Por Hugo Presman La campaña dietética La politización de la sociedad argentina desde el clivaje histórico del 19 y 20 de diciembre de1 2001, acentuado en forma significativa por la década kirchnerista, es una aseveración que tiene sus raíces profundas en una realidad modificada por obra y acción de la política. Como sostenía el inolvidable dirigente sindical Germán Abdala: “La política es la herramienta principal que tenemos los pueblos para transformar las sociedades donde vivimos, para poder poner un manto de equidad frente a los poderosos. Porque la guita y las armas siempre las tuvieron ellos. Sólo la participación, organización, movilización y unidad de nuestro pueblo pudieron generar proyectos colectivos que plasmaran los intereses de las grandes mayorías relegadas históricamente.” En el mismo sentido, Lula ha afirmado: “Le digo a los jóvenes, fuera de la política no hay solución”. Y la política enamora cuando se observa que es el instrumento de cambios y no de consolidación del statu quo. Y como decía un general que dividió a la historia argentina en un antes y un después, “para hacer tortilla hay que romper los huevos”. Es decir que hay que confrontar con los poderes estatuidos y para hacerlo con probabilidades de triunfo hay que contar con los actores sociales y ampliarlos permanentemente. La idea de que es posible obtener cambios importantes consensuando con los sectores que se va afectar, es un oxímoron que sólo puede habitar en los sueños de los ingenuos o el sinuoso sendero de los hipócritas.
El 19 y 20 de diciembre, a diferencia de los otros dos hitos del siglo XX, el 17 de octubre de 1945 y el Cordobazo del 29 de mayo de 1969, se hizo desde una fuerte impronta de la antipolítica sintetizada en la malhadada consigna de “que se vayan todos”. De ahí que de los pies multitudinarios tomando las calles, se derivaron dos discursos: uno interpretado con claridad por Néstor Kirchner, de predominio de la política sobre la economía, de recuperar la autoestima nacional, de reconstruir el Estado y recuperar retazos de aquel que justamente se llamó de bienestar, y de hacer borrón y cuenta nueva con una parte del legado de los noventa. El otro discurso denostaba prácticamente a la política y los políticos y le concedía un hándicap importante a todos aquellos que vinieran por fuera de la política. La confusión y la claridad que contradictoriamente se entrelazaban, se exteriorizaron en las elecciones del 27 de abril del 2003: en la suma de votos del primero y el tercero (Menem y López Murphy, emblemas de los noventa), obtuvieron el 41% del total de los sufragios, pero cuando había que ir al ballotage, la claridad del cambio obligó a Menem a una desdorosa huída y Néstor Kirchner inició una década de cambios importantes y el sostenimiento de varias continuidades significativas.
Después de las paso y de cara a las de octubre
Con las peculiaridades de una elección legislativa, los resultados de la misma determinaron como ganadores a los candidatos de discursos insustanciales, aquellos que reemplazan la claridad ideológica por frases que parecen extraídas de un manual de autoayuda, sin definiciones sobre temas fundamentales, con un lenguaje poblado de diálogos y consensos, de república e instituciones.
Ese es el discurso con el cual el poder económico intenta recuperar el gobierno para olvidarse del mismo cuando lo consiga; pero, sin embargo, este relato parece sintonizar con el cansancio que un electorado mayoritario de la población expresa por una década de confrontaciones que en sus aspectos más positivos ha permitido mejorar significativamente la situación económica y que disfrutan principalmente lo que manifiestan disconformidad.
Pareciera que luego de diez años de una fuerte y positiva politización, uno de los discursos surgidos del 19 y 20 de diciembre, el despolitizado, derrotado por el politizado, que ha invernado en el interior de aquél, ha resurgido en estas elecciones y volverá a manifestarse en octubre.
Conscientes de esta situación, los publicistas de los partidos con significativos porcentajes electorales, han proporcionado a sus candidatos spots donde nos enteramos dónde estudiaron, cuántos hijos tienen, en qué barrio viven, con mucho más intensidad que aquello que van a proponer. A contrario sensu, el candidato a diputado por la Provincia de Buenos Aires Sergio Massa despliega una campaña que dentro del mismo discurso insustancial, formula promesas, más cercana a las posibilidades de un presidente que de un diputado cuya accionar queda diluido en un cuerpo de 257 integrantes.
Contradicción y reafirmaciones
La campaña de Martín Insaurralde tiene un tono poco politizado que contradice el fuerte énfasis que el Frente para la Victoria ha hecho de la política. Los discursos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández están saturados de posicionamientos y definiciones políticas. A diferencia de Scioli, Massa, Macri, Binner, De Narváez, ningún discurso de la Presidenta puede dejar indiferentes a seguidores y opositores. Las medidas y el relato, con sus claroscuros, y su condición de mujer, explican las olas de odios, broncas, denuestos e infamias que cosecha de sus adversarios y el amor intenso de muchos de sus seguidores. Es posible que una explicación pueda encontrarse en una anécdota de fuerte contenido que desarrolló el sindicalista del SADOP ( Sindicato Argentino de Docentes Privados) Horacio Ghilini, que se inicia lejos de lo que estoy intentando explicitar pero que concluye en forma muy didáctica: cuando se produjo el levantamiento de los carapintadas en la semana santa de 1987, un joven Horacio Ghilini, con la memoria fresca de los horrores de la dictadura establishment- militar, se acercó al dirigente sindical de los fideeros Miguel Gazzera, que muchas veces fue considerado el principal asesor del lobo Vandor para preguntarle si existía la posibilidad de un golpe de estado. El fundador de las 62 organizaciones le respondió: “No, no va a haber un golpe de Estado. El pueblo está lejos del poder." Me acuerdo siempre de ese tema, dice Ghillini, de la cercanía del pueblo con el poder como un parámetro para juzgar hasta dónde el sistema te deja avanzar. Hoy, viéndolo con el diario de muchísimos lunes después, con la historia, veo que la asonada tenía que ver con un condicionamiento de la impunidad, fundamentalmente desde el punto de vista de los juicios, no tenía que ver con la disputa de hegemonía entre bloques económicos, que es la respuesta que me da Miguel de alguna manera, cuando el pueblo está cerca o no del poder. El kirchnerismo puso al pueblo muy cerca del poder y de las decisiones.”
