Por Felipe Pigna Francisco de Miranda, el precursor La figura de Francisco de Miranda es una de las más fascinantes del pasaje entre los siglos XVIII y XIX, en cuyos grandes procesos (la independencia estadounidense, la Revolución Francesa, las guerras napoleónicas, el inicio de las luchas por la independencia hispanoamericana) militar arriesgado, es el único americano cuyo nombre figura en el Arco de Triunfo de París, entre los generales victoriosos de la Grande Révolution.Uno de los mayores méritos de Miranda, el de haber anticipado, como muy pocos, el curso de los acontecimientos que comenzaban a desarrollarse. Como muestra, basta citar uno de los párrafos que escribió:
El estado crítico en que se halla actualmente España con la próxima entrada de las tropas francesas en su territorio amenaza al gobierno con una convulsión anárquica; de cuya sacudida debe precisamente resultar alguna otra en el Nuevo Mundo, luego que las colonias españolas, desligándose, como consecuencia, de los vínculos que la unían a la metrópoli, deben tratar necesariamente de darse nueva forma de gobierno.
Con un oportunismo que, a la larga, resultaría un tiro por la culata, las coronas borbónicas de Francia y España habían resuelto dar su apoyo a los independentistas estadounidenses, para enfrentar a su eterna rival, Gran Bretaña. Miranda participó en esa lucha, destacándose en la toma de Pensacola y en la rendición de los británicos en las Bahamas. En Norteamérica Miranda conoció a George Washington, Alexander Hamilton, Thomas Paine, Henry Knox y otros dirigentes de la revolución independentista. También conoció al general francés Gilbert Motier, marqués de La Fayette, jefe de las fuerzas expedicionarias francesas, quien luego tendría un papel destacado en la Revolución. En diciembre de 1784, el “Precursor” se embarcó en Boston rumbo a Inglaterra, la única potencia que en ese momento podía estar interesada en apoyar su plan independentista.
El 14 de febrero de 1790 tiene lugar la primera entrevista con Pitt, en la residencia del secretario del Foreign Office, lord Grenville. En esa reunión Miranda propone a los británicos un boceto del proyecto para independizar Hispanoamérica, desde el río Mississippi (límite de Luisiana, entonces colonia española) hasta el cabo de Hornos. Para Miranda, desde el vamos, la lucha emancipadora debe abarcar todo el continente, al que en sus escritos llama Colombia. A cambio de esta ayuda se ofrecían grandes compensaciones a los ingleses. La respuesta es típicamente británica: el plan les parece beneficioso, pero solo realizable en caso de guerra con Francia y España, por lo que proponen seguir tratando el asunto. En las semanas siguientes, en una serie de diez cartas, el “Precursor” hace llegar a Pitt y sus funcionarios un detalle completo del plan, incluidos mapas y estudios de posibles operaciones militares, al igual que valiosísima información sobre la población, la economía, las fuerzas militares y navales de estas colonias.
Miranda, con un argumento que parecía extraído de los revolucionarios estadounidenses, afirmaba que la dominación de la corona española era ilegal, porque la colonización no había sido obra de los reyes, quienes se enriquecieron con la conquista pero aportaron muy poco a los gastos que demandó. En cambio, argumentaba, habían sido los españoles los que habían puesto todo el esfuerzo en la conquista y colonización, por lo que sus descendientes, los “colonos” criollos, debían considerarse los dueños del país. Como las circunstancias les impedían lograr por sí mismos la independencia, era necesario pedir el apoyo británico. Para llevar adelante el plan independentista, el Precursor consideraba necesaria una escuadra de unos quince buques de línea y un ejército de 10.000 a 12.000 hombres. A cambio de esta ayuda, ofrecía compensaciones a los ingleses, que era lo que éstos querían oír. América que, uniéndose por un pacto solemne a la Inglaterra, estableciendo un gobierno libre y semejante, y combinando un plan de comercio recíprocamente ventajoso, vengan estas dos naciones a formar el más respetable y preponderante cuerpo político del mundo.
