EL RASTRO DE LA SANGRE “Es una cacería humana” El Estado movilizó a unos 88.000 agentes de seguridad para dar con los dos sospechosos del atentado. El semanario decidió continuar con la publicación de la revista. Miles y miles de lápices volvieron a apuntar hacia el cielo. Un minuto de silencio y muchas horas de tensión. Al día siguiente del asesinato de doce personas en los locales del semanario satírico Charlie Hebdo, miles de personas se acercaron a la sede de la publicación en signo de homenaje a las víctimas en una jornada de duelo nacional donde se respetó un minuto de silencio. Miles y miles de lápices volvieron a apuntar hacia el cielo. El duelo nacional estuvo trastornado por la búsqueda de los dos sospechosos cuya identidad había sido descubierta la víspera. En las primeras horas de la mañana, las autoridades dieron con la pista de los hermanos Cherif y Saïd Kouachi, de 34 y 32 años. Ambos tienen la nacionalidad francesa y cuentan con un prontuario por terrorismo jihadista. Fuentes del gobierno citadas por el diario Libération confirmaron que Cherif y Saïd Kouachi están conectados con “la galaxia de Al Qaida”. Entre las diversas ramas que existen hoy del grupo terrorista de Bin Laden las autoridades optan por relacionarlos con Aqpa, Al Qaida en la península arábiga. Ambos fueron localizados el jueves por la mañana, luego de que el empleado de una estación de servicio los reconociera al norte de la capital francesa a bordo de un auto modelo Clío. “Es una cacería humana”, dijo un policía desplegado en el bosque de Longpont, en la región de Picardía, donde se concentraron las búsquedas a lo largo del día. Los dos hermanos habrían abandonado el auto tras ser reconocidos y siguieron su marcha a pie. La policía registra la zona calle por calle, casa por casa. El Estado movilizó a unos 88.000 agentes de seguridad para dar con los dos sospechosos del atentado. El ministro francés de Interior, Bernard Cazeneuve, confirmó que uno de los dos hermanos, Saïd Kouachi, fue “formalmente reconocido” como uno de los agresores. Cazeneuve precisó que Saïd Kouachi nunca había sido “condenado, pero aparecía de forma periférica en los asuntos de su hermano”. Paralelamente, se produjeron algunas reacciones hostiles con el ataque a tres mezquitas en diferentes puntos de Francia y la agresión a un joven musulmán.
El acto terrorista desmembró la estructura de redacción histórica de Charlie Hebdo, pero el semanario decidió continuar con la publicación de la revista. La semana que viene saldrá un número especial de ocho páginas con una tirada de un millón de ejemplares contra los 66 mil habituales. El abogado del semanario, Richard Malka, precisó que “este número es para rendir un homenaje a quienes ya no están entre nosotros. Es lo que Charb (el director asesinado la víspera) hubiese querido”. Luce Lapin, el secretario de redacción, comentó que Charlie Hebdo aparecerá “la semana que viene y las siguientes. ¡No hay dudas! No han conseguido matar a la revista, contrariamente a lo que creen”. La publicación se quedó prácticamente sin nada: no tienen más el local, ni las computadoras, ni los archivos, ni los colegas que fueron asesinados y que constituían la espina dorsal del semanario satírico. El Estado prometió subsidios para sostenerla y otros medios de comunicación como Libération, que ofreció acoger a la redacción de la revista en su propio edificio, ayudarán a lo que queda de Charlie Hebdo a seguir existiendo.
Los adeptos al jihadismo celebran aún el asesinato a mansalva de París. A través de su radio oficial, el grupo del Estado Islámico (EI) calificó de héroe al comando que perpetró los asesinatos. Al mismo tiempo, en Francia, en el plano político, se abre un denso período de redefiniciones estratégicas para desactivar las posibles acciones de los grupúsculos radicales que pueden activarse en cualquier momento. En este sentido, el experto en temas terroristas Jean-Charles Brisard coincide en resaltar que “el atentado contra Charlie Hebdo es exactamente el tipo de ataques que las autoridades temían”. Los casos similares al de Charlie Hebdo –por el modo operativo– revelan cuán difícil les es a los estados occidentales adelantarse a los operativos de grupos pequeños o individuos dispuestos a todo, entrenados y determinados, perfectamente capaces de pasar desapercibidos y pasar a la acción en un abrir y cerrar de ojos. Así ocurrió en 2012 con Mohamed Merah, el joven franco-argelino del sur de Francia que asesinó, en el curso de tres expediciones, a siete personas, entre ellos tres niños de una escuela judía. Merah estaba en el “visor” de los servicios secretos, pero se desplazó y actuó con la más absoluta libertad. Un episodio similar se repitió este año con Mehdi Nemmouche, el jihadista francés entrenado en Siria que combatió en las filas del Estado Islámico. En mayo de 2014, Mehdi Nemmouche ejecutó a cuatro personas en el museo judío de Bruselas. Son invisibles, imposibles de anticipar, difusos y eficaces. En un análisis sobre el “fracaso” de Francia para encontrar una solución al jihadismo de ciudadanos nacidos en su territorio, el vespertino Le Monde escribe: “Nunca antes las democracias europeas estuvieron confrontadas a un fenómeno jihadista tan difuso como masivo. ¿Cómo organizarse frente a este fenómeno, que se funde tan fácilmente en una sociedad democrática, escapando a la vigilancia de los servicios de seguridad?”.