Para aquellos que desde una superficialidad y frivolidad notable reducen el kirchnerismo o al chavismo a un mero relato o peor a un simulacro y se referencian en el Brasil de Lula, omiten o ningunean afirmaciones en contrario del propio ex presidente del Brasil que no duda en sostener: “Tuve el gusto de ser presidente en un momento de oro para América Latina, de convivir con Néstor Kirchner y con Hugo Chávez. Dos personalidades que pensaban en los más pobres. No conseguimos todo lo que debíamos hacer, pero nuestra región está mejor que hace diez años. Son dos ejemplos a seguir.”
Otra anécdota, separada por décadas, que también lo tiene como protagonista a Gazzera permite, entrelazando ambas, establecer al kirchnerismo como el más cercano continuador del peronismo histórico, que se parecen hasta en los odios viscerales que despiertan. “El 25 de septiembre de 1955 - recuerda Miguel Gazzera- el General Lonardi concedió una audiencia a lo que quedaba de la conducción de la CGT. Los compañeros estaban en la antesala cuando por el despacho pasó un marino. Se detuvo, les preguntó quiénes eran y qué esperaban. Respondida la pregunta, los miró detenidamente y les hizo explotar esta sentencia: “Sepan ustedes que la revolución libertadora se hizo para que en este país el hijo del barrendero, muera barrendero. Era el Contraalmirante Arturo Rial” (“Peronismo, autocrítica y perspectiva” de Miguel Gazzera, Pagina 64, citado por Norberto Galasso “Cooke: de Perón al Che. Una biografía política” Página 51
Para aquellos que dudan como los gobiernos populares son presionados por el poder económico, es interesante lo que escribió el prestigioso economista Eduardo Basualdo en su libro “Estudios de historia económica Argentina”: “En síntesis, durante los primeros gobiernos, el peronismo consiguió disciplinar a varios de los sectores centrales de la agotada economía agroexportadora pero fue doblegado por fracciones del capital que conducían la actividad dinámica promovida. Entre ellos se encontraba, además del capital extranjero, la fracción dominante de la oligarquía argentina. Es cierto que desde el gobierno se alentó y promovió una fuerza propia dentro del empresariado industrial, pero no es menos evidente que esa burguesía nacional era estructuralmente endeble y, quizá, más dependiente en términos ideológicos y productivos de los sectores dominantes que de la concepción y la iniciativa gubernamentales, aspecto que afloró cuando, en la década del cincuenta, surgieron problemas económicos. El principio del fin del gobierno peronista comenzó cuando la rentabilidad obtenida por las fracciones industriales dominantes empezó a descender. Entiéndase bien, a disminuir respecto a la “época de oro” (40% de rentabilidad sobre el capital invertido en 1949 para las subsidiarias extranjeras), ya que seguía siendo notablemente alta en términos históricos e internacionales ( entre el 17 y el 18% en 1952 y 1953). Ante esta situación, y tal como lo harán sistemáticamente en los años posteriores, las fracciones dominantes del capital llevaron a cabo una ofensiva política, ideológica y económica para instalar socialmente la convicción de que el problema radicaba en los excesivos gastos estatales, y en el elevado nivel de los salarios. En esas circunstancias, como lo han destacado algunos autores, la posición de la burguesía nacional no se diferenció demasiado de la adoptada por las fracciones empresarias dominantes.” ( Página 52 obra citada)
Campaña dietética
Esta campaña de bajas calorías, con fuertes rasgos de despolitización, es contradictoria con la fuerte politización de la última década. También en el 2003, después del clivaje del 2001, el pasado parecía triunfar en primera vuelta, hasta que en el balotaje frustrado por la segura derrota del candidato que corporizaba ese pasado, emprendió la retirada y dio paso a las políticas que nos han conducido hasta este presente. En algún momento, que ojalá sea próximo, mayoritariamente el pueblo volverá a apostar al futuro, asentado en el recuerdo que los mejores años siempre estuvieron asociados a los movimientos nacionales y populares. En esta coyuntura dificultosa electoralmente y con algunos problemas económicos complicados que hay que afrontar con audacia y equilibrio político, parece prudente acudir al ensayista y político marxista, Antonio Gramsci para posicionarse: “Hay que actuar con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”.
Fuente: Diario Registrado.
Sábado, 19 de octubre de 2013
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