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Por Hernan Dearriba
Ni yankis ni marxistas
Durante meses la oposición intentó construir algo parecido a una agenda política. El resultado de las primarias en la provincia de Buenos Aires y su ratificación en octubre sirvió para que se repitiera hasta el hartazgo que allí estaba, a la vuelta de la esquina, ahora sí, el fin del kirchnerismo.


Se polemizaba sobre el estado de salud de la presidenta Cristina Fernández y los oráculos hasta ponían en duda su voluntad para concluir su mandato.

Pero le bastó a la mandataria con volver a la actividad y relanzar su gobierno con una oxigenación en el Gabinete para ratificar su rol de centro de la política nacional y exponer una vez más la carencia de peso específico de los principales referentes de la oposición con aspiraciones para 2015.

Desde su primera aparición pública en un video de tono hogareño, hasta los cambios en el Gabinete y la prosecución de anuncios posteriores, cada paso estuvo meditado, tiene un mensaje político e implica un reconocimiento tácito de errores que se acumularon en los últimos meses y que impactaron en el resultado electoral.

Cristina decidió darle un tono de mayor apertura a su gobierno luego de años de inexplicable cerrazón. Pero además dio un giro en las alianzas políticas internas y elevó a Jorge Capitanich, un referente de la liga de gobernadores, al cargo de jefe de Gabinete.

Algunos interpretaron en esa decisión una señal política para frenar lo que parecía una inexorable candidatura de Daniel Scioli de cara a 2015; otros, la apuesta por los gobernadores para abroquelarse puertas adentro del peronismo y evitar que un intendente en ascenso se cuele en las presidenciales. Es probable que haya un poco de cada una.

Desde la gestión, la presidenta parece darle por primera vez a la jefatura de Gabinete la estatura que establece la Constitución. Capitanich pretende hacer valer su experiencia de gestión, armó un equipo con fuerte peso económico y ya anunció que aspira incluso a hacer uso de la prerrogativa que le otorga la ley para participar de los debates en el Congreso.

Hay una diferencia sustancial con su antecesor, Juan Manuel Abal Medina, quien se saltó en varias oportunidades la obligación de ir a rendir cuentas de su tarea al Parlamento. No es la única, Capitanich tiene el peso específico de haber revalidado con holgura su condición en las urnas, representa al "territorio" y puede hablar de igual a igual con el resto de los gobernadores.

La designación de Kicillof, en cambio, apunta a terminar con la conducción coral en la política económica que se traducía en una virtual parálisis del área . No había interlocutores claros y los distintos referentes solían proponer políticas contradictorias que hacían muy compleja la gestión diaria.

El encumbramiento del economista implicó también como contracara la salida de Guillermo Moreno. El saliente secretario de Comercio Interior fue convocado el martes a Olivos. Salió de su oficina con el empuje que le daban los análisis de varios periodistas que sostenían que había emergido fortalecido luego del cambio de Gabinete. Abandonó la quinta presidencial con la renuncia en el bolsillo y el malhumor clavado en el gesto.

Fue estigmatizado por los medios dominantes, mucho más a partir de su intervención en el caso Papel Prensa, y elevado a la figura de semidios por los militantes kirchneristas. Muchas de sus políticas fracasaron y sirvieron además como argumentos para quienes rechazan la intervención del Estado en la economía.

Para ser eficaz, el control estatal requiere de una sistematización que claramente excede la arbitrariedad de un funcionario y esa fue su práctica más habitual en cada una de las disputas que emprendía.

La presidenta designó a un jefe de Gabinete con conocimientos económicos y unificó la conducción del Palacio de Hacienda, en una clara señal de que comprende los problemas que acechan en ese frente.

Se anotan allí los riesgos de estrangulamiento externo, la recurrente sequía de dólares que enfrenta la Argentina cada vez que emprende un intento de industrialización. La pérdida de divisas ha sido significativa y se explica por una sumatoria de causas. Más de la mitad de los dólares que se perdieron este año de las reservas del Banco Central se fueron para cancelar vencimientos de la deuda, como parte del proceso de desendeudamiento que lleva adelante el gobierno. Luego hay que contabilizar el déficit de la balanza comercial del sector automotriz y la importación de energía que sigue afectando de manera significativa las reservas del Central.

