ENFOQUE De derechas y de izquierdas, de comunistas y socialistas Es cosa sabida que la Revolución Francesa empezó cuando el rey Luis XVI (“el Relojero”) ante la amenaza de estallidos sociales, y la gran crisis convocó a la reunión de los Estados Generales de 1789 para tratar de hallar alguna solución, buscó calmar los ánimos indispuestos por las nuevas ideas de la Ilustración, pero las clases aristocráticas no aceptaron decidir por medio de votos y la reunión fracasó, disolviéndose.
El pueblo llano se autoconvocó en una cancha, se declaró a sí mismo como Asamblea Nacional e hizo el solemne juramento del Juego de Pelota. Los nuevos diputados fueron ubicándose según sus preferencias, en el ala derecha los que defendían corregir los errores económicos manteniendo el orden social tal como estaba, los de la izquierda proponían reformas drástica del ordenamiento jurídico y social suprimiendo los privilegios de clases y en el centro los moderados que aceptaban reformas pero lentas y graduales. Desde aquel momento la Asamblea Nacional pasó a representar todos los sistemas políticos en Occidente, porque fue el modelo que inspiró la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y las bases del Estado moderno. Cuando decimos “es de izquierda” estamos diciendo que esa persona o grupo piensa en reformas para mejorar el sistema social. Cuando decimos “es de derecha” aceptamos que se trata de una tendencia conservadora, que vive sujeta a tradiciones y no acepta reformas de fondo sino solamente retoques superficiales. Este grupo de izquierda inicial de la Asamblea Nacional consiguió hacerse con el poder político, iniciando una revolución que aniquiló el antiguo régimen social cambiándolo por un nuevo ordenamiento basado en las elecciones democráticas de autoridades y leyes por medio de votaciones universales y secretas, lo que impedía ser coaccionados en el momento de emitir su opinión. Este grupo, dividido en dos sectores (jacobinos y girondinos) instaló el terror de la guillotina para los enemigos políticos de la reciente República surgida de los escombros de la monarquía absoluta de los Borbones y rodeada de naciones que aún se mantenían con gobiernos de clases y no estaban dispuestas a aceptar lo que llamaban “el mal ejemplo francés”. Esto opinaba, por ejemplo, Joao VI de Braganza, rey de Portugal en 1808: “La epidemia francesa de barullos y sablazos les ha hecho creer de repente a las gentes que un sirviente también puede hacer historia. No hay quien, hoy por hoy, no se crea un Richelieu, un Cromwell, o un reformador político de la misma talla que el barón de Montesquieu. No han comprendido que la mano oculta acomoda los tantos en el mejor de los mundos posibles únicamente si cada cual hace lo que le corresponde: el rey siendo rey, aunque lo invadan las mesnadas revoltosas del pueblo con el cornudo de Marat(1) a la cabeza, y el sirviente llevando bandejas y limpiando trastos, que para eso ha nacido”. De este modo, las ideas de izquierda y revolución social se hicieron casi sinónimas. Con la revolución rusa de 1917 y la instalación del marxismo como doctrina política oficial de la Unión Soviética, izquierda, revolución y comunismo pasaron a ser casi lo mismo; si se le suma el famoso “ateo” que pregonaban los militares del “Proceso” ya tenemos configurado un enemigo público: el comunista ateo y apátrida. Esto es, desde entonces, un semillero de confusiones. Primero, porque esa idea del maldito quedó grabada a fuego con el Terror de 1976 en adelante. Segundo, porque no distingue grados en la izquierda. La mayoría de los que defendemos ideas de izquierda en la actualidad, no somos comunistas sino socialistas. El comunismo quiere abolir la propiedad privada cambiándola por la propiedad social, vale decir, nadie es dueño de casas ni terrenos, todo es propiedad del Estado para uso social común. En cambio el socialismo respeta la propiedad privada, nadie querrá sacarle su casa o sus bienes, pero propone que la propiedad productiva (por ejemplo una fábrica o una estancia) esté en manos de los propios trabajadores que de ese modo se verán íntegramente beneficiados con lo que se produzca ahí. Como las personas, las ideas también evolucionan y actualmente tendemos a considerar que es “de izquierda” aquella teoría política y social que propone reformas para ampliar los derechos de las mayorías recortando privilegios de las minorías. Es lo que hacen, por ejemplo, los países nórdicos de los que tenemos muy pocas noticias porque cultivan la sana costumbre de no exhibirse en las vidrieras. Por medio de los impuestos, en Suecia, por ejemplo, quien más gana, más tributa y esa recaudación fiscal se vuelca casi íntegramente para la atención de los deberes del Estado: educación, salud y justicia, tres bienes que en manos privadas y sin regulación alguna suelen producir desastres.
Fuente: Especial para época
Viernes, 15 de noviembre de 2013
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