ENFOQUE Fronteras, la diversidad de lo ilegal y legal Vivir en la frontera es una manera de estar en tránsito permanente. Sin vigencia concretas de las leyes, las irregularidades promueven un escenario muy especial para quienes todos los días transitan las divisorias entre Encarnación (Paraguay) y Posadas, Misiones (Argentina), o la también cercana Clorinda ( Formosa ) y Asunción (Paraguay), Paso de los Libres (Corrientes) y Uruguayana (Brasil) o en otros lugares de la triple frontera donde puentes y rutas conectan nuestra geografía con las de Brasil y Uruguay. Las imágenes en blanco y negro de las viejas películas de Hollywood mostraban caminos polvorientos y uno o varios jinetes con sus bultos de abrigos donde cargaban el dinero mal habido, en escape a caballo hacia un país vecino. Aquellas escenas con personajes cruzando de un lado al otro de la frontera tras la libertad y el comienzo de una nueva vida huyendo de un pasado oscuro y olvidable, mantienen actualidad en esas tierras donde se cruzan idiomas y culturas diferentes. Hoy, en Clorinda, lo que se ve son ciclistas paraguayos cargados con garrafas adquiridas a precios muy inferiores a los de su país que son las subsidiadas por el Gobierno nacional para los argentinos, además de cajas de productos alimentarios que trasladan (a través de un puentecito) a puerto Elsa, Paraguay, sin ninguna tipo de control. A la reciproca, a esa localidad parten los argentinos a comprar otros productos que -incluso-ya tienen a la vista los precios en pesos argentinos, en un ir y venir sin impedimento alguno. La magnitud de la situación actual y el buen momento de Paraguay - en contraste con el de Argentina- se manifiesta durante los fines de semana. Ya no son jinetes en huida los que pasan la frontera , ahora modernas 4x4 llegan a Clorinda y Formosa donde sus propietarios paraguayos “vacian” los supermercados, hecho que muchas veces provoca desabastecimiento a los ciudadanos de la provincia que gobierna Gildo Insfran. En Clorinda cuentan - por si hiciera falta- que “en la frontera se convive todos los días con la ilegalidad y lo legal como un hecho natural”. El límite entre dos países genera esa conducta que según los momentos económicos y políticos de los países, beneficia a quienes habitan en un lado o el otro de la frontera. Sin embargo las acciónes especulativas o delictivas en ocasiones derivan en gesto solidarios entre personas que son parte de algo parecido a una “comunidad itinerante” que de esa manera fortalece sus vínculos. Los “paseros” y “paseras” compran diversos artículos en Asunción y Clorinda y los comercializan en la región según sus conveniencias. No tienen mayores dificultades para la tarea ( llevan los pedidos a domicilio como si fuera un “delivery”) por dos razones: una porque generalmente son conocidos -y de trato amigable- con quienes integran las fuerzas que controlan las rutas: y la segunda por la cantidad de senderos utilizados por los “paseros” para el ida y vuelta. Así la vigilancia y control se convierte en una misión poco menos que imposible de llevar a cabo éxitosamente. La tenencia de doble documentación, algo considerado “normal” en la zona, se agrega a las tantas irregularidades y generan un importante y visible espacio inquisidor en el desarrollo de las identidades y culturas. Más allá de lo que acredite un DNI o cédula de identidad, se la puede analizar desde el punto de vista que plantea Álvaro Fernández Bravo (autor de “Literatura y frontera. Procesos de territorialización”) cuando conceptualiza a las fronteras como “al espacio que narra y discute a la Nación (à) donde se negocia la representación de las identidades” A la pregunta: ¿Qué quiere decir que negocian las identidades? Se responde que “La frontera es un espacio y tiempo que desde el siglo XIX generó debates y conflictos. La Nación, desde las fronteras intentó moldear una identidad que representara a todos. La frontera es una zona vulnerable y ambigua, esta condición de ambigüedad no está dada por la elección del sujeto sino expuesta y denunciada por el de afuera, por el que las mira”. En palabras del economista, humanista y escritor José Luis Sampedro, “las fronteras son todas trascendibles, como lo es la membrana de la célula, sin cuya permeabilidad no sería posible la vida, que es dar y recibir, intercambio, cruce de barreras. Y más aún que trascendible la frontera es provocadora, alzándose como un reto, amorosa invitación a ser franqueada, a ser poseída, a entregarse para darnos con su vencimiento nuestra superación: ese es el encanto profundo del vivir fronterizo”. Encanto “compuesto de ambivalencia, de ambigüedad -no son lo mismo-, de interpenetración, de vivir a la vez aquí y allá sin borrar diferencias. Más allá nos tienta lo otro, lo que no tenemos: nos lo canta y nos lo promete la frontera”. Palabras que suenan a lírica cuando desde la presidencia de Argentina se reclama mayor exigencia en los controles fronterizos por donde transita un mal que no tiene patria ni Dios: el narcotrafico. En este punto el encanto se transforma en desencanto, principio y fin de un modo de vida en las “tierras de paso”. Tan cercanas a la ficción como a la realidad del pan nuestro de cada día.
Fuente: Época.
Jueves, 26 de septiembre de 2013
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