El turismo se transformó este año definitivamente en un problema, lo que parecería convalidar el argumento de un dólar excesivamente retrasado. Las autoridades parecen haber tomado nota de ese punto y aceleraron en los últimos meses el ritmo de devaluación. Claro que eso generó varios inconvenientes adicionales porque presiona sobre los precios y retrasa la liquidación de divisas de los exportadores que demoran esa operación a la espera de un dólar más caro. Algunos cifran en 5000 millones los dólares que podrían haber ingresado a las arcas de la entidad rectora de la política monetaria, pero no llegaron todavía.

Como contrapartida, la expectativa de devaluación también anticipa el pago de exportaciones, porque quienes deben hacer frente a esos compromisos estiman que en los próximos 90 días el dólar estará más caro y lo hacen ahora. Ese nudo seguramente estará por estas horas en la hoja de ruta del equipo económico.

Tanto Capitanich como Kicillof son hábiles declarantes ante la prensa. Se saludan sus apariciones mediáticas y sus diálogos con los periodistas. Sin embargo, no hay que perder de vista que su tarea central no debe ser esa, sino la de restaurar los valores centrales del modelo económico que supo prohijar Néstor Kirchner y que en los últimos años fueron desvirtuándose. Aquella versión inicial incluía a los superávit gemelos, tanto fiscal como comercial, y una flotación administrada que imponía incertidumbre al mercado.

Capitanich tiene experiencia en la gestión y Kicillof la está construyendo. Sus profesores en la Universidad coinciden en que tanto él como sus colaboradores conformaron una camada de estudiantes brillante, que ahora deberá llevar ese bagaje teórico a la práctica de la gestión.

Fiel a su estilo y en una movida clásica del kirchnerismo, la presidenta ubicó como jefe de Gabinete a un funcionario con conocimientos de economía que no tiene pruritos por el mercado, de buen diálogo con la Embajada de los Estados Unidos y con la Iglesia. Enfrente, puso en el Ministerio de Economía a un técnico con formación marxista y visión keynesiana. Si se quiere, una reedición de aquella máxima del viejo general: "Ni yanquis ni marxistas, peronistas".

Esa movida le permitió a la presidenta retomar la iniciativa luego de su recuperación tras la intervención. En cambio, en ese esquema, la oposición tiene serias dificultades para hacer pie. A tal punto que los analistas que suelen abundar en elogios para los distintos referentes opositores, no escondieron su frustración en la incapacidad para construir algo parecido a una posición política que quedó al descubierto una vez más esta semana.

Mauricio Macri encontró calma en el torbellino que propuso el gobierno después de diez días en medio del escándalo por los elogios de su principal asesor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, al personaje más siniestro de la historia del siglo XX, Adolf Hitler. El jefe de gobierno porteño dio por cerrado el episodio por decreto, pero nunca llegó la rectificación de la postura de su asesor.

En la misma tradición, pero con sentido inverso, Elisa Carrió no detuvo su carrera frenética y volvió esta semana a comparar a cuanto funcionario del gobierno nacional se le pasó por la cabeza con algún jerarca nazi. La diputada electa por la ciudad llegó a tal punto que la DAIA le reclamó públicamente mediante un comunicado que dejara de banalizar el Holocausto con sus comparaciones.

El ganador de las elecciones a diputado en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, buscó de alguna manera recuperar el protagonismo con una visita a España donde mantuvo un encuentro con dirigentes de los partidos Popular y Socialista Español.
El tour español de Massa contrasta con una anécdota que recuerdan antiguos colaboradores de su paso por la jefatura de Gabinete del gobierno de Cristina Fernández.

En aquellos años, todos los embajadores europeos querían una entrevista protocolar con Massa, pero el ahora intendente de Tigre sentía pereza por ese tipo de encuentros. Por eso se organizó una cena en la Embajada de España para matar varios pájaros de un tiro, a la que Massa nunca llegó, lo que le granjeó todo tipo de críticas, que fueron más allá de lo que aconseja el protocolo.

Al margen de esas contradicciones, Massa no ha conseguido hasta ahora hacer pesar el resultado de las urnas en su distrito en la construcción política.

La lista del desconcierto opositor podría cerrarse con el diputado electo Julio Cleto Cobos, que a poco de exhibir un triunfo importante en su Mendoza natal, que creyó lo posicionaba en la carrera por una candidatura presidencial, chocó de lleno con la interna del partido, que ni siquiera lo admitió como presidente de la bancada de la UCR en la Cámara de Diputados.

Como se ve, aquellos pronósticos que anticipaban un paseo opositor hacia la Casa Rosada en medio del desbande del kirchnerismo fueron, en el mejor de los casos, apresurados. El juego sigue abierto.


Martes, 26 de noviembre de 2013

   

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