LA PESADA HERENCIA DE LA "OEA" Oscura trayectoria y malas juntas En el año 2014, la Heritage publicó un informe en el que enfatizaba las “amenazas del socialismo del Siglo XXI”, asegurando que Venezuela era cabeza de playa del terrorismo islámico en la región (repitiendo parte del libreto que suelen desplegar los militares estadounidenses para justificar su presencia en la región).
En los últimos años han sido publicados análisis, notas periodísticas e incluso documentos filtrados que dan cuenta de las rees, proyectos y planes para desestabilizar el proceso de cambio en Venezuela y eventualmente derrocar al actual gobierno de Nicolás Maduro: documentos del Departamento de Estado (filtrados por Wikileaks)[1]; Operation Freedom II del Comando Sur[2], el Plan Estratégico Venezolano (2013)[3]. Entre otros actores de peso como la USAID, suele aparecer la OEA como institución clave para legitimar las diversas estrategias. No se trata, como suele argumentarse para desestimar la veracidad de los documentos y planes mencionados, de una conspiración.
Por el contrario, se trata del modo en que opera una red de intereses y de poder que trasciende (y vulnera a) los Estados nacionales, se nutre de la vinculación entre el sector público y privado, entre las ONGs y los Organismos Internacionales e Instituciones Financieras Internacionales; entre el gobierno estadounidense y los think-tanks.
Con respecto al rol de la OEA en Venezuela, tomemos el caso de la Heritage Foundation, que se encuentra entre los 10 think-tanks con mayor peso en Estados Unidos, es una de las principales asesoras de Trump y fue la guía para la “revolución de Reagan” a inicios de los ’80[4] -trayectoria que ha llevado a definirla por los mismos estadounidenses como think-tank de derecha[5]-. Los intereses de la Heritage tienen un profundo arraigo en la historia más oscura de América Latina, pues fue una de las fundaciones que participó en el financiamiento de los operativos encubiertos contra el Sandinismo en Nicaragua[6], a la vez que se ocupó de desprestigiar y deslegitimar a los organismos e instituciones estadounidenses que denunciaban la injerencia de su gobierno en Centroamérica.[7]
En el año 2014, la Heritage publicó un informe en el que enfatizaba las “amenazas del socialismo del Siglo XXI”, asegurando que Venezuela era cabeza de playa del terrorismo islámico en la región (repitiendo parte del libreto que suelen desplegar los militares estadounidenses para justificar su presencia en la región)[8]. Por eso, el informe advertía sobre la imperiosa y urgente necesidad de proteger los “derechos humanos” y los “derechos de la oposición democrática en Venezuela”. Proponía como objetivo clave que la OEA organizara sesiones especiales del comité permanente para debatir sobre Venezuela y “hacer valer las libertades garantizadas por la Carta Democrática. En caso de que la OEA fallara en este intento, habría que trabajar con aliados regionales”[9].
Sumado a eso, la Heritage publicó informes que convocaban a que el gobierno estadounidense presionara al presidente Maduro para que liberalizara la economía Venezolana (abril 2013)[10], o que alentaban la Alianza del Pacífico como estrategia para contrarrestar al ALBA-TCP, concebido como un acuerdo que solo favorece a las “élites populistas”[11]. Uno de los últimos informes sobre Venezuela (febrero 2017) se titula “Venezuela es una bomba de tiempo” y destaca que lo preocupante es que la inestabilidad afecte a un país que “está sentado sobre una de las reservas más grandes de petróleo a nivel mundial”[12] –no es casual entonces que el objetivo más urgente sea liberalizar la economía. A la luz de la constante presión que ejercen el gobierno estadounidense y la OEA sobre Venezuela, parece que estas sugerencias fueron atentamente escuchadas y bien recibidas por el establishment de política exterior de Estados Unidos (y celebradas por la derecha venezolana).
El asunto es cómo se logra que esta voz “experta” llegue a los oídos adecuados, es decir, a personas con mayor vinculación a la toma de decisión o influencia en la opinión pública. La primera vía es garantizada por el hecho de que la mayoría de los think-tanks y fundaciones de peso, albergan en su seno a miembros del establishment estadounidense, particularmente a celebrities de las relaciones exteriores. Es el caso de Otto Reich, quien fue “Senior Research Fellow” de la Heritage mientras se desempeñaba como Subsecretario de Asuntos Hemisféricos durante el gobierno de George W. Bush. Reich fue uno de los funcionarios estadounidenses con mayor implicación en la organización y despliegue de las fuerzas contrainsurgentes en América Central en los ’80 (incluida la CONTRA) y que también estuvo presente en la gestión del derrocamiento a Zelaya en 2009[13]. Además de esta “puerta giratoria” de funcionarios, la Heritage es uno de los think-tanks con mayor número de “expertos” que acuden al Congreso a dar su opinión.
Pero a eso hay que sumar la incidencia en la opinión pública. Una de las voces expertas de la Heritage sobre el “Hemisferio Occidental” (la autora de varios de los informes arriba enunciados), escribe asiduamente sobre América Latina (particularmente sobre Venezuela y Cuba), publicando en diversos medios, generando una opinión nefasta sobre estos países[14]. Esto, en el marco de una vasta presencia de la Heritage en los medios y redes sociales, tal como ellos mismos se promocionan: “nuestros expertos aparecen diariamente en Fox, CNN, Wall Street Journal, además de Facebook y Daily Signal”[15].
En virtud de la digna e histórica retirada de Venezuela de la OEA y a partir de lo expuesto aquí, vale destacar que lo que hace ilegítimo a esa institución interamericana no es solo su trayectoria, sino los sectores y grupos que la invocan para hacer valer “la democracia y los Derechos Humanos”, valores que la misma OEA (por su vinculación con estas otras instituciones y grupos, como la Heritage Foundation), viene socavando desde el momento mismo en que fue creada.
Viernes, 5 de mayo de 2017
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