LA ALEGRÍA NO ES SÓLO BRASILEÑA Brasil reafirmó su confianza en Dilma Fue el resultado más apretado logrado por el PT desde la elección de Lula en 2002, pero suficiente para asegurar la reelección de Rousseff. Las regiones más pobres del país votaron masivamente por Dilma. Las más ricas, por Aécio Neves. Tres puntos, es decir, alrededor de tres millones de votos, aseguraron a Dilma Rousseff, del PT, el derecho de permanecer cuatro años más como presidenta de Brasil, mayor población y mayor economía de América latina, y una de las ocho mayores del mundo.
Ha sido el resultado más apretado logrado por el PT desde la elección de Lula da Silva en 2002. Pero, de todas formas, suficiente para asegurar al Partido de los Trabajadores el derecho –decidido de forma soberana por las urnas– a cumplir 16 años en la presidencia de Brasil.
Alrededor de las nueve de la noche de ayer, horario de Río, el país se enfrentó a un retrato claro e indiscutible: estuvo definitivamente dividido en dos a raíz de las elecciones de este año. Y dividido no sólo geográficamente sino también socialmente. Las regiones más pobres del país votaron masivamente por Dilma. Las más ricas y desarrolladas, por el neoliberal Aécio Neves.
Y así Dilma tendrá, no sólo de enero en adelante (cuando empieza su segundo mandato consecutivo), sino a partir de hoy mismo, que empezar a armar un nuevo gobierno, que enfrentará un cuadro complejo y difícil. Para complicar aún más el escenario, el nuevo Congreso tendrá una mayoría conservadora, especialmente en la Cámara de Diputados, lo que seguramente dificultará las negociaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo.
Es verdad que la alianza del PT mantuvo la mayoría en el Congreso, tanto en Diputados como en el Senado. Pero es igualmente verdad que el mayor de los partidos aliados, el PMDB, se confirmó, en estas elecciones, como mucho más una federación de intereses personales y, en el mejor de los casos, regionales, que como partido con una línea política e ideológica consistente. A ejemplo del país, el PMDB se dividió en la campaña: mitad apoyó a Aécio, mitad a Dilma. Ahora habrá que ver cuál será el precio pedido por el PMDB para mantenerse como aliado o pasarse a la oposición.
Más allá del espectro político, hay otro punto a ser observado: el ausentismo rompió marcas históricas, bien como voto en blanco o directamente nulo. Eso, acorde con analistas independientes, señala un gran desencanto de una parte importante del electorado en relación con la política, a los partidos, a los políticos y, claro, al gobierno nacional.
Dilma ganó con el 51,64 por ciento, la mitad y poco más del electorado reafirmó su confianza en el proyecto de país llevado adelante por el PT desde Lula da Silva (2003-2010) y ahora con la mandataria reelecta. Aécio obtuvo el 48,36 por ciento de los sufragios. Pero lo que hay en el horizonte es un escenario difícil, confuso. El cuadro económico es complicado, hay que reconquistar la confianza de inversionistas, organizar las cuentas públicas sin que el ajuste fiscal signifique sacrificar programas que contribuyeron, de manera decisiva, para cambiar el mapa social brasileño.
Además, mientras no se cambie el sistema político, las alianzas significan un precio altísimo a cambio de la tan mencionada gobernabilidad. No hay prácticamente ningún punto de coincidencia programática e ideológica entre Dilma, el PT y los aliados, de la misma forma que dentro de su mismo partido la presidenta reelecta enfrenta diferencias significativas. Dilma tuvo sus orígenes en la militancia armada contra la dictadura. Recuperada la democracia, fue militante del PDT de Leonel Brizola, en su época uno de los mayores líderes de la izquierda brasileña. Entró en el PT hace 14 años y, contrariando expectativas de corrientes poderosas del partido, fue indicada por Lula da Silva para sucederlo. Su primer gobierno ha sido difícil, muchas veces confuso, especialmente en su errática política económica; pero logró mantener e incluso ampliar los programas sociales implantados por Lula.
Son muchos los desafíos que enfrentará en su nuevo gobierno, y ahora con una novedad: una oposición dura, firme, sólida y agresiva.
Porque la verdad es que ni Lula ni ella enfrentaron en el ámbito de la política una oposición verdadera y contundente. Lo que hubo ha sido una oposición diseñada y llevada a cabo por los grandes conglomerados de comunicación, dispuestos a cualquier desvío y desprecio por los hechos con tal de fustigar, de manera inclemente, al gobierno. Ahora, además de ésa, Dilma tendrá que hacer frente a otra oposición: la parlamentaria. El mismo PSDB de Aécio Neves eligió para el Senado un equipo altamente capacitado para hacer de la vida de cualquier gobernante un infierno. En la Cámara de Diputados, un detalle será preocupante para Dilma en su nuevo mandato: la votación formidable lograda por políticos que, más que conservadores, son radicalmente conservadores. Basta con ver que, en San Pablo, el diputado nacional más votado es un presentador de televisión dispuesto a cualquier cosa con tal de oponerse al aborto, al derecho de las minorías y a cualquier cosa que huela a progreso. En Río, el más votado ha sido un militar retirado que defiende la dictadura y dice que prefiere tener a un hijo muerto que a un hijo homosexual.
Ayer por la noche, en su discurso como presidenta reelecta, Dilma Rousseff mencionó una serie de compromisos. La principal: una reforma política de fondo, precisamente para que en el futuro ningún mandatario tenga de someterse a lo que ella se sometió en su primer mandato, y seguramente seguirá enfrentando en el segundo.
Luego de una campaña extremadamente agresiva, de parte a parte, convocó al diálogo. Admitió que es larga y ardua la tarea que la espera. Aseguró que serán mantenidos los programas de inclusión social llevados a cabo desde el gobierno de su antecesor, Lula da Silva. Y admitió que hoy se siente mucho más fuerte, más madura y más serena para enfrentar los desafíos, que son muchos. Ha sido una campaña difícil, dura, agresiva. El discurso de Dilma Rousseff ha sido emotivo, sincero, de compromiso.
Ahora, a ver qué logra. Qué le dejan hacer. Si dependiese solamente de Dilma y de su generación, seguramente sería mucho.
A ver.
Por Eric Nepomuceno
Lunes, 27 de octubre de 2014
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