Analistas y opinólogos de izquierda y derecha aportan a menudo análisis tan pertinentes como exóticos sin responder jamás a este interrogante central. Además, en los pliegues de esa pregunta se desliza la semilla negra de la extrema derecha, la cual ve legitimado su discurso central según el cual la inmigración musulmana es no sólo contaminante sino peligrosa. La líder francesa de esta corriente, el Frente Nacional, Marine Le Pen, asegura que existe una confrontación a flor de piel entre el terrorismo y las democracias y que el lazo de esa confrontación es la inmigración magrebí. La ultraderecha ve hoy parte de sus argumentos validados. A este respecto, el número dos del Frente Nacional, Florian Philippot, no cesa de repetir: “Los franceses esperan soluciones, nosotros vamos a explicar las nuestras. No habrá nuevas medidas, nuestro análisis sobre este tema es antiguo. Nuestras tesis han sido validadas desde hace mucho tiempo. Todos los franceses lo saben”. Y no es todo. Los movimientos más radicales que giran en torno de la ultraderecha política y los seguidores de la idea según la cual el Islam es el elemento corruptor de la sociedad occidental sacan de este drama argumentos renovados. El grupúsculo ultra Bloc Identitaire alega, por ejemplo, que “nadie podrá pretender luchar contra el jihadismo sin poner en tela de juicio la inmigración masiva y la islamización de nuestro país. Por esta razón, no necesitamos la unión nacional detrás de esos dirigentes que se equivocaron mil veces. Lo que hace falta es un sobresalto nacional para sacarlos del poder”.
El desafío democrático es monumental y escapa a las lógicas ideológicas que buscan explicar, condenar o justificar el horror según parámetros de una ligereza desconcertante. Resulta obvio que Occidente se enfrenta a las consecuencias de sus aventuras coloniales o militaristas que tanta destrucción sembraron en todo el mundo. Pero esa evidencia no basta para diseñar una estrategia de protección contra lo que se ha dado en llamar “el enemigo interior” ni tampoco para apaciguar la tentación de un enfrentamiento entre dos culturas que puede llegar muy, muy lejos. Desarmar el islamismo radical en el seno de las democracias occidentales y evitar que las corrientes políticas más exacerbadas lleguen al poder con argumentos de odio es una tarea titánica. La herencia que dejaron los asesinos de Charlie Hebdo es espantosa. Legitimaron las posiciones de sus peores enemigos, y no lo contrario. Según testimonios de los sobrevivientes de la matanza, los dos hermanos decían a sus futuras víctimas antes de ejecutarlas: “Van a pagar porque insultaron al profeta”. El tributo será ahora mucho más costoso y global. La paradoja de este atentado es tan dolorosa como absurda. Uno de los más aguerridos enemigos de la extrema derecha del Frente Nacional era precisamente el semanario Charlie Hebdo. La secuencia resulta alucinante: el adversario central de la extrema derecha, el Islam, atacó a uno de sus más meritorios antagonistas, el humor anarco-libertario del semanario satírico. Un enemigo neutralizó a otro para ofrecerle a la extrema derecha la más inesperada victoria hacia la conquista del poder. Los sobrevivientes de la tragedia mantendrán la circulación del semanario. En medio de ese bosque de diarios y revistas que promueven perfumes, falsa información, teléfonos, computadoras y el consenso blando de la modernidad, habrá una ventana de poesía y de humor para seguir viendo el mundo de otra manera. La risa y el llanto.
Viernes, 9 de enero de 2015
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