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La luz y la fuerza de Tosco
Por Eduardo Anguita
Algunos lo llaman Héctor y otros, Agustín. En rigor, Agustín Tosco tuvo dos hijos, Malvina y Héctor Agustín. Este es un calco del padre, un poco más rubión y no tan alto. Trabaja en la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC), como lo hizo el padre.
Se recibió de ingeniero en la UTN, mientras que su padre había estudiado un colegio técnico. Hace pocos días, el viernes 27 de septiembre, en la mítica sede del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, se llevó a cabo un acto de homenaje a los 60 años de la primera edición de Electrum, el periódico obrero que comenzó a salir cuando Tosco fue elegido prosecretario general del gremio. El Gringo, como todos lo llamaban, tenía apenas 23 años y firmó un artículo en ese número inaugural. “Este es el primer número de Electrum. Nace puro, limpio, amasado por fuertes y dignos brazos laboriosos, ideado por altivas y sinceras mentes laboriosas”, empezaba. Eran tiempos en que la inmensa mayoría de los trabajadores eran peronistas. Los dirigentes sindicales comunistas, en la mayoría de los casos, eran abiertamente antiperonistas. Tosco tuvo, desde joven, formación marxista y fue elegido por sus compañeros. En los primeros años de Electrum, las fotos de Perón y Evita, así como el fervor por las conquistas obreras, convivían con la apertura a otras tradiciones proletarias, como las que profesaba Tosco. Lo más elocuente de cómo convergían las miradas es ese primer número de la revista obrera: una foto de Perón ocupaba la mitad de la portada, debajo de la cual, de puño y letra, el General se la dedicaba “al amigo Cristóbal Sierra”, a la sazón secretario general del gremio. En la página 2, al lado del editorial de Tosco, una foto de la extinta Eva Perón llevaba un textual de la abanderada de los pobres. Adentro, además, había un extracto de “la energía eléctrica en el Segundo Plan Quinquenal”. Un detalle no menor para los que suelen perderse en abstracciones teóricas: una página entera de la revista estaba dedicada a rendir las cuentas detalladas de los ingresos y gastos del gremio, con la firma de las autoridades y de la comisión “revisadora” de cuentas. Al lado, un lema abundaba: “Cualidad del buen dirigente gremial, honestidad y lealtad hacia los trabajadores que representa”. Evidentemente, lo que abunda no sobra.

Apunta James Brennan en su libro El cordobazo: “En la década del cincuenta, Córdoba se convirtió en el centro de un nuevo tipo de desarrollo industrial en América latina, caracterizado por tasas extremadamente rápidas de crecimiento pero concretado en un solo sector industrial tecnológicamente complejo”. La referencia es a la industrial aeronáutica y mecánica, sustitutiva de importaciones, que a su vez precisaba de mucha energía eléctrica. A su vez, ésta había sido iniciada por el gobernador radical Amadeo Sabattini, gran impulsor de la obra pública, en los años treinta y tomaba un gran impulso con la creación de la EPEC en pleno peronismo (1953). Esa empresa provincial nacía entonces con una cantidad de tonalidades que la acompañaron siempre: trabajadores públicos, de altas calificaciones y buenas remuneraciones, estrechamente vinculados a la conducción técnica y administrativa. Y ese joven larguirucho, de acento piamontés pese a ser nacido en Coronel Moldes –un pueblo pequeño de agricultores del sur de Córdoba– formó parte de la matriz de la EPEC y de la identidad política de sus trabajadores. Con el correr de los años, Tosco no solo fue el secretario general del gremio sino que formó parte de una de las experiencias nacionales más importantes de la historia reciente del movimiento obrero argentino. En efecto, en 1968 llegó en tren a Buenos Aires para participar del congreso normalizador Amado Olmos que colocó al gráfico Raimundo Ongaro al frente de la CGT de los Argentinos y que contó con una cantidad de delegados obreros que votaban un programa verdaderamente transformador proclamado el 1º de mayo de ese año ’68, en plena dictadura de Onganía. Un periódico daba cuenta de esa realidad y su director era nada más y nada menos que Rodolfo Walsh.