En una curiosa muestra de anticipación, los documentos presentados por Miranda incluyen la idea de abrir un canal interoceánico en Panamá y, quizás, otro más en Nicaragua.
Su plan era, más que nunca, establecer una monarquía constitucional en su Colombia (que recordemos, abarcaba todo el continente desde el Missisipi hasta Tierra del Fuego), cuya capital proponía establecer en Panamá. Incluso llegará a redactar un proyecto de organización, que tomaba aspectos de la Constitución monárquica francesa de 1791 (por ejemplo, establecía un requisito de propiedad mínima para ejercer los derechos políticos), aunque incluía otros del sistema estadounidense (como el juicio por jurados). Este gran imperio, organizado de manera federal, estaría regido por un Inca hereditario, con sus poderes limitados por una legislatura bicameral. En el nuevo Estado solo serían ciudadanos los nacidos en el país, hijos de padres y madres libres, y los extranjeros que, establecidos y casados en el país, prestaran juramento de fidelidad al nuevo gobierno, o que siendo solteros prestaran servicio en tres campañas de la independencia americana.
Los acontecimientos a partir de marzo de 1808, con la abdicación de Carlos IV, la ocupación francesa y la crisis monárquica, que había anticipado diez años antes, alentaron sus expectativas de que, finalmente, los “colombianos” o hispanoamericanos iniciarían la lucha revolucionaria.
Miranda llega a Caracas a fines de 1810, con Bolívar y otros criollos, Miranda funda la Sociedad Patriótica, cuya prédica consigue, finalmente, que el 5 de julio de 1811, se proclame la independencia de la “Confederación Americana de Venezuela”.
A Miranda se lo nombró presidente en abril de 1812, para que se “hiciera cargo” de la suma de desastres que afectaban a la República recién nacida. Con una fuerte oposición en los oficiales criollos, sin recursos y escaso apoyo, el Precursor intentó organizar la defensa contra las fuerzas realistas que, casi por todas partes, avanzaban hacia Caracas. En Puerto Cabello, un motín de los prisioneros realistas tomó por sorpresa a Bolívar, que estaba a cargo de esa posición estratégica, provocando una derrota fatal para la “Primera República” que recién cumplía un año de existencia.
Miranda no encontró otra solución que pactar un armisticio con los jefes realistas, el 17 de julio de 1812, buscando impedir una masacre. De acuerdo con lo convenido, se dispuso a abandonar Venezuela. Pero mientras esperaba en el puerto de La Guaira al barco que lo llevase a Nueva Granada, donde esperaba organizar nuevas fuerzas, un grupo de oficiales encabezados por Bolívar lo detuvo y permitió su apresamiento por el enemigo. La mutua acusación de “traición” (de Bolívar a Miranda por haber firmado el armisticio, de Miranda a Bolívar por su mala actuación en Puerto Cabello y haberlo entregado a los realistas) dividirían aguas hasta la muerte del Precursor.
Desde La Guaira, Miranda fue llevado a Puerto Cabello, y el 4 de junio de 1813 lo trasladaron a la fortaleza de El Morro, en Puerto Rico. De allí, siempre engrillado y bajo la acusación de “reo de lesa majestad”, lo llevaron a España, para encerrarlo en un calabozo del penal de las Cuatro Torres, en el arsenal de La Carraca, cerca de Cádiz.
Allí sólo recibió algunas noticias y ayuda de unos pocos amigos. Miranda planeaba escaparse hacia Gibraltar, pero un ataque de apoplejía frustró sus planes y murió, a los 66 años de edad, el 14 de julio de 1816. Habían pasado veintisiete años del inicio de la Revolución Francesa, y sólo cinco días de que se proclamara la independencia de las Provincias Unidas en Sud América.
Jueves, 17 de octubre de 2013
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