POLÍTICA Carta abierta a Eduardo Feinmann . Estimado Eduardo: No nos conocemos personalmente pero por este asunto de la magia de la televisión, sabemos el uno del otro. Y hasta hemos llegado a intercambiar opiniones de un modo indirecto, mediatizados por la edición o los comentarios de quienes hábilmente potencian el rol entretenedor de los medios por sobre su misión educativa y preventiva. Por eso para evitar distorsiones, acudo a este método directo para manifestarle algunas opiniones que considero oportuno y adecuado compartir con usted, con el respeto que en general no nos guardamos cuando hablamos a través de las pantallas. Quiero contarle que nunca en mi vida he fumado marihuana, ni aspirado cocaína, ni consumido ningún otro tipo de drogas de las llamadas ilegales. No por ello me siento mejor o peor persona, se lo aseguro. Pero no me agrada sentirme referido permanentemente por usted como “porrero” o “drogón”, cuando en realidad no lo soy. A tal efecto, le rogaría que cada vez que tenga la necesidad de señalar con estos adjetivos calificativos al colectivo de trabajadores de prensa que yo integro como panelista del programa televisivo Duro de Domar, recuerde expresamente omitir mi nombre, por dos razones: primero porque estaría usted faltando a la verdad (algo que como buen periodista no creo que pretenda); y en segundo lugar porque su generalización masificada me genera un daño personal que afecta a mi familia. Pero me gustaría expresarle algo más, si usted me lo permite. A pesar de no ser consumidor ni social, ni problemático de sustancias alucinógenas que alteran la percepción, siempre he tenido una posición bastante contraria a las teorías prohibicionistas y punitivas que no han demostrado efectividad alguna para terminar con el problema social que genera el consumo descontrolado de drogas. Varias veces tuve que apersonarme a comisarias del conurbano para liberar a mi hijo –por entonces adolescente de 14 o 15 años- de la detención de la que había sido objeto en la vía pública por tener un porro en el bolsillo de su pantalón. Y en esas oportunidades pude verificar que la policía los detenía sólo para hacer estadística y no con ningún fin preventivo, haciendo uso de una ley que pone más el énfasis en el castigo del consumidor, que en el combate contra los verdaderos responsables del negocio tan criminal como rentable de los narcotraficantes. Recorriendo muchos asentamientos donde miles de familias se hacinan para sobrevivir en condiciones infrahumanas, conocí también los efectos que las llamadas drogas de descarte provocan en los pibes más desprotegidos de nuestro entramado social. Y viendo cómo sufrían ellos y sus seres queridos por esta situación indeseable, comprendí que la libertad que tanto reclamamos los sectores de las clases acomodadas para poder consumir sin sentirnos delincuentes, no la tienen esos chicos para quienes destrozarse la cabeza fumando paco hace rato dejó de ser una opción. Luego, circunstancias de la vida que no viene al caso detallar, me llevaron a conocer a familiares de personas que -habiendo comenzado a tener inconvenientes de salud por el consumo de drogas- se acercaron hasta un centro de atención para adictos. Y allí, junto a los profesionales y los propios pacientes recuperados que participan de los grupos terapéuticos aprendí algo muy importante que me gustaría compartir con usted, señor Feinmann: el problema no está en la sustancia, sino en la adicción. Por eso demonizar a la droga como usted hace permanentemente, no conduce a ningún efecto positivo, si de combatir la problemática terrible que provocan las adicciones sale trata. Continuar por este camino y hacerlo del modo chabacano que tanto usted como nosotros utilizamos para abordar la temática en nuestros respectivos programas, no efectúa la más mínima contribución a la lucha contra “el flagelo de las drogas”, como les gusta decir a las o personas que abonan su pensamiento. Mi propuesta –si usted decide analizarla- es aprovechar el valioso espacio con el que contamos para producir en conjunto un verdadero debate no entre quienes ensalzan las sustancias versus los que las denostan, sino entre quienes verdaderamente pueden aportar elementos de análisis desprovistos de chicanas baratas y frases oportunistas. Solo así haremos una contribución real a la compresión colectiva de este asunto que tanto material nos brinda al show televisivo, pero al que poco ayudamos a masificar con un discurso inteligente y al servicio de una sociedad más justa y saludable. Sin otro particular, lo saludo muy atentamente.
Fuente: Diarioregistrado.
Martes, 10 de septiembre de 2013
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