El Cordobazo hubiera sido imposible sin el protagonismo de los trabajadores mecánicos y metalúrgicos, no solo por el peso numérico, sino también porque esos trabajadores se sentían conducidos por la regional Córdoba de la CGT de los Argentinos, que tenía a Tosco como una figura descollante. Y porque Ongaro había ido personalmente a Córdoba ante la convocatoria al paro. Con los dirigentes a la cabeza –se machacaba– o con la cabeza de los dirigentes. Las jornadas del 29 y 30 de mayo de 1969 dejaron muchas enseñanzas y también muertos y presos. Tosco fue uno de ellos. El fin de la dictadura de Lanusse, en mayo de 1973, le permite al movimiento obrero cordobés redoblar esa apuesta de amplitud y convergencia del peronismo y la izquierda comprometidos con los intereses populares. Así, la CGT regional era conducida por el colectivero Atilio López, electo vicegobernador, y por Tosco. López secundaba al gobernador Ricardo Obregón Cano y fueron víctimas de un golpe de Estado provincial a fines de febrero de 1974, desalojados por la derecha sindical en alianza con bandas paramilitares y la mismísima policía provincial. Tan sólo nueve meses de democracia plena. El 16 de septiembre, de viaje en Buenos Aires, López era secuestrado por la Triple A y acribillado brutalmente. Los sindicatos combativos eran intervenidos, entre ellos Luz y Fuerza. Así, el Electrum salió desde la clandestinidad, con una impresión rústica pero mostrando que no los luzyfuercistas no bajaban la guardia. Esa edición era el número 470 y en todas ellas siempre estaba el sello editorial de Tosco. Se llamó “Aquí estamos”. El Gringo tenía 44 años, 25 de los cuales llevaba en la EPEC. Transcurría a partir de entonces el último año de su intensa y deslumbrante, pero corta vida. En ese año de clandestinidad, una enfermedad infecciosa lo dejó en un precario estado de salud hasta que murió, un 5 de noviembre de 1975.

Este pasado viernes 27 de septiembre, Héctor Agustín Tosco pasó varias horas sentado junto a su esposa Mabel en la primera fila del salón de actos Agustín Tosco del sindicato, escuchando atentamente a todos los oradores. El acto fue presidido por el secretario general del gremio, Gabriel Suárez, un dirigente formado en el peronismo que se nutrió de la doctrina tosquista. Dicho en términos futboleros, un jugador que puede patear con las dos pies, sin que esto sea con la izquierda y la derecha. Suárez está al frente de una conducción colectiva que repite hasta el cansancio que tienen el orgullo de que la EPEC nunca fue privatizada. Una rareza en la Argentina pero que entre las causas principales, quizás la excluyente, está que trabajadores nunca aceptaron la privatización. Suárez, en este homenaje a los sesenta años del periódico obrero hizo subir al estrado a quienes hicieron historia en Electrum.

Llegó el turno de Héctor Agustín, quien en vez de hablar prefirió leer nada menos que el editorial que su padre había escrito para ese número emblemático del 20 de diciembre de 1974. Arrancó con fuerza y la figura del Gringo, sin duda, lo iluminaba: “No es casualidad que Electrum pueda editarse nuevamente. En este formato especial circulará entre los trabajadores de Luz y Fuerza y será distribuido a otros sindicatos, organizaciones políticas, estudiantiles y sociales. Decimos que no es casualidad sino el resultado de un esfuerzo sostenido y sistemático, de un vibrante entusiasmo, de una actitud conciente de los compañeros que están dispuestos a continuar la lucha para recuperar el sindicato y defender los derechos económicos, sociales y políticos…”. Héctor Agustín no pudo evitar contraer los músculos de la cara, la voz empezó a traicionarlo, los ojos se iban enrojeciendo. Era toda emoción, todo orgullo y compartió el llanto con todos los presentes que le gritaban ¡Fuerza Agustín!

“Aquí estamos, presentes y dispuestos a no dejarnos avasallar, ha sido y es muy duro lo que nos toca vivir, mas la heroica historia del movimiento obrero enseña que la Reacción, por más éxitos transitorios que obtenga, siempre termina derrotada y a la reconquista del terreno sindical perdido, suceden nuevas reivindicaciones que enaltecen la dignidad y el nivel de vida de las masas laboriosas”. Héctor Agustín cumplió con leer completas las palabras de su padre, palabras acompañadas del ejemplo diario que todavía resuenan en la conciencia de quienes reconocen en Agustín Tosco a uno de los grandes dirigentes obreros de la Argentina



Domingo, 6 de octubre de 2013

   

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