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OLOR A BOSTA
Por Jorge Cicuttin
Es un recuerdo de pibe. Cuando con la escuela primaria visitaba la Exposición Rural. Me divertían los animales, las vacas, las ovejas, que un chico de ciudad no estaba acostumbrado a ver. Pero lo que me molestaba era el olor a bosta. Claro, con tanto animal por ahí. Los años pasan, y en esta versión 2014 de la muestra de la Sociedad Rural Argentina (SRA), volvieron a escucharse todos los lugares comunes que repiten año tras año las patronales del campo. Esta vez en boca del actual –y muy cuestionado, incluso internamente– presidente de la entidad, Luis Miguel Etchevehere.


Como siempre, se demonizó la injerencia del Estado, criticó no solo las retenciones sino los intentos por mejorar la recaudación evitando el comercio “en negro” del sector, y reclamó la unidad de la oposición para derrotar al kirchnerismo en 2015 y terminar con lo que, denominó, la “década depredada”.

Otra vez, desde el palco de la Rural se ataca duramente al gobierno de turno. Pocas veces ocurrió lo contrario. Las escasas oportunidades en que las máximas autoridades del país pudieron acudir tranquilas y sin ser silbadas al palco de la muestra de la SRA ocurrieron en dictaduras militares.

Uno de los hechos más recordados de grandes bienvenidas a los dictadores fue en 1968, cuando el general Juan Carlos Onganía llegó a la inauguración de la muestra rural en la carroza que la infanta Isabel de España utilizó en Argentina en 1910.

Al dictador Jorge Rafael Videla nunca se lo abucheó, es más, la Sociedad Rural le dio a uno de sus hombres, Jorge Zorreguieta –sí, el padre de la actual reina de Holanda–, para ocupar el cargo de secretario de Agricultura y Ganadería de la Nación.

“La Sociedad Rural participó de la dictadura, ellos pusieron los funcionarios y nosotros los exiliados y los muertos”, dijo unos años atrás Eduardo Buzzi, el titular de la Federación Agraria. El sábado, se lo vio sonriente y aplaudidor en el palco de Palermo.

Con los presidentes democráticos, la SRA se comportó de otra manera.

Una semana antes del golpe que lo derrocó en 1930, Hipólito Irigoyen, fue silbado por los hombres de campo al concurrir a la inauguración de la muestra. Juan Domingo Perón directamente no iba al predio de Palermo: el estatuto del peón era algo que nunca pudieron soportar los patrones de entonces. Pero sí desde la Sociedad Rural participaron activamente del golpe de 1955.

El primer presidente del actual período democrático, Raúl Alfonsín, también fue repudiado por los patrones del campo. En 1988, se estableció un tipo de cambio fijo con el que liquidar las exportaciones agropecuarias, lo que los ruralistas entendieron como más retenciones. “Los que silban son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura”, les dijo Alfonsín. Los terratenientes lo abuchearon más aún.

Hasta Carlos Menem la pasó mal, a punto que en su gobierno a alguien se le ocurrió reclutar a un grupo de changarines del Mercado Central, apodados “los batatas”, para reprimir los silbidos al presidente ni bien tomaban forma en el predio de Palermo.

Eduardo Duhalde nunca fue a la muestra. Tampoco lo hicieron en los últimos diez años ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández de Kirchner. ¿Qué sentido tendría presentarse ante quienes se vanaglorian de ser los enemigos del gobierno?

“Es urgente cambiar de rumbo”, lanzó el sábado Etchevehere. No le gusta este modelo de país. No le gusta, nunca le gustó a la Rural, un Estado fuerte. Por eso repetían en los años de la dictadura la frase que se ideó desde el ministerio de Economía que dirigía José Alfredo Martínez de Hoz, un apellido ilustre de la SRA: “Achicar el Estado es agrandar la nación”, sostenían.

Un ejemplo que dio Etchevehere y que lo pinta de cuerpo entero es lo referente al control necesario para que se cumplan con los derechos de los trabajadores rurales. “La Mesa de Enlace es un ejemplo invicto de convivencia en la diversidad. En ella y junto a los trabajadores rurales, seguiremos empeñados en recuperar el Renatre, ejemplo de convivencia entre trabajadores y productores”, dijo el sábado.

Recordemos que el Renatre fue creado en 2002 –durante el gobierno de Duhalde–, y entregado al gremio de la Uatre, conducido por Gerónimo “Momo” Venegas, quien ayer estaba en el palco, y a las cuatro entidades de la Mesa de Enlace. Ellos tercerizaron el registro a una empresa privada mediante contratos millonarios. Y si algo caracterizó su funcionamiento fue la connivencia entre los patrones y el gremio del “Momo” para ocultar las situaciones de precarización laboral.

El presidente de la Rural no por casualidad está interesado en retomar esta herramienta de fiscalización: él y su familia, socios de Las Margaritas SA, enfrentan una denuncia judicial por presunta reducción a la servidumbre de dos peones rurales.

Etchevehere cometió un error en su discurso que en el momento pasó inadvertido: “Podemos producir alimentos para más de 700 millones de personas. Ir hacia ese horizonte es decidirse a terminar con el hambre que ilumina nuestro país... Perdón.... Ir hacia ese horizonte es decidirse a terminar con el hambre que humilla a nuestro país”, dijo.

Bueno, supongamos que fue un error.

La recuperación del rol del Estado registrado en esta última década es un pésimo escenario para los patrones campestres.

Su modelo es una mucho más cercano al reclamado por Martínez de Hoz.

El pensamiento de la Sociedad Rural tuvo su apoyo en el editorial del domingo último del diario La Nación.

“El campo, en otra muestra ejemplar”, se tituló. Y allí, en concordancia con lo que se dijo en Palermo, se señaló que hoy están en el poder “fuerzas nihilistas empecinadas en un proceso de degradación institucional y de olvido de las grandes tradiciones nacionales previo al propósito de reducirlo todo a un tenebroso espejo de lo que sucede en escenarios como el de la Venezuela del legado chavista. Por eso, han arreciado en los últimos años los ataques a las entidades más representativas del campo cada vez que la ciudad ha acudido a su encuentro”.

Por si no quedaba claro, el diario de los Mitre fijó lo que entiende es la ideología dominante en el gobierno: “…los impulsos del populismo colectivista que se recreó, bajo diversidad de hábitos pero con insuficiencias comunes para ocultar la antigua identidad, luego de la implosión del imperio soviético, en 1989/90. El empeño por destruir las libertades esenciales del hombre: de expresión, de tránsito, trabajo y comercio, de propiedad y de herencia de valores forjados en un sistema coherente y con mayor resistencia y lógica que el de sus detractores, se ha focalizado desde entonces en dos objetivos: la anulación del campo como interlocutor con personalidad vigorosa y de altísima valía en la sociedad contemporánea.”

En la dictadura hablaban del “sucio trapo rojo” que los “subversivos” querían ver flamear sobre nuestro país.
Para la Sociedad Rural-La Nación, se trata del “populismo colectivista” identificado con la ya desaparecida Unión Soviética.

Los enemigos que creen ver los terratenientes cuando se empieza a fortalecer al Estado.

Pasó otra muestra anual de la Sociedad Rural en Palermo.

Con los reclamos de siempre.

Con las críticas a los gobiernos democráticos de siempre.

Con el olor a bosta de siempre.


Martes, 29 de julio de 2014

   

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