesaria esa unificación, unánimemente anhelada por el
pueblo latinoamericano, ni se habían presentado las urgencias, tanto como las facilidades que actualmente
existen para tan alto fin, históricamente prescrito, como obra máxima por los ciudadanos de la América
Latina”10.

También rescata el proyecto morazanista de la Federación Centroamericana, elaborando un Plan de Unión
en el que otorga a cada provincia -estado una cartera y función específica de acuerdo a su grado de
organización y desarrollo, poniendo énfasis en la creación de un Ejército Autonomista Centroamericano para
la defensa de toda América Latina: “El Ejército Autonomista de Centroamérica declarará abolida la farsante
Doctrina Monroe. Y, por lo mismo, anula el vigor que dicha doctrina pretende ejercer, para cobardemente
inmiscuirse en la vida política, interna y externa, de las Repúblicas Indo-Hispanas”11.
Una vez expulsado el invasor, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua depuso las
armas y se dispuso a negociar la paz. El gobierno del liberal Sacasa, electo en 1932 había aceptado el
pliego de condiciones impuesto por Estados Unidos tanto como a liberales como conservadores, que
requería que al retirarse las tropas de ocupación se llegara a “ común acuerdo” para designar al jefe de la
Guardia Nacional. Por primera vez sería un nicaragüense, aunque no por eso menos adicto a Norteamérica:
Anastasio Somoza García.

El Ejército profesional, se convirtió tras años de lucha contra el sandinismo en un ejército armado y
entrenado para combatir a su propio pueblo, y a ejercer como una fuerza de ocupación en su propio
territorio.

En el año 1934, cuando se estaban realizando los acuerdos de paz entre Sandino y el gobierno, el héroe de
Las Segovias es asesinado a balazos junto a varios compatriotas, tras una emboscada. Somoza es quien
ejecuta la criminal empresa, pero es el Imperio quién da la orden de fuego.

La semilla de Sandino se siembra en la lucha del pueblo nicaragüense

“…Vos estás resucitando
en cada brazo que se alza
para defender al pueblo
del dominio explotador.
Porque estás vivo en el rancho,
en la fábrica, en la escuela,
creo en tu lucha sin tregua,
creo en tu resurrección…”

Hermanos Mejía Godoy
Credo Nicaragüense. Misa campesina.

Cuarenta años de dictadura familiar padeció el pueblo de Nicaragua. El somocismo, como era de esperar,
favoreció el control monopólico de las empresas norteamericanas a la vez que garantizó el orden social vía
represión y persecución política.

Con el auge del cultivo de algodón y café, se generó una concentración abrumadora de tierras en favor de
los terratenientes, en detrimento del campesinado quien se vio desprovisto de los terrenos de cultivo. Esta
situación trajo aparejada más desocupación y pobreza. Por otra parte, el crecimiento industrial favoreció la
consolidación del Grupo Somoza, quién comenzaba ya a asegurarse para sí el control de la banca nacional.
Para la década del ’60, el clima de malestar en que se vivía manifestaba profundas tensiones sociales. En
1962 nace le Frente Sandinista de Liberación Nacional. Los hijos de Sandino emprendían la lucha por la
recuperación de su dignidad. Confluyeron en él la masa de obreros campesinos agrícolas desarrollada bajo
el funcionamiento del esquema agroexportador. De aquí que en un primer momento el FSLN llevara a cabo
su estrategia en base a la guerrilla rural. Ya entrada la década del ’70 se suman al frente los trabajadores
urbanos lo que permitió la articulación de demandas de amplios sectores de la población en contra de la
dictadura. El FSLN supo apoyarse de las contradicciones de la sociedad dictatorial para dar el salto a la
toma del poder. Carlos Vilas argumenta: “la contradicción fuerzas productivas (pueblo)/relaciones de
producción (clases dominantes), estuvo presente siempre en el desenvolvimiento de la dialéctica social,
pero fue la acción política de las masas, su incorporación a la lucha sandinista, la que hizo de ella una
crisis revolucionaria”12

Con el asesinato de Pedro Chamorro, dirigente liberal, en el año 1978, se recrudeció la movilización popular
y se aceleraron las condiciones para el estallido social. La Revolución Sandinista triunfa el 10 de julio 1979
abriendo una etapa de rica experiencia de transformación social, con participación popular pero también
plagada de incertidumbres, iniciando un camino minado de obstáculos provenientes tanto de la estructura
socio-económica preexistente, la amenaza permanente de los Estados Unidos, como del propio marco de
alianzas al interior del bloque popular.

El programa desplegado por el gobierno revolucionario llenó de esperanza a Nicaragua y a América Latina.
En materia económica se creó un Área de Propiedad del Pueblo en base a los bienes confiscados al
somocismo. El objetivo era desarrollar una moderna industria que impulsara la producción de café, algodón,
azúcar, banano como principales productos de exportación. Se nacionalizaron la banca, el comercio exterior
y se impulsó una Reforma Agraria. Se llevó a cabo un Plan Nacional de Alfabetización en el que toda la
sociedad se vio comprometida tomando forma de causa nacional. De alguna u otra forma los y las
nicaragüenses formaron parte de este Plan que pretendía terminar con el analfabetismo en el país.13
Retomando el análisis realizado por Carlos Vilas, la Revolución Sandinista abre varias cuestiones que
pueden ser utilizadas para pensar los procesos de liberación nacional en América Latina. Con similares
desenvolvimientos históricos, estructuras económicas dependientes y una pluralidad de actores sociales, la
liberación tal cual es entendida por los movimientos populares aborda por lo menos cuatro cuestiones
principales:

a) La cuestión de clase o de la situación de los sectores oprimidos. Aquí se manifiesta la necesidad de
eliminar la explotación de las masas populares por parte de pequeñas élites propietarias.
b) La cuestión nacional. Esto es la supresión del Imperialismo como factor dominante en las sociedades
latinoamericanas a nivel interno y externo. La autodeterminación es condición necesaria para la conquista
de la soberanía.
c) La cuestión del Desarrollo. En esta cuestión se refleja la superación del atraso derivado de la posición en
la que se colocó a América Latina en el mercado mundial, como economías netamente agrarias y
dependientes de las manufacturas exportadas. La expansión de las fuerzas productivas deriva
generalmente en la necesidad de que el Estado sea quién se ponga a la cabeza de este desarrollo, al no
existir una clase que lidere dicha expansión. Las alianzas policlasistas son intentos de llevar a cabo esta
expansión.
d) La cuestión democrática. Aquí se plantea la necesidad de refundar instituciones y canales para la
participación en las decisiones de Estado de las amplias mayorías y no sólo de un reducto oligárquico.14

La Revolución sandinista como proyecto emancipador pone sobre el tapete los desafíos que se le presentan
a América Latina en su lucha por el camino de la liberación, y también nos habla de la importancia que ese
camino nos encuentre unidos, ya que en soledad los gobiernos populares suelen naufragar a la deriva, a
merced del imperialismo siempre atento al sabotaje y a sus aliadas nativas representadas en los núcleos
reducidos de las élites económicas y políticas.

A Néstor y Hugo. Patriotas del Bicentenario.



Viernes, 30 de mayo de 2014

